miércoles, 17 de octubre de 2018

Visión al 2050 en energías renovables.

En estos días los comentarios son sobre la transformación de nuestro país están a la orden del día, en la mayoría de los medios de comunicación la palabras sobre la cuarta transformación son cotidianas. Así que hablemos de transformación aquí también.
La semana pasada en estos comentarios tocamos las contribuciones que dieron origen a los premios Nobel de este año en economía, enfatizando que los galardonados hicieron contribuciones que involucran los aspectos limitantes del cambio climático y el empuje de la innovación tecnológica en los ámbitos del análisis macroeconómico. Hoy quiero continuar comentando uno de los aspectos que mencioné tangencialmente la semana pasada: La urgente necesidad de cambiar nuestro comportamiento respecto al uso de la energía para conseguir contender con el cambio climático antropogénico.
Para ello quiero seguir la líneas que planteó hace algunos meses la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) en la propuesta de mapa de ruta para las energías renovables con miras al 2050.
En este estudio se concluye que las tendencias actuales de las emisiones apuntan a que no se cumplirá el objetivo de mantener el incremento de la temperatura en menos de 2°C con respecto a la temperatura de la época preindustrial a menos que cambiemos estas tendencias. Por lo tanto tenemos que hacer algo.
En ese estudio, se enfatiza que los planes gubernamentales siguen muy lejos de satisfacer las necesidades de reducción de las emisiones. Claramente, no es cuestión de encontrar más yacimientos de petróleo, sino de la necesidad de no quemarlo, dado que existen otras fuentes de energía.
Con las políticas actuales, el mundo agotaría en menos de 20 años su “presupuesto de carbono” (CO2). Es decir, mientras que los combustibles fósiles como el petróleo, el gas natural y el carbón sigan siendo predominantes en el conjunto de las fuentes de energía, las emisiones de CO2 causarán más estragos en el ambiente, cambiando el clima y las consecuencias de este cambio climático global serán catastróficas para la mayoría de los seres vivos en nuestro planeta.
Para contender con esta tendencia, IRENA propone actuar y define acciones en seis ámbitos:
1. Aprovechar las potentes sinergias entre la eficiencia energética y las energías renovables. El efecto de estrategias dirigidas a utilizar la eficiencia energética y las fuentes renovables de energía pueden satisfacer rentablemente la mayoría de las necesidades de descarbonización relacionadas con la energía para 2050.
2. Planificar un sector eléctrico en el que una elevada proporción de la energía sea renovable. Modificar los aspectos normativos del sector eléctrico para contemplar a la energía solar y eólica como las columnas vertebrales de las redes eléctricas. Esto implica una planificación del sector eléctrico enfocado hacia la generación distribuida.
3. Aumentar el uso de la electricidad en el transporte, los edificios y la industria. Deben establecerse las normas de ordenación urbana y construcción para hacer posible una descarbonización exhaustiva y rentable de los sectores de transporte, doméstico e industrial mediante electricidad. También es muy importante considerar la bioenergía moderna, la energía solar térmica y la geotermia como parte fundamental de la mezcla de fuentes renovables de acuerdo con el entorno del uso específico de la energía.
4. Fomentar la innovación en todo el sistema. Las iniciativas de innovación deben abarcar todo el ciclo de vida de una tecnología, incluyendo las fases de demostración, implantación, comercialización y adopción social. Esta innovación debe considerar los enfoques de gestión de los sistemas energéticos y de los mercados, así como los modelos de negocio y concienciación de los usuarios sobre los impactos de sus diversos usos de energía. Para conseguir las innovaciones que necesita la transición energética, los gobiernos nacionales, los actores internacionales, el sector privado y el social deberán actuar de forma intensiva, enfocada y coordinada.
5. Armonizar las estructuras socioeconómicas y la inversión con la transición hacia las renovables. Cuanto más rápido se materialice la transición energética, menores serán los costos de adaptación al cambio climático y el trastorno socioeconómico. El sistema financiero debe armonizarse con mayores requisitos de sustentabilidad y transición energética. Es indispensable que los costos económicos reflejen debidamente los costos ambientales y sociales del uso de los combustibles fósiles y, con ello contribuyan a eliminar los obstáculos para acelerar la implantación de soluciones basadas en las renovables. Es fundamental proponer estrategias que fomenten las inversiones distribuidas (eficiencia energética y generación distribuida), muchas de ellas pueden ser sociales.
6. Velar por que los costos y beneficios de la transición se repartan de forma equitativa. El alcance de la transición necesaria es tal que solo se podrá conseguir por medio de un proceso colaborativo en el que se involucre toda la sociedad. Recordemos que la energía se puede ver como un bien común y su uso debe ser pagado en forma equitativa por todos los miembros de la comunidad. El acceso universal a la energía es un componente esencial de una transición justa y equitativa. Se debe promover un sistema de contabilidad social que visualice las contribuciones a la transición y las obligaciones que conlleva para ciudadanos, comunidades, países y regiones. Hay que avanzar en la definición y establecimiento de un contexto equitativo para compartir los costos de la transición, al tiempo que se promueven y facilitan estructuras que permitan un reparto equitativo de sus beneficios.
Por supuesto, que estas líneas son solamente el resumen de la propuesta, pero considero importante mencionarlas y apoyarlas. Hoy que en nuestro país se están definiendo las políticas para los próximos años que afectarán por el resto de nuestras vidas; es imperioso tener una visión de largo plazo que seguramente evidenciará que el único futuro posible está basado en las energías renovables. Quiero concluir: Hay que cuidar al petróleo, no lo quememos. Por un México basado en energías renovables en el 2050, recordemos que ese futuro no está lejos para la mayoría de las personas que habitan hoy este planeta.


Una versión previa de este artículo fue publicada el día 17 de Octubre en el periódico La Unión de Morelos.

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