miércoles, 14 de septiembre de 2022

Estoy triste y desilusionado

Cada vez estoy más triste y no es porque, después de más de dos años y seis meses de cuidarme y andar siempre con cubrebocas en lugares concurridos, me contagié de COVID-19. Los últimos días he estado en casa aislado, sin contacto con otras personas. La verdad, con síntomas muy leves y esperando pronto ya no ser contagioso para salir nuevamente a mis actividades.
Les decía que estoy cada vez más triste, desilusionado y sintiéndome engañado. Al revisar los artículos publicados en el segundo semestre del 2018 y el primero del 2019, observo que en aquel entonces confiaba en lo que se plasmaba en los planes de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. En ellos se enfatizaba el uso de las fuentes renovables; de hecho, fue el único candidato que mencionaba el término energía renovable en su programa, los otros candidatos mencionaban energías limpias y para mí eso hace una gran diferencia. Es más, personal directivo de la Secretaría de Energía de principios de sexenio afirmaba que en lugar de cumplir con el 35 % de energía eléctrica generada con renovables se iba a conseguir el 40 %, se puede leer esta declaración en el artículo que publiqué el miércoles 3 de abril del 2019. En aquel entonces, con estas frases tenía la esperanza que se transitara hacia las energías renovables, era el comienzo del sexenio. Sin embargo, unas semanas después, el 8 de mayo, analizaba lo que se había entregado a la Cámara de los Diputados como el Plan Nacional de Desarrollo, y en ese texto se mantiene que el compromiso sería de 35 %, como lo había puesto Peña Nieto, desmintiendo a quienes unas semanas antes habían anunciado que el gobierno del López Obrador se comprometería a un 40 % de renovables en la industria eléctrica. Como era de esperarse, los directivos que promovían el cambio a las renovables salieron de la SENER y, aunque ellos continúan trabajando en pequeños proyecto de renovables, la orientación gubernamental hacia la transición energética fue aplastada por la visión autoritaria y capitalista extractivista de la actual Secretaria de Energía. 
Durante los años del gobierno de López Obrador, me ido entristeciendo cada vez más por los caminos que ha seleccionado. El intentar hacer que el bienestar social de un país tan grande como México crezca mediante la promoción de dos empresas energéticas es realmente ilusorio. Esta estrategia no está basada en ningún cálculo o modelo de crecimiento económico y mucho menos de un modelo integral del bienestar social. Tampoco los proyecto emblemáticos, aunque tuvieran éxito, parecerían dar para incrementar sustancialmente el bienestar social de las regiones.


School Strike for Climate in Wellington 13

La declaración del Litio como un material reservado para que el gobierno lo extraiga, me parece innecesaria, ya está en nuestra Constitución; pero lo que me parece más grave es que se continúa con la visión extractivista de materias primas y no se construyen estrategias para la construcción de bienes y servicios con alto valor de intercambio. Por ejemplo, en el caso del Litio, quizás es mucho más benéfico el desarrollo de tecnologías para aprovechar este material y construir las mejores baterías basadas en Litio. Para ello, falta impulso a la investigación y desarrollo tecnológico aunado a un ambiente propicio para que las industrias que utilizarán esas baterías se establezcan en zonas donde se requiere empleo en el país. Adicionalmente, la preparación de las personas debe fomentarse en estas áreas. Pero, nada de eso se está realizando, el gobierno actual considera que con solo reservar las materias primas para su extracción se aparecerá el bienestar social. En pocos países se ha logrado que una industria extractiva fomente el bienestar social, podemos consultar el caso de Noruega, pero no en las condiciones que se están planteando en México. Desde mi perspectiva, esta visión fomenta el colonialismo que nos ha conducido a tener más de la mitad de la población debajo de la línea de pobreza.
Es más, muchas veces oí criticar a López Obrador la declaratoria de guerra contra el narco de Felipe Calderón, argumentando que el ejército no debería estar en las calles y compartía la visión de que el ejército no debe estar encargado de labores en las calles. En la actualidad, el ejército estará haciendo labores policíacas. Desde mi perspectiva, una cosa es la seguridad nacional y otra es la seguridad cotidiana, en la primera una visión militar es adecuada. En la segunda, la visión debe ser integral atendiendo primero las causas, buscando erradicarlas, para pasar a las sanciones dentro del respeto a los derechos humanos. El ejército, mexicano no se ha caracterizado por ser respetuoso de los derechos de las personas en el pasado y nada indica que lo podrá hacer en el futuro sin cambios sustanciales, que no observo hoy en día. 
Ahora, desde la distancia, veo un mundo donde las juventudes en diferentes países están exigiendo que tanto los gobiernos como las empresas dejen de simular y transiten verdaderamente a una economía no consumista, a un sistema energético basado en renovables, a un sistema económico equitativo y justo. Comparto estas exigencias y he trabajado en ellas. En cambio, en México observo que se están repitiendo los errores que critiqué hace cincuenta años, esperanzándose en que dos empresas o tres proyecto sacarán de la pobreza a un país con más de 130 millones de personas. Estas estrategias no resisten cualquier análisis cuantitativo. Por más que busco datos reales no los encuentro, quizá el incremento al salario mínimo es algo que se rescata. No me salen los números por más que deseo que estas acciones sean exitosas.  
Desde mi perspectiva, tenemos que reflexionar y evaluar las acciones con base en indicadores cuantitativos, no podemos continuar con creencias o percepciones.  Considero que ya es tiempo de cambiar de opinión y entender que el actual gobierno no promueve el bienestar social, sino que pretende heredar un gobierno autoritario y militarizado.


Este artículo fue publicado el día 14 de septiembre en el periódico la Unión de Morelos.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Recarga o reemplazo en vehículos eléctricos


La electrificación del transporte público es una de las trayectorias que se prevén en el futuro cercano. Como lo he comentado varias veces en estos textos, países en diferentes regiones en el mundo están optando por futuros donde los vehículos no quemen combustibles y emitan gases nocivos para la salud de las personas, del entorno y del planeta mismo. Ya hemos analizado los factores económicos y técnicos de este tipo de transiciones en ciudades medianas en México. Estas ciudades comparten características de población y extensión con otras ciudades en Latino América, por lo tanto, podemos decir que los resultados indican que es muy adecuado el transitar hacia sistemas de transporte público eléctrico en toda nuestra región. En particular los resultados para Cuernavaca, la ciudad donde he decidido radicar, son muy buenos tanto desde el punto de vista económico como técnico y para el ambiente. En estos análisis estudiamos diferentes formas de carga eléctrica de los vehículos: a) mediante conexiones a la red eléctrica y 2) con asistencia de sistemas fotovoltaicos en las terminales o lugares de guarda de las unidades durante la noche.
Como resultado de estos textos, recibí un comentario de un amigo, el Dr. Alejandro Pisanti, indicándome de que otra posibilidad sería el intercambio de baterías. Efectivamente, esta opción tiene algunas ventajas, la evidente: no se tendría que aguardar a que se carguen las baterías del vehículo inmovilizándolo. Se podría llegar con el vehículo que muestra indicios de una batería baja a la estación de intercambio y con una grúa pequeña extraer las baterías y reemplazarlas con unas cargadas. Este cambio se llevaría menos del tiempo que actualmente se ocupa en llenar el tanque de un vehículos de combustión internan (diésel, gas o gasolina). En la estación de intercambio se procedería a cargar las baterías extraídas en una forma lenta.
Seguramente ustedes se preguntarán ¿qué pasa con la carga rápida? Primero tenemos que decir que si hay diversos sistemas de carga rápida de baterías; como los cargadores de algunos celulares que cargan rápidamente la pila a diferencia de otros que lo hacen lentamente. Pues sucede que la mayoría de las baterías o pilas envejecen en menos ciclos de carga y descarga si se cargan rápidamente. Es decir, tendríamos que cambiar el sistema de baterías de los vehículos eléctrico más frecuentemente. Este hecho implica que se tendría que instrumentar segundos usos para las baterías que se descartan de los vehículos o formas de reciclar sus componentes para reutilizarlos. En cambio, la carga lenta incrementa la vida útil de las baterías o pilas. 

Electrically-powered bus in Japan around 1949
Autobuses eléctricos en Japón en el año 1949

Precisamente la discusión sobre que es mejor si estaciones de carga o estaciones de intercambio de baterías para los diferentes vehículos eléctricos ha sido un tema de las últimas semanas. 
Veamos sus ventajas y sus inconvenientes. El esquema de intercambio de batería requeriría que esta parte del vehículo no se compre con él, sino que se rente bajo un sistema de pago mensual o por reemplazo. Digamos pago mensual o por evento en las actuales opciones de proveedores de contenido en la Internet. Sin embargo, en esta situación quien renta tendría una batería diferente y desconoce el estado de la batería y, por lo tanto, no puede controlar su degradación. Tampoco el proveedor del servicio tendría control sobre este estado físico de la batería, ya que en principio se podría cargar en estaciones de carga. Estos últimos aspectos complican grandemente un contrato de garantía. En cambio, cuando la batería se adquiere con el vehículo, si se pueden hacer convenios de garantía.
Por otro lado, las estaciones de carga rápida están conceptualizadas para ofrecer recargas de baterías que lleguen digamos con al menos 10 % de la carga y la lleven a un 80 % en menos de 30 minutos, pudiendo reducirse hasta los 12 minutos, dependiendo de la tecnología de recarga. El límite de 80 %, se debe a que al mismo sistema de carga le llevaría un tiempo muy similar al inicial para cargar la batería al 100 %. Es decir, cargar las baterías al 100 % necesitaría del doble del tiempo que llevarlas a 80 %.
El intercambio de baterías podría ser muy útil para el transporte público donde si se pueden comprar baterías de intercambio y darles seguimiento para mantener circulando las unidades y cargando las baterías de remplazo en una forma que alargue su vida útil. 
Hoy en día las apuestas están corriendo y las diferentes compañías armadoras de vehículos eléctricos en el mundo están haciendo sus apuestas al escoger los sistemas de carga rápida o remplazo de baterías [3]. Algunas diseñan los sistemas de baterías para que sean fácilmente intercambiables [3] otras diseñan los vehículos para requerir maniobras complicadas en su reemplazo.
En la búsqueda de dar más opciones, el sector científico y tecnológico está desarrollando desde materiales hasta sistemas completos de baterías que sufran un menor desgaste con la carga rápida o que respondan más rápidamente. La demanda tanto de conocimiento como de innovaciones tecnológicas para definir la opción con mayor perspectiva de sustentabilidad está en apogeo.
No cabe duda que estamos observando el inicio de una amplia diversidad de opciones para transitar hacia la electromovilidad. La pregunta queda abierta y quizá veamos algunos desenlaces en el futuro cercano.

Este artículo fue publicado el día 7 de Septiembre en el periódico la Unión de Morelos.