¿Qué patrones han cambiado en nuestras actividades con respecto a lo que hacíamos antes de la suspensión de actividades no esenciales durante la pandemia?
Esta pregunta está siendo contestada en algunas sociedades que basan la toma de decisiones en el conocimiento. En la zona Latino Americana, y en México en especial, deberíamos empezar a medir estos cambios. Con base en datos precisamente es que podemos tomar decisiones en el futuro.
Por ejemplo, en cuanto al transporte en Gran Bretaña se sabe hoy que el uso de automóviles ha disminuido en un 10 % con respecto a su uso en el 2019. En ese mismo período de tiempo el uso de los autobuses se redujo en un 9 %, el uso de los trenes retornó a un número muy parecido al que se tenía en 2019 y el uso del Metro en Londres (Tube) se redujo en un 20 % de su capacidad. Estas reducciones en los usos cotidianos del transporte pueden indicar cambios sustanciales en la conducta de las personas en la población inglesa. Podemos conjeturar que los trayectos de los domicilios a los centros de trabajo han disminuido indicando un mayor teletrabajo. Por supuesto, también se podría deber a un uso mayor del transporte no motorizado, viajes en bicicleta o desincentivar el uso del metro para realizar mayor número de traslados caminando. Estas dos últimas opciones podrían medirse también si se reportan estos datos. El aumento de jornadas de trabajo en el domicilio y una disminución de traslados al lugar de trabajo es posible e indica un cambio sustancial en el comportamiento laboral de la sociedad inglesa.
¿Qué ha pasado en nuestros países?, ¿en nuestras ciudades? Es importante conocer esta información para entender los cambios producidos localmente por esta tragedia global. Por supuesto que los cambios serán diferentes en la Ciudad de México, que en Cuernavaca o en Río de Janeiro o en Santiago de Chile, en cada ciudad grande o pequeña los cambios pueden ser diferentes o similares y su análisis podrá ayudarnos a entender el comportamiento individual y social que ahora estamos siguiendo. Estos cambios pudieran señalar un rumbo diferente al que teníamos antes del 2020 y su análisis es necesario para conocer si hemos aprendido. También es necesario hacer el análisis para atender posibles problemas antes de que aparezcan. Por ejemplo, en las ciudades donde el transporte es ofrecido por entes privados, como en Cuernavaca, ¿qué propondrán las empresas, cooperativas u organizaciones que ofrecen los servicios ante la disminución de sus ingresos? Esta situación puede suceder dado que es posible una disminución en el número de viajes por cambios en las conductas sociales de movilidad. Sin embargo, el transporte público no debe bajar en calidad ni aumentar desmedidamente en precio: ¿cómo anticipar este conflicto?
En estos momentos observamos conductas mezcladas: personas que usan el cubrebocas, mientras otras ya no lo usan. Recordemos que el uso del cubrebocas puede disminuir el contagio de otras enfermedades que se transmiten por vía aérea. ¿Cómo será nuestro comportamiento en algunos meses?
Otra de las posibles situaciones que debemos anticipar es que dado que en muchas ciudades la infraestructura para el transporte no motorizado es deficiente, el número de accidentes de tránsito donde la salud o la vida de ciclistas esté en riesgo puedan aumentar. De esta manera, la adecuación de las ciudades, que están diseñadas para el transporte de automóviles, se debe orientar hacia la infraestructura para la movilidad segura en bicicletas. Esto último también nos conducirá a un transporte verdaderamente sustentable.