miércoles, 26 de diciembre de 2018

La física y la evaluación de las políticas públicas

La generación de conocimiento básico impacta más allá de donde pensamos, con esta idea comentaba la semana pasada la necesidad de invertir en ciencia y educación superior para conseguir un bienestar social de largo aliento. En esta ocasión quiero comentar como métodos de la física cuántica puede ser usada para orientar a los gobiernos a seleccionar los indicadores que pueden monitorizar el camino a la sustentabilidad.
Espero con la frase anterior no haber asustado a los lectores, primero a los científicos que pudieran también ser escépticos ante esta frase y tal vez los lectores no científicos por considerar que la física cuántica está lejos de su entendimiento. Quiero aclarar que ambos conjuntos están equivocados. A continuación trataré de explicar un artículo que presenta una metodología para seleccionar los indicadores que pueden monitorizar las políticas públicas tendientes a construir la sustentabilidad.
Primero déjenme explicar que la selección de los indicadores que puedan realizar este acto es de importancia para todas las personas que serán afectadas por la implementación de esas políticas públicas. Como ejemplo, el gobierno puede seleccionar becar a los jóvenes para que se capaciten y puedan conseguir mejores empleos al brindar una mano de obra calificada a las empresas; además puede invertir para que las empresas contraten a jóvenes con talentos potenciados por la educación superior de calidad. Este tipo de políticas pueden ser bien vistas por algunas personas, pero no por otras. La verdad es que no debemos dejarnos llevar por si son bien vistas o no, lo que requerimos son indicadores que puedan evaluar su efectividad; pero en todas las dimensiones: económicas, sociales, ambientales e institucionales. Así que la primera interrogante, para los gobernantes que proponen esas políticas y también para las personas que las sufrimos, es seleccionar esos indicadores que evalúen la política. Digamos que los indicadores directos como el porcentaje de la población con educación superior, otro pudiera ser el porcentaje de personas ocupadas en empleos con salario de especialista, otro pudiera ser las exportaciones de productos elaborados. Quizá algunos empiecen a dudar de este último; pero las interacciones entre las múltiples vertientes del bienestar social no son evidentes y dependen de muchos factores por ejemplo de los recursos naturales lugar, las costumbres de las personas y el grado de confiabilidad en las instituciones. Así las capacidades de las personas de diferentes lugares con recursos naturales diferentes requieren de capacitaciones diferentes para producir productos con valor de intercambio (exportables) que les propicien bienestar social.
Tengo que comentar que la ONU ha definido más de un centenar de estos indicadores, algunos gobiernos comprometidos con el diseño de caminos hacia la sustentabilidad han seleccionado otros tantos. Así que un presidente municipal o un gobernador o un presidente tiene muy diversas opciones para seleccionar indicadores. Podríamos irnos por el camino sencillo y decir usemos todos los indicadores que ya han sido definidos, pero la medición y el posterior seguimiento de estos indicadores requiere de financiamiento y en la mayoría de las ciudades, estados o países el dinero es escaso.
Por supuesto, ya llegamos al punto donde empezamos a sufrir por la propuesta de los presupuestos. La población generalmente está más preocupada por el bienestar individual e inmediato; sin embargo, la planeación y bienestar social en el largo plazo es una de las preocupaciones que debe tener el buen gobernante. En fin, no me detendré en esta discusión, solamente concluiré que debemos reducir el número de indicadores que monitorizaremos para evaluar las políticas públicas; pero que este conjunto de indicadores debe ser suficiente para verdaderamente evidenciar si las políticas implantadas son las adecuadas.
En este mes publicamos un artículo de investigación en una revista de acceso abierto que aborda precisamente la selección de indicadores que puedan monitorizar el camino a la sustentabilidad en diferentes regiones de acuerdo a sus características ambientales, económicas, organizacionales y sociales. Este artículo muestra cómo la selección de estos indicadores puede hacerse con la misma metodología para ciudades tan diferentes como Thronheim, Noruega (solo 11 indicadores); Mascota, Jalisco (solo 16 indicadores) o Cuernavaca, Morelos (solo 16 indicadores). La selección de estos indicadores se basa en un modelo inspirado en la interacción que manifiestan los átomos o moléculas en materiales magnéticos (modelo de spin) y contempla los mecanismos de competencia entre especies biológicas durante la evolución. Este modelo lo publicamos hace unos tres años y parece ser adecuado para hacer este tipo de selecciones.
Con este sencillo ejemplo quiero llamar la atención a la población en general para que considere la inversión en ciencia, sea física, matemáticas, biología o cualquier otra rama de la llamada ciencia básica, como una de las posibilidades para realmente incrementar su bienestar social. Así como comentaba la semana pasada la ciencia impacta más allá de dónde pensamos, pues un modelo generalizado de interacciones magnéticas puede modelar la competencia entre los indicadores para monitorizar políticas públicas, algo no evidente; pero dentro del ámbito de las ciencias de la complejidad.
Sin el entendimiento en los fundamentos de la física no se podría haber diseñado este método de selección de indicadores que pueden monitorizar las políticas públicas. Invito a los lectores interesados a leer los artículos o comunicarse conmigo para poder colaborar y definir los indicadores de diferentes regiones.


Una versión previa de este artículo fue publicada el día 26 de Diciembre en el periódico la Unión de Morelos.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

La ciencia impacta más allá de donde pensamos

Una de las afirmaciones que más quisiera convencer a los lectores de su valía y veracidad es: “La ciencia impacta más allá de donde pensamos”. Desde mi perspectiva, la ignorancia de las posibilidades que da el conocimiento, entendido como una construcción de las personas, para resolver la diversidad de problemas que enfrentamos es una de las limitaciones importantes para resolver esta problemática. Para mi, es claro que la inversión en ciencia y tecnología precisamente abona en la construcción del conocimiento necesario.
En esta mismas líneas del pensamiento, las instituciones que se encargan de construir este conocimiento son, tradicionalmente, las universidades o centros de investigación. Considero que en nuestros tiempos las personas con un entrenamiento mínimo también pueden construir conocimiento y, en este sentido, la ciencia ciudadana es una de las facetas del quehacer científico que posibilita una mayor usabilidad del conocimiento. Sin embargo, la ciencia ciudadana requiere de apoyo del sistema científico profesional.
Por estas razones, me sorprendió negativamente la propuesta del ejecutivo para presupuesto federal que contienen una reducción en los rubros para las universidades públicas y el órgano encargado de coordinar e impulsar las actividades científicas en el país, actual CONACyT. Ya se han analizado algunos puntos y la Dra. Brenda Valderrama realizó un interesante análisis del presupuesto. También podemos encontrar desplegados por las instituciones de educación superior en los medios masivos de comunicación, por ejemplo el de la UNAM , donde se manifiesta la preocupación de la anunciada disminución en estos presupuestos a la educación e investigación científica.
Tanto la construcción conocimiento como la formación de talento son actividades humanas que demandan inversión con un retorno valioso en el largo plazo. No son como las inversiones en el mundo de las finanzas donde los dividendos se obtienen en períodos de horas o de días. Las actividades científicas o de formación de personas requieren de períodos cercanos a las generaciones de las personas y la conformación de instituciones con tradición. Así podemos observar las tradiciones ya casi milenarias de las universidades europeas o centenarias en el caso de las estadounidenses. En México la tradición no es tan extendida y lamentablemente estas instituciones o tradiciones científicas pueden destruirse en muy corto tiempo.
Con la disminución del presupuesto a estas actividades, en nuestro país, corremos el riesgo de desarticular estas instituciones que nos han permitido contar con un sistema científico profesional que conoce la forma de generar conocimiento útil y de frontera en el ámbito internacional. El sistema de universidades públicas también conoce las formas de formar talento crítico y útil a la sociedad mexicana. Por supuesto, que estos sistemas pueden ser sujetos a evaluación y con ello mejorar sus desempeño; aunque no me parece que recortando su presupuesto, sin haber recibido una retroalimentación sobre su desempeño, pueda conducir a una mayor contribución a la sociedad en general. Es importante mencionar que el presupuesto ha mantenido una tendencia a la baja en esta década y el presupuesto para el año 2019 es el menor en los últimos seis años. Para tener los datos concretos, el presupuesto para ciencia y tecnología en el año 2010 fue de $21,865 millones de pesos de ese año, en 2013 el presupuesto fue de $30,941 millones; en el año 2015 encontramos el máximo de la década con $38,636 millones y la propuesta para el año 2019 es de $24,664 millones, inclusive menor al del 2018. Claramente esta disminución está condenando a la dependencia científica y tecnológica a las generaciones futuras. Desde mi perspectiva, al no invertir en educación superior y ciencia estamos coartando las posibilidades de que la juventud actual obtengan ingresos mayores basados en el conocimiento y tecnología generados por ella y la condenamos a buscar empleos mal remunerados. Al mismo tiempo limitamos a las empresas e industrias a contratar personas con capacidades mermadas y a buscar soluciones tecnológicas fuera del país.
Estos datos en los rubros de ciencia y educación superior del presupuesto 2019 de la federación contrasta con un incremento de casi diez veces del presupuesto para energía; y más cuando se pretende construir refinerías que no podrán tener una vida mayor a los 40 años. Si menos de una generación. Las personas jóvenes de hoy con alrededor de 20 años, verán como esas refinerías se convierten en edificios inútiles. Recordemos que en la mayoría del mundo se está contemplando seriamente la electrificación de la movilidad, dentro de 40 años la gasolina será objeto del pasado. Otro aspecto contrastante es que el presupuesto para comunicación del poder ejecutivo, el gasto en propaganda, se observa casi duplicado con respecto al 2018.
Considero los diputados deben reflexionar en estas líneas y modificar el presupuesto evitando propuestas que parecen buenas; pero son malas en el largo plazo. Quizá en un período de seis años parezcan adecuadas; pero nosotros no vivimos seis años, sino casi diez veces ese tiempo.
Por estas razones, ya que estoy convencido de que La ciencia impacta más allá de donde pensamos, me uno a los llamados #NoAlRecorteCienciaMx y #NoAlRecorteEducaciónMx


Este artículo fue publicado el día 19 de Diciembre en el periódico la Unión de Morelos; pero fue escrito el día 18, antes de que se anunciara que la reducción al presupuesto de las universidades era un error; sin embargo considero que sigue siendo válida la solicitud para #NoAlRecorteCienciaMx