Miremos a nuestro alrededor y encontraremos una infinidad de productos manufacturados. Aunque debemos reconocer que ya muchos son “maquinofacturados”, es decir aquellos artefactos que los artesanos fabricaban a mano o que en las fábricas del siglo XIX producían los obreros, ahora se fabrican fundamentalmente por máquinas y no estrictamente son hechos a mano. Todos estos artefactos son elaborados o armados en diferentes fábricas o industrias para luego ser enviados a almacenes y ponerlos a nuestra disposición para su adquisición. Gran parte del costo que pagamos es por el almacenamiento y transporte de estos bienes de consumo. Existen hoy en día algunas empresas que arman diferentes artefactos a petición del cliente para luego enviarlos directamente al comprador. Un ejemplo de esta forma de armar artefactos son muchas de las computadoras de marca Dell. Con este último procedimiento, el fabricante se ahorra el costo de almacenar las piezas que componen el producto, el costo de almacenar el producto elaborado y la comisión de venta al mayorista. Este proceso es claramente una mejora en cuanto a costo para el consumidor y, quizás una mayor ganancia para el fabricante; pero todavía se tiene que armar el artefacto en una fábrica y enviar el producto desde la planta armadora al consumidor. El transporte es algo que disminuye la sustentabilidad.
Hace varios cientos de años, la mayoría de las personas elaboraban sus propios artefactos: el cazador elaboraba sus flechas, la cocinera fabricaba sus ollas, por citar unos ejemplos. Fue hasta la división del trabajo que empezaron a existir los especialistas en fabricar artefactos o producir alimentos para el trueque o la venta y en la actualidad la industria produce la mayoría de nuestros utensilios, artefactos, ropas y demás cosas.
Así compramos utensilios que fueron fabricados en el extremo opuesto de nuestro planeta, y con ello pagamos, algunas veces, más por su transporte que el costo mismo del producto. ¿Habría alguna forma de producir los utensilios en el lugar de su consumo? Algo como lo que he mencionado varias veces de producir la energía en el lugar donde se requiere y así evitar el costo del transporte.
Una pareja de estudiantes de física me llamaron la atención sobre un hecho que tenemos casi a nuestro alcance y que podría ser la respuesta afirmativa a esta pregunta cuando me mencionaron que las impresoras 3D podrían contribuir a la sustentabilidad. Una impresora 3D es una máquina capaz de realizar "impresiones" de diseños en 3D, es decir, crea piezas, artefactos o maquetas volumétricas a partir de un diseño hecho en una computadora. Una impresora 3D puede hacer cucharas u ollas o agujas o anillos y otras muchas cosas más.
Efectivamente, las impresoras 3D pueden reconfigurar el actual modo de producción.
La impresión 3D puede ser a la fabricación lo que la Internet hizo a la información. Hoy en día la información está disponible en nuestras casas o en nuestros lugares de trabajo gracias a la Internet, esto no era así hace 50 años. Las impresoras 3D podrían “imprimir” artefactos de cocina o piezas de automóviles o teléfonos celulares en nuestras casas. Lo que necesitaríamos comprar son “las tintas” o materiales que pudieran componer el producto y quizá lo más importante compraríamos los diseños de los diferentes artefactos. Por supuesto es importante avanzar en la reglamentación de estas posibilidades. Los actuales esquemas de diseño propietario de los artefactos protegidos por patentes contrastan con los diseños abiertos. De hecho ya existen códigos abiertos para una tecnología apropiada (open source for appropriate technology, OSAT) que pretende usar diseños del dominio público para facilitar la fabricación de diversos utensilios en una forma económica en diferentes comunidades. En estos momentos los esfuerzos se dirigen a desarrollar metodologías que cuantifiquen las propiedades de los objetos “impresos” (fabricados) para poder ofrecer la completa satisfacción de las personas.
Debemos enfatizar que la impresión 3D es un proceso de fabricación por capas donde cada capa del producto es seccionada y depositada mediante una secuencia bien establecida de acuerdo con un diseño que se ha codificado (programado) para que una máquina lo ejecute. Así un artefacto se realiza por el depósito de diferentes materiales capa por capa hasta conluirlo. Este proceso idealmente no requiere el uso de accesorios, herramientas de corte, refrigerantes, ni otros recursos auxiliares. Permite la optimización del diseño y de la producción de piezas personalizadas bajo demanda o solicitud. Así sus ventajas sobre la fabricación convencional han cautivado la imaginación de muchos y está proponiendo “otra revolución industrial” en cuanto al modo de producción. Claramente esto abre nuevas posibilidades para un desarrollo sustentable.
Evidentemente, no se requeriría una impresora 3D en cada casa, podría haber una en la tienda del barrio o en la cooperativa del conjunto habitacional o en el edificio de oficinas, en fin estaríamos ante un nuevo (antiguo) paradigma “la fabriación local”. Los diseños de artefactos de códigos cerrados (propietarios, patentados) podrían comprarse y fabricarse; pero los diseños con códigos abiertos podrían modificarse y, así, producir artefactos o utensilios con mejoras para el uso específico que se les daría. Por supuesto, después de 20 años los diseños patentados pasarían al dominio público. Evidentemente, también podría propiciarse un consumismo ampliado; pero, aun en este caso los costos asociados al transporte disminuirían drásticamente.
En mi opinión, es posible un futuro diferente, algo podemos vislumbrar, hay que tener los ojos abiertos y una actitud basada en nuestro conocimiento para orientar los cambios hacia un futuro sustentable.
Hace varios cientos de años, la mayoría de las personas elaboraban sus propios artefactos: el cazador elaboraba sus flechas, la cocinera fabricaba sus ollas, por citar unos ejemplos. Fue hasta la división del trabajo que empezaron a existir los especialistas en fabricar artefactos o producir alimentos para el trueque o la venta y en la actualidad la industria produce la mayoría de nuestros utensilios, artefactos, ropas y demás cosas.
Así compramos utensilios que fueron fabricados en el extremo opuesto de nuestro planeta, y con ello pagamos, algunas veces, más por su transporte que el costo mismo del producto. ¿Habría alguna forma de producir los utensilios en el lugar de su consumo? Algo como lo que he mencionado varias veces de producir la energía en el lugar donde se requiere y así evitar el costo del transporte.
Una pareja de estudiantes de física me llamaron la atención sobre un hecho que tenemos casi a nuestro alcance y que podría ser la respuesta afirmativa a esta pregunta cuando me mencionaron que las impresoras 3D podrían contribuir a la sustentabilidad. Una impresora 3D es una máquina capaz de realizar "impresiones" de diseños en 3D, es decir, crea piezas, artefactos o maquetas volumétricas a partir de un diseño hecho en una computadora. Una impresora 3D puede hacer cucharas u ollas o agujas o anillos y otras muchas cosas más.
Efectivamente, las impresoras 3D pueden reconfigurar el actual modo de producción.
La impresión 3D puede ser a la fabricación lo que la Internet hizo a la información. Hoy en día la información está disponible en nuestras casas o en nuestros lugares de trabajo gracias a la Internet, esto no era así hace 50 años. Las impresoras 3D podrían “imprimir” artefactos de cocina o piezas de automóviles o teléfonos celulares en nuestras casas. Lo que necesitaríamos comprar son “las tintas” o materiales que pudieran componer el producto y quizá lo más importante compraríamos los diseños de los diferentes artefactos. Por supuesto es importante avanzar en la reglamentación de estas posibilidades. Los actuales esquemas de diseño propietario de los artefactos protegidos por patentes contrastan con los diseños abiertos. De hecho ya existen códigos abiertos para una tecnología apropiada (open source for appropriate technology, OSAT) que pretende usar diseños del dominio público para facilitar la fabricación de diversos utensilios en una forma económica en diferentes comunidades. En estos momentos los esfuerzos se dirigen a desarrollar metodologías que cuantifiquen las propiedades de los objetos “impresos” (fabricados) para poder ofrecer la completa satisfacción de las personas.
Debemos enfatizar que la impresión 3D es un proceso de fabricación por capas donde cada capa del producto es seccionada y depositada mediante una secuencia bien establecida de acuerdo con un diseño que se ha codificado (programado) para que una máquina lo ejecute. Así un artefacto se realiza por el depósito de diferentes materiales capa por capa hasta conluirlo. Este proceso idealmente no requiere el uso de accesorios, herramientas de corte, refrigerantes, ni otros recursos auxiliares. Permite la optimización del diseño y de la producción de piezas personalizadas bajo demanda o solicitud. Así sus ventajas sobre la fabricación convencional han cautivado la imaginación de muchos y está proponiendo “otra revolución industrial” en cuanto al modo de producción. Claramente esto abre nuevas posibilidades para un desarrollo sustentable.
Evidentemente, no se requeriría una impresora 3D en cada casa, podría haber una en la tienda del barrio o en la cooperativa del conjunto habitacional o en el edificio de oficinas, en fin estaríamos ante un nuevo (antiguo) paradigma “la fabriación local”. Los diseños de artefactos de códigos cerrados (propietarios, patentados) podrían comprarse y fabricarse; pero los diseños con códigos abiertos podrían modificarse y, así, producir artefactos o utensilios con mejoras para el uso específico que se les daría. Por supuesto, después de 20 años los diseños patentados pasarían al dominio público. Evidentemente, también podría propiciarse un consumismo ampliado; pero, aun en este caso los costos asociados al transporte disminuirían drásticamente.
En mi opinión, es posible un futuro diferente, algo podemos vislumbrar, hay que tener los ojos abiertos y una actitud basada en nuestro conocimiento para orientar los cambios hacia un futuro sustentable.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 27 de Enero