En estos días he tenido muchos dilemas y aunque soy optimista el pesimismo me arrastra y tiende a desanimarme. La situación en nuestro país no parece cambiar en lo global. La pobreza aumenta, la injusticia también y la pesada carga de la corrupción parece no dejar que nosotros podamos construir una alternativa viable para nuestra sociedad. Puedo llenar estas páginas con narraciones que en la mayoría de las personas despiertan indignación y reclamo de justicia y equidad. De hecho los medios de comunicación y, más fervientemente, nosotros mismos en la Internet hemos descrito infinidad (ahora esta palabra me parece acotada) de hechos que nunca debieron haber sucedido. A veces prefiero pensar en que hay incapacidad, aunque otras me obligan a concluir que hay premeditación en las actuaciones que provocan corrupción, impunidad, explotación tanto de la tierra como de las personas y por ende una sociedad mexicana plena de pobreza y desigualdad.
La verdad que mi estado de ánimo fluctúa. Esta fluctuación se debe al contacto cotidiano con los jóvenes que me reaniman y provocan que regrese mi optimismo.
La semana pasada conviví por algunos minutos, hubiera querido que fuera más tiempo, con los nuevos estudiantes de la Licenciatura en Ingeniería en Energías Renovables que se imparte en Temixco (Instituto de Energías Renovables de la UNAM) durante la semana de ambientación. La intención de esta semana es presentarles, a estos jóvenes, el Instituto, la forma de trabajar y, aunque nos pesa, la forma de cuidarse. Recibimos 27 jóvenes de licenciatura y otros tantos en nuestro posgrado de Ingeniería en Energía, todos ellos se ganaron su puesto al acreditar sus capacidades y habilidades en los correspondientes exámenes de admisión. Todos ellos son jóvenes que merecen felicitaciones. En mi intervención en estas actividades me divertí con ellos. Vimos como se puede hacer una investigación sobre el concepto de belleza que posee este grupo y lo pudimos comparar cuantitativamente con el concepto de belleza occidental. También fue interesante cómo medimos el comportamiento colectivo y nos convencimos que en equipo y con la definición y apropiación de objetivos podemos lograr metas concretas que todos compartimos. Así en el IER, como en todas las instituciones educativas comienza el nuevo ciclo escolar con esperanzas para muchos jóvenes, debería ser para todos ellos, pero nuestra sociedad tiene un rezago en esta parte y no todos ellos tiene acceso a educación superior.
Como he comentado en escritos anteriores, las instituciones de educación superior en Morelos son jóvenes, lo mismo sucede en el país. En muchos países las instituciones educativas tiene siglos. En cambio en nuestro país, la mayoría de las instituciones educativas fueron fundadas en el siglo pasado, esta juventud se percibe en nuestra economía que todavía dista mucho de ser una basada en el conocimiento. De esta manera, tanto la sociedad como las mismas instituciones deben fomentar que el resultado de la educación redunde en beneficios sociales. Al ser estas instituciones entes vivos, dinámicos, sociales que tienen marcos institucionales y que interaccionan con el entorno natural pueden ser analizadas desde una perspectiva de sistemas complejos. Una de las principales trampas en las que caen este tipo de sistemas es el comportamiento en espiral descendente hacia bajo desempeño. Esto sucede cuando, entre otras cosas, la autoevaluación otorga beneficios económicos a los integrantes de la institución educativa. Por esta razón los órganos de evaluación deben tener un fuerte componente externo con criterios claros que impliquen la búsqueda de un desempeño creciente en cuanto a la obtención de productos académicos. La evaluación basada en resultados académicos también debe ser implantada en la evaluación de los estudiantes, es decir debe imperar la evaluación con base en resultados. Los criterios académicos son los únicos que deben argumentarse en estas evaluaciones, son los únicos que realmente prepararán a los jóvenes para contender con los complejos problemas a los que nos enfrentamos.
En nuestra sociedad requerimos de jóvenes capaces de generar soluciones a problemas que tienen características muy complejas con muchísimas aristas y que no parecen tener soluciones triviales, deberán poder trabajar en equipo, exigirse cada vez más un mejor desempeño, saber compartir y responsabilizarse de sus errores. Lamento tener que reconocer que mi generación en general no tuvo estos comportamientos y es una de las razones por las que les dejamos esta situación que nos agobia.
Reitero mi compromiso de trabajar en conjunto con los jóvenes para lograr transitar a una sociedad que genere el beneficio social.
Este artículo fue publicado el día 12 de agosto en el periódico La Unión de Morelos
Ánimo Antonio!
ResponderEliminarQue no merme la voluntad y energía en tu compromiso hacia los jóvenes.
Saludos