miércoles, 3 de octubre de 2018

De magnos edificios

Se han preguntado ¿cuál es la altura máxima que puede alcanzar un edificio? Esta pregunta surge dado que cada año o más frecuentemente podemos ver, leer o escuchar que se está construyendo un edificio más alto. Recuerdo mi niñez cuando se decía que la Torre Latinoamericana en la Ciudad de México era la más alta del país. Por supuesto, que en esa época al pasar a su lado la veía enorme, aunque la verdad es que también los edificios de Tlatelolco me parecía muy grandes. En las películas de aquellas épocas el Empire State era un edificio emblemático por su altura. La misma idea surgió al construir el Hotel de México en el entonces Distrito Federal. Así podemos observar en diferentes latitudes cómo los edificios han sido construidos para mostrar que se puede hacer uno más alto.
Esta desmedida ambición por construir edificios altos puede ser una características de las personas que buscan dejar algo para la posteridad. Esta ambición data desde los palacios chinos o las pirámides de Egipto o las pirámides de los antiguos mexicanos. Como ejemplo citemos la pirámide del Sol y la Luna en Teotihuacán o la pirámide de Cholula o las construcciones en Chichen Itza y Uxmal, me restrinjo a nuestro entorno cercano; pero en cada civilización encontramos algún ejemplo.
Desde mi perspectiva, la idea de construir edificios, puentes, centrales eléctricas, presas, trenes, aeropuertos cada vez más grandes o altos parecería un reto interesante; pero hoy en día con el conocimiento que tenemos de las consecuencias de nuestras acciones merece detenernos a reflexionar sobre la pertinencia de abordar este desafío. Claramente, el reto de construir algo más grande es tentador y merece estudiarlo dado que ahora que conocemos el impacto de lo que construimos, debemos reflexionar sobre las consecuencias de poder vencer este desafío.
Primeramente, la construcción de una edificación tiene un fin y debemos preguntarnos si ese fin requiere del tamaño planificado para satisfacer la necesidad planteada. El edificio ¿alojará oficinas, escuelas, empresas, industrias? Claramente, su destino definirá la necesidad de construirlo y su tamaño. La definición de su tamaño implica que pudiera cumplir con sus objetivos en cuanto a funcionalidad y debemos también considerar la forma en que satisfará esos objetivos.
Hoy en día en la mayoría de las ciudades cuando se planea una edificación se demanda a la compañía encargada de la electricidad el suministro de la energía para el funcionamiento de la edificación. Lo mismo sucede con la demanda de agua, gas o desalojo de las aguas residuales o de los residuos sólidos originados por su funcionamiento. Sin embargo, considero que hoy tenemos la posibilidad de cambiar esta forma de proceder y, en este pequeño escrito, quiero llamar la atención para modificar la manera en la que las personas simulamos resolver los problemas que ocasiona nuestro vivir.
Quiero con un sencillo ejemplo ilustrar esta aparente solución al problema. Consideren que compro una sencilla bolsa de cacahuates en la tienda para que en el transcurso del día satisfaga ligeramente el apetito que pudiera tener, ya que sé que no podré comer y para poder soportar la larga jornada (sea laboral o de paseo) compro esa bolsita de cacahuates. Por supuesto, esta acción es realmente minúscula; pero analicemos lo que cotidianamente hacemos. Durante mi jornada, trabajo o disfruto del día y al momento que deseo ingerir algún alimento: abro mu bolsita de cacahuates y los ingiero. Como persona responsable con el entorno, no tiro la bolsita inmediatamente y busco de un depósito para arrojarla. Primero la guardo en mi pantalón o en mi bolsa de mano; pero en el momento que puedo la arrojo en un bote de reciclado. Noten por favor que no la arrojé en un bote de basura; porque considero que se puede reciclar y la deposito en el bote adecuado y me libero de ella. Con este acto que parece responsable a la luz de la situación actual; lo único que he hecho es trasladar mi problema de contender con esa bolsita, que me fue útil, a otra persona y organización para su reciclado o disposición final. Es más cuando decimos disposición final lo que realmente hacemos es desentendernos del problema y abandonarla en la naturaleza para que los procesos naturales contiendan con lo que hemos ocasionado.
Desde mi perspectiva, el hecho de saber que el uso de las gasolinas, los envases de plástico y muchas otras cosas que utilizamos en nuestra vida cotidiana causan problemas en el corto y largo plazo debe llevarnos a tomar conciencia de nuestros actos afectan positiva o negativamente el bienestar de otras personas que comparten nuestro tiempo o que vivirán en el futuro, y a reflexionar antes de actuar.
Espero con este sencillísimo ejemplo de la bolsita pueda ejemplificar lo problemático que puede ser el construir un edificio muy grande. Las construcciones majestuosas implican una demanda de servicios igualmente majestuosa y debemos preguntarnos cuál sería el límite a esa demanda.
En el caso de los edificios, podría ser que el tamaño fuera limitado por la disponibilidad de los recursos para su funcionamiento. Déjenme ilustrarlo con la energía.
El tamaño de un edificio pudiera estar limitado en su altura por la disponibilidad de la energía que pudiera ser generada en su techo. Es decir, las autoridades, o más bien los ciudadanos podríamos exigir que las autoridades limitaran el tamaño de los edificios de acuerdo a la energía que demanden para su funcionamiento. En la ciudad de México podríamos decir que por cada metro cuadrado se podría generar 0.5 kWh al día de energía y así determinar, de acuerdo al uso del edificio su altura. Por ejemplo, un consultorio dental debería ser construido con una superficie mínima de 32 metros cuadrados para que un sistema fotovoltaico con esa superficie pudiera proveerlo de su energía. Una casa habitación podría necesitar del orden de los 16 metros cuadrados para satisfacer su demanda de energía con paneles fotovoltaicos.
La argumentación anterior apunta a que desde nuestro cotidiano actuar reflexionemos en los impactos que tendrán nuestras pequeñas acciones y limitemos los posibles daños a nuestro entorno o a nuestros semejantes.
Hoy más que nunca quisiera que los políticos que hoy están tomando sus posiciones en diferentes lugares del país pudieran evitar construir obras faraónicas que efímeramente serán recordadas como obras que alimentaron sus egos; pero que no resolvieron los problemas que nos aquejan en el largo plazo.


Una versión previa de este artículo fue publicada el día 3 de Octubre en el periódico La Unión de Morelos.

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