La transición energética hacia las fuentes renovables de energía es ineludible a escala mundial. Sin embargo, en México se puede retrasar y con ello perder opciones de generar bienestar social como lo anhelamos.
En estos textos he mencionado muchas veces que las fuentes renovables son una alternativa deseable con respecto a los combustibles fósiles y que el sistema energético mexicano debe transitar, sin demora, hacia estar basado en una matriz energética renovable, articulada por un sistema eléctrico de transmisión y distribución moderno e inteligente.
La semana pasada la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA) publicó su informe preliminar sobre la Trayectoria hacia una transición mundial energética para circunscribir la temperatura promedio del cambio climático a 1.5 C . En este reporte preliminar, enfatiza que si bien la ventana de oportunidad para lograr la meta de mantener el compromiso del Acuerdo de París está cerrándose, las recientes tendencias en el ámbito internacional indican que las diferencias entre los compromisos nacionales y los logros están decreciendo. El compromiso global implica una disminución del 45 % de las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030 con respecto al 2010. De esta manera, las acciones que definamos en los siguientes 9 años son fundamentales.
Para lograr este escenario, IRENA considera que las fuentes renovables, la electrificación y la eficiencia energética serán los pilares de esta transición. En particular la sinergia entre las cada vez más baratas tecnologías renovables y la adopción creciente de la electrificación en las aplicaciones de uso final y del transporte son indispensables. Sí, la electrificación del transporte. Este es un llamado para la industria automotriz y su proveeduría mexicana que debe modificar sus productos para atender este mercado emergente o quedará relegada de la transición. Se espera que un 67 % del total de la reducción de las emisiones en el transporte sean originadas por la electrificación de estos sistemas.
Para lograr los compromisos nacionales que nuestro país refrendó recientemente, debemos triplicar o cuadruplicar la generación eléctrica con fuentes renovables para conseguir al menos 90 % para el año 2050. Notemos, este compromiso no será visto por quien escribe y algunas personas lectoras de estas líneas, pero que podemos contribuir para lograrlo y dejar a la actual juventud una situación menos alarmante. Aquí es importante destacar que se plantea que las fuentes renovables no variables deberán aportar del orden de un 30 %, dejando el restante 60 % a las fuentes renovables variables. Para conseguir esta meta es importante, desarrollar sistemas de potencia flexibles que acompañados con estrategias de flexibilidad en el lado de la demanda (si de nosotros usuarios y usuarias) posibiliten los cambios en las costumbres y los usos energéticos de hoy, por otros que posibiliten alcanzar la sustentabilidad.
Para tener un sistema energético flexible en los dos lados, generación y uso, es esencial que el uso final de la energía pase a ser eléctrico en más del 50 %.
Un elemento al que debemos poner atención es el cambio a combustibles de cero emisiones netas como el hidrógeno verde y los biocombustibles cuyo aporte puede ser mayor al 10 % tanto para generar electricidad como para usos térmicos.
Aunque, la mayoría de las tecnologías de eficiencia energética y de fuentes renovables están disponibles hoy en día, es esencial fomentar la innovación para la descarbonización de la sociedad en el ámbito energético mundial.
En nuestro país, la dependencia de los combustibles fósiles es cercana al 75 % del total de la energía que usamos. Así que los esfuerzos para transitar a una matriz basada en fuentes renovables deben ser impulsados desde este momento. La formación de talento, que conozca las tecnologías y que genere conocimiento nuevo, tanto en la parte científico-técnica como en los aspectos sociales y organizacionales, es uno de los mayores retos que tenemos.
Por estas razones, las inversiones en el sector energético deben moverse hacia una transición baja en carbono, es decir, hacia las renovables. En particular, en nuestro país, se requiere inversión tanto privada como social en el sector energético. En esta situación de reactivación económica ante la crisis COVID-19, las acciones de fomento para que lo promovamos esta transición son indispensables.
Aunque la transición energética es ineludible, puede darse de una forma no sustentable en nuestro país. Por esa razón, estoy convencido que el momento de actuar es ahora, invertir en soluciones tecnológicas renovables y en la formación de talento que pueda seleccionar las opciones de acuerdo con el entorno específico y a las capacidades sociales de cada lugar o región son de las acciones necesarias para poder construir una transición energética que conduzca al bienestar social.