Uno de los problemas que las personas que ocupan las presidencias municipales deben abordar en nuestros días es el sistema de transporte en las ciudades que tienen a su cargo. A esta problemática no escapa ninguna ciudad o municipio y en toda la República Mexicana la demanda de un transporte seguro, limpio y de calidad es un denominador común. Ya hemos abordado el tema desde hace más de diez años y en diferentes momentos hemos tocado este punto de diversas formas. Retomo el tema ya que este día lunes llegaron a mis manos dos revistas “Guía Mejor Gestión Pública” y “Eficiencia Energética” que abordan la problemática del transporte. La primera una revista dedicada a las presidencias municipales y editada por “Alcaldes de México”, la segunda editada por el Fideicomiso para el ahorro de la Energía Eléctrica (FIDE). El artículo de David Ramírez Vera en Guía Mejor Gestión Pública nos habla sobre el “Mejor transporte para incrementar la calidad de vida” y nos narra las diferentes estrategias implementadas que van desde el fomento a la educación vial, uso de tecnología digital, programa de movilidad no motorizada, y restricción de zonas a transportes de carga. Estas estrategias se suman a los llamados sistemas de autobuses de transporte rápido (BRT) que existen en otras ciudades.
La definición e implantación de estas estrategias están siendo acompañadas, en el mundo, por un verdadero cambio en el transporte hacia la electromovilidad para transformar el transporte en uno de calidad y no contaminante. Como lo hemos señalado en diferentes ocasiones, las estrategias de corto plazo que no impulsan un cambio tecnológico hacia un transporte sin emisiones locales (como el Hoy No Circula) son nocivas y en el largo plazo no funcionan, generando costos adicionales para la población y deteriorando la calidad del vida en las ciudades.
En este sentido el número especial de la revista del FIDE comparte información con mayor riqueza técnica y es más útil para definir políticas de largo plazo que consideren la eficiencia energética en la movilidad. Es importante hacer mención que la planeación, en conjunto con el tratamiento de datos masivos sobre las necesidades de movilización de las personas es uno de los puntos a considerar en la logística 4.0. De acuerdo con Miguel Asai y José A. Valdés, la llamada logística 4.0 se basa en la automatización de la producción y el uso de la electrónica que persigue la comunicación directa entre las instalaciones, las unidades de transporte y las personas, para operar conjuntamente todas las partes en un sistema de transporte eficiente. Así, desde mi perspectiva, para lograr esta interoperabilidad, la electrificación del transporte parece una transición inevitable. Es más quiero resaltar que en ese número de la revista del FIDE, el artículo de Francisco Bojórquez y Javier Hernández, muestra de una forma sencilla cómo el motor eléctrico presenta un mayor torque y una mayor potencia en términos de las revoluciones por minuto que un motor de diésel. Con esto, se puede afirmar que el motor eléctrico es unas cuatro veces más eficiente que el de diésel o el de gasolina. En términos monetarios, en este momento, mis cálculos indican que el costo del kilómetro recorrido en un auto eléctrico es menor al 60% del costo del kilómetro recorrido en un auto de gasolina; por supuesto el costo en el caso eléctrico está mostrando una tendencia a la baja con caída más rápida que en el caso de los combustibles fósiles, que también tecnológicamente se están haciendo más eficientes. En nuestro país se están realizando desarrollos tecnológicos para alcanzar la electromovilidad, tanto la UNAM, IPN, Instituto Tecnológico de México, el INEEL, entre otras instituciones de investigación y desarrollo albergan y fomentan estos esfuerzos; además de algunas empresas mexicanas que están promoviendo productos con tecnología mexicana.
Sin embargo, debemos remarcar lo que anotamos hace algunos años que el actual sector de la industria automotriz está respondiendo en forma lenta a la electrificación del automóvil y las cadenas de valor de este sector empresarial debieran irse transformando en proveedores de partes para vehículos eléctricos. Lo mismo podemos decir de las propuestas de los sistemas de transporte público en las ciudades. En algunas ciudades, como por ejemplo Cuernavaca, podríamos saltarnos los BRT con motores de combustión interna, aunque sean eficientes, e instalar sistemas eléctricos; ya sean de baterías o trolebuses. Por supuesto, que desde mi perspectiva, las nuevas iniciativas de transporte ferroviario en el sur sureste de nuestro país debieran ser de trenes eléctricos, con lo que se minimizarían las emisiones a lo largo de la vía y las personas que habitan las comunidades por donde pasarán estos trenes podrían generar la energía eléctrica con fuentes renovables y recibir un pago directo. María Elena Lárraga señala, en su artículo en la revista del FIDE, que México cuenta con una diversidad de recursos en fuentes renovables de energía que posibilita la reducción acelerada y efectiva las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas del transporte al transitar a la electromovilidad.
En nuestro país se genera información, de diferente calidad y con diferentes fines, pero debemos acostumbrarnos a obtenerla y analizarla. Con esto quiero invitar a los lectores y en particular a las personas que tienen a su cargo la definición de políticas públicas en transporte a enterarse al leer la información que están generando los Alcaldes de México [1] en términos generales de gestión pública y, en particular, la del FIDE sobre temas energéticos y, por supuesto que, con esta información tomar decisiones basadas en el conocimiento.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 19 de Febrero en el periódico La Unión de Morelos.
En esta bitácora hay escritos que versan sobre ciencia, innovación, opinión política y divertimentos que quiero compartir
miércoles, 19 de febrero de 2020
miércoles, 5 de febrero de 2020
Cambio de paradigma en el sistema energético mexicano
El sector energético en el mundo está cambiando de un sistema centralizado y jerárquico a uno descentralizado y con esquemas organizacionales, de negocios y de autonomía que recuerdan a la red de redes, la Internet. Para entender este cambio considero importante leer el documento de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) sobre la organización del sistema energético en la era de las energías renovables. El siglo pasado fue movilizado por las fuentes de energía fósiles, este siglo apunta a ser el de la transición al uso masivo de las fuentes renovables de energía. En nuestra opinión, la actual política energética mexicana (y de algunos otros países) no está considerando lo inminente de esta transición y busca aferrarse a los combustibles fósiles, por ser una opción conocida; sin embargo, las bondades de las renovables son evidentes en el contexto local y global. En este sentido IRENA establece que: “Para garantizar que la transición energética sea lo suficientemente profunda y rápida, las estructuras de los sistemas de energía deben ser modificadas para que se fomenten el uso máximo y óptimo de las fuentes y tecnologías de energía renovable. Simplemente ajustarlos no será suficiente para apoyar la transición. Se necesita un cambio de paradigma que implique el rediseño de las estructuras del sistema de energía, haciéndolas adecuadas para un sistema de energía basado en renovables.” Para lograr este cambio de paradigma es necesario que en la concepción de la estructura del sistema energético se considere que el uso de la energía se enmarca en un contexto económico, dentro de una sociedad y en un entorno natural obligando, a que, para el buen diseño de este sistema, sea necesario contemplar todas las dimensiones de la sustentabilidad. No podemos considerar al sistema energético aislado o enmarcarlo solo en la dimensión económica, sino que se requiere armonizarlo en el contexto social y ambiental mediante instituciones y normativas sólidas y confiables.
En diversas partes del mundo, principalmente en Europa y California, se implementaron mecanismos de apoyo a la generación de energía mediante renovables cuando no eran competitiva en costos con los combustibles fósiles. Esta situación ha cambiado, ahora las fuentes renovables son totalmente competitivas, incluso más baratas, y no presentan las llamadas externalidades (inherentes de los hidrocarburos, como la emisión de gases de efecto invernadero). Hoy en día estos mecanismos resultan ineficientes y se comportan como barreras. De hecho, la política energética mexicana considera la variabilidad de las renovables como una limitación en lugar de verla como una razón para innovar y utilizar las diversas formas de almacenamiento de energía, que cada día son más competitivas. En una forma sencilla el precio en el mundo de la energía eléctrica mayorista se establece cuando la demanda coincide con la oferta. De esta manera la presencia de generadores renovables de bajos precios reducen los volúmenes de energía demandados a generadores con costos marginales más altos como las plantas de combustibles fósiles. En este sentido, las termoeléctricas de ciclo combinado, basadas en gas natural, tienen una ventaja sobre las de carbón o nucleares al presentar mayor flexibilidad y poder responder en caso necesario para satisfacer la demanda. Es decir, el sector energético al electrificarse puede ofertar una mayor flexibilidad en la oferta para empatar con una demanda energética flexible que use generación distribuida con renovables.
En este punto quiero enfatizar que el reporte de IRENA pone como ejemplo los bajos precios que se alcanzaron en las subastas mexicanas de electricidad de los años 2016 y 2017. Estas subastas que hoy en día han sido suspendidas.
Bajo la premisa de primero los pobres, es necesario que la estructura del sistema energético sea bien diseñada. En particular, se debe considerar que los precios de la electricidad se alinearían con los costos y, que un sistema energético que permita la generación distribuida fomentará un valor social adicional que conduzca a construir el bienestar social al minimizar los subsidios liberando recursos para los fines sociales.
Así, los esfuerzos para redefinir la estructura del sistema de energía deben apuntar al equilibrio entre competencia y regulación en el marco de contextos regionales. En el sector energético mexicano es necesario aumentar la participación y la gobernanza, reduciendo las desigualdades, liberando el potencial de la generación distribuida y alineando la competitividad con los enfoques regulatorios y los objetivos sociales.
Claramente, este cambio de paradigma en el sistema de energía no es tarea para un gobierno, sino que requiere de la participación comprometida de los otros actores de la sociedad, desde las empresas hasta las comunidades organizadas y las personas en lo individual. En el futuro energético se observa que desde el nivel individual, pasando por pequeñas comunidades u organizaciones hasta grandes colectivos o empresas existe la posibilidad de generar y almacenar la energía necesaria para realizar las actividades de todas las personas. Este es un sistema distribuido donde podemos usar la energía de la red de la misma forma que la generamos. Esta situación es similar a la Internet, donde usamos la información global; pero también podemos aportar (subir información) con nuestras visiones. En este sentido el cambio de paradigma implica que consideremos que podemos hacer algo para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y este algo pasa necesariamente por dos aspectos: la eficiencia energética y el uso de las fuentes renovables de energía.
Asumamos la responsabilidad y optemos por el uso de las fuentes renovables de energía; las personas y demás seres vivos del futuro sabrán que hicimos lo que teníamos que hacer.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 5 de Febrero en el periódico la Unión de Morelos.
En diversas partes del mundo, principalmente en Europa y California, se implementaron mecanismos de apoyo a la generación de energía mediante renovables cuando no eran competitiva en costos con los combustibles fósiles. Esta situación ha cambiado, ahora las fuentes renovables son totalmente competitivas, incluso más baratas, y no presentan las llamadas externalidades (inherentes de los hidrocarburos, como la emisión de gases de efecto invernadero). Hoy en día estos mecanismos resultan ineficientes y se comportan como barreras. De hecho, la política energética mexicana considera la variabilidad de las renovables como una limitación en lugar de verla como una razón para innovar y utilizar las diversas formas de almacenamiento de energía, que cada día son más competitivas. En una forma sencilla el precio en el mundo de la energía eléctrica mayorista se establece cuando la demanda coincide con la oferta. De esta manera la presencia de generadores renovables de bajos precios reducen los volúmenes de energía demandados a generadores con costos marginales más altos como las plantas de combustibles fósiles. En este sentido, las termoeléctricas de ciclo combinado, basadas en gas natural, tienen una ventaja sobre las de carbón o nucleares al presentar mayor flexibilidad y poder responder en caso necesario para satisfacer la demanda. Es decir, el sector energético al electrificarse puede ofertar una mayor flexibilidad en la oferta para empatar con una demanda energética flexible que use generación distribuida con renovables.
En este punto quiero enfatizar que el reporte de IRENA pone como ejemplo los bajos precios que se alcanzaron en las subastas mexicanas de electricidad de los años 2016 y 2017. Estas subastas que hoy en día han sido suspendidas.
Bajo la premisa de primero los pobres, es necesario que la estructura del sistema energético sea bien diseñada. En particular, se debe considerar que los precios de la electricidad se alinearían con los costos y, que un sistema energético que permita la generación distribuida fomentará un valor social adicional que conduzca a construir el bienestar social al minimizar los subsidios liberando recursos para los fines sociales.
Así, los esfuerzos para redefinir la estructura del sistema de energía deben apuntar al equilibrio entre competencia y regulación en el marco de contextos regionales. En el sector energético mexicano es necesario aumentar la participación y la gobernanza, reduciendo las desigualdades, liberando el potencial de la generación distribuida y alineando la competitividad con los enfoques regulatorios y los objetivos sociales.
Claramente, este cambio de paradigma en el sistema de energía no es tarea para un gobierno, sino que requiere de la participación comprometida de los otros actores de la sociedad, desde las empresas hasta las comunidades organizadas y las personas en lo individual. En el futuro energético se observa que desde el nivel individual, pasando por pequeñas comunidades u organizaciones hasta grandes colectivos o empresas existe la posibilidad de generar y almacenar la energía necesaria para realizar las actividades de todas las personas. Este es un sistema distribuido donde podemos usar la energía de la red de la misma forma que la generamos. Esta situación es similar a la Internet, donde usamos la información global; pero también podemos aportar (subir información) con nuestras visiones. En este sentido el cambio de paradigma implica que consideremos que podemos hacer algo para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y este algo pasa necesariamente por dos aspectos: la eficiencia energética y el uso de las fuentes renovables de energía.
Asumamos la responsabilidad y optemos por el uso de las fuentes renovables de energía; las personas y demás seres vivos del futuro sabrán que hicimos lo que teníamos que hacer.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 5 de Febrero en el periódico la Unión de Morelos.
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