Han pasado diez años desde el accidente en la planta nuclear de Fukushima. Como consecuencia de un terremoto en el océano Pacífico se produjo un tsunami que provocó la fusión de los tres reactores de la planta nuclear de Fukushima. Este accidente ha sido el accidente más grave en el ámbito internacional. Aunado a esto, las recientes conjeturas sobre el manejo de la planta de Laguna Verde nos alertan sobre los riesgos inherentes a las planteas nucleares para generar electricidad (termonucleares o nucleoléctricas).
Han pasado diez años desde el desastre de Fukushima y la comunidad científica continua aprendiendo sobre los impactos que todavía se están manifestando. Los efectos de la radiación residual y del transporte de los isótopos radiactivos en los ecosistemas todavía requiere mayores estudios. Por supuesto de las alternativas de cómo mitigar en el futuro este tipo de accidentes son temas de investigación actual. Por ejemplo, hoy en día se debate si es adecuado que Japón diluya el agua contaminada en el océano.
A continuación comentaré algunos de los estudios en revistas científicas a los que cualquier persona puede acceder mediante la Internet.
Los estudios científicos empezaron a ser publicados aproximadamente un año después del accidente, estos estudios son necesarios para diseñar las acciones para mitigar los daños. Así, uno de los primeros artículos versa sobre los productos radioactivos de las reacciones de fisión que se liberaron al ambiente. Se encontraron ampliamente distribuidos isótopos radioactivos volátiles de Telurio, Iodo, y Cerio en la región de Fukushima y de las prefecturas adyacentes del este de Japón. También se encontraron actinoides como el Plutonio tanto en la atmósfera como en el suelo del noroeste y el sur de la Planta termonuclear de Fukushima.
Los primeros efectos en el ambiente natural empezaron a ser reportados un año después y se encontró que tanto las hojas como las ramas que se encontraban en el suelo del bosque presentaban altas concentraciones de isótopos de Cerio radioactivo y que estos isótopos eran transmitidos al suelo para su mayor dispersión. Por lo tanto, era necesario la remoción de la capa orgánica más resiente en el suelo. Esta medida de mitigación trae consecuencias para la salud del ecosistema, pero menores a las que produce la contaminación radioactiva. Un año después se reportaron mediciones del isótopo radiactivo del Iodo en personas evacuadas de la zona, encontrándose actividad del isótopo en la tiroides en el 74% de los estudiados.
Los daños causados por la radioactividad liberada al ambiente son de largo plazo en las personas, pero pueden ser analizados en forma más temprana en otras especies. Por ejemplo se encontraron daños fisiológicos y genéticos en una mariposa común en el Japón (Zizeeria maha). En mariposas que se colectaron en mayo 2011 mostraron leves anomalías, en cambio su descendencia presentó anomalías más graves, que fueron heredadas a la siguiente generación. En cuanto a estudios realizados en animales más parecidos a las personas, podemos encontrar una investigación en monos salvajes japoneses (Macaca fuscata) de los bosques alrededor de la ciudad de Fukushima y a unos 70 km de la planta nuclear de Fukushima publicado en 2014. En ellos se encontraron significativamente menores conteos de hemoglobina, células rojas y blancas en la sangre en comparación con monos localizados a una distancia de 400 km de la planta nuclear. La reducción de la células en la sangre también fue reportada en población infantil después del accidente de Chernobyl. Aunque los conteos bajos de las células de la sangre no necesariamente indican un riesgo en la salud, si sugieren que el sistema inmune está comprometido y la susceptibilidad a enfermedades o epidemias aumenta. También se encontró (2016) la incorporación de isótopos radioactivos de Estroncio en los dientes de ganado abandonado durante la evacuación de la zona cercana a la plata nuclear de Fukushima y se pudo asociar su concentración en los dientes a la contaminación radioactiva en el ambiente. En la comida también se ha podido encontrar contaminación radioactiva causada por el accidente nuclear. Por ejemplo, los hongos secos en la prefectura de Iwate (aproximadamente unos 200 km de Fukushima) presentaron concentraciones de isótopos radioactivos de Cesio mayores una y media veces a las de otros lugares de Japón. Sin embargo la contaminación con isótopos de Cesio en Japón es conocida con anterioridad. La explosiones de las bombas nucleares todavía muestran sus impactos en las diferentes regiones. La contaminación radioactiva tiene implicaciones a muy largo plazo.
Después de casi una década, el cáncer de tiroides en la población infantil muestra una correlación positiva con los niveles de contaminación radioactiva en el ambiente.
Estos resultados son solo una muestra de la vastísima literatura científica que muestra la contaminación radioactiva causada por este accidente.
En una sociedad adicta la energía, la solución de generar electricidad en cantidades enormes y sin emitir gases de efecto invernadero parecía adecuada hace unos 40 años. Hoy en día, ante el desarrollo tecnológico de las fuentes renovables y de las posibilidades de almacenamiento en un proceso de disminución de precios, la centrales nucleares de fisión no son una alternativa a elegir.
Desde mi punto de vista, las tecnologías actuales de fuentes renovables tienen un impacto mucho menor y de corto tiempo comparadas con los combustibles fósiles y las centrales nucleares. Por supuesto, la crisis económica provocada por la COVID-19 nos ha enseñado que podemos disminuir y distribuir nuestra demanda de energía. Así la eficiencia energética y el uso de renovables son un camino que debemos promover.