De las ventas mundiales de autobuses en el año 2020, 40 % fueron eléctricos . Esta cifra indica que el transporte público está transitando hacia la electromovilidad. Claramente, la tendencia hacia la construcción de un transporte público que no contamine durante su tránsito está siendo promovida en muchas ciudades en el mundo. Por supuesto que en esas ciudades una de sus prioridades es la salud de su población. Seguramente, muchas personas estamos convencidas que la salud es una de las prioridades inobjetables para toda sociedad y el evitar que en las ciudades el transporte público emita gases tóxicos es una de las acciones que contribuye a la salud de las personas. Para mí como para muchas personas, el transporte a pie o en bicicleta contribuye doblemente; ya que evita las emisiones al mismo tiempo que promueve la actividad física. Sin embargo, en las actuales ciudades las actividades económicas no están ubicadas cerca de las zonas habitacionales y nos obliga a invertir parte de nuestro día en el transporte.
Retomemos los datos del reporte BloomberNEF sobre vehículos eléctricos. En este reporte se analizan dos posibles escenarios para el desarrollo de la electromovilidad: a) el enfocado en la economía que representa solamente las tendencias en el mercado actual y b) el que prioriza la salud humana y del planeta, es decir donde se persiguen que las emisiones netas de CO2 sean cero en el 2050. Debe quedar claro que el escenario economicista es el punto de partida que marca la tendencia del mercado actual y que el segundo requerirá de políticas enfocadas en la meta de emisiones netas cero. La perspectiva economicista sobre la venta de autobuses eléctricos de transporte público es que pasen del 40 % actual a un 60 % en 2030 y que llegará a un 90 % en el 2050. Mientras que en el escenario enfocado a la salud, el cambio en diez años sería cercano al 70 % para que en el año 2040 se alcanzara el 100 % de las ventas de autobuses eléctricos. En este último escenario se requeriría de esfuerzos sociales, políticos y económicos por parte de la sociedad en su conjunto.
Mientras estos números son alentadores en el sector de autobuses, en el caso de los automóviles no lo es tanto; ya que, aunque circulan unos 10 millones de eléctricos en el mundo, las ventas en este caso representan un porcentaje todavía menor al 4 % hoy en día. Sin embargo, un punto a resaltar es que en el escenario economicista las ventas se incrementarían a cerca del 30 % en 2030, si en solo diez años, y llegarían al 90 % en 2050. Al considerar el escenario enfocado a la salud planetaria, las ventas de carros eléctricos alcanzarían el 100 % antes del 2040, en menos de 20 años. Observemos que en ambos escenarios en el 2035 las ventas serían fundamentalmente de autos eléctricos.
Con estos datos nuevamente llamo la atención del sector industrial de autopartes en nuestro país a iniciar urgentemente la transición hacia las autopartes para vehículos eléctricos. De otra manera, este sector industrial desaparecerá como lo conocemos hoy en unos 20 o 30 años.
Ante estos escenarios, el mismo estudio establece que la demanda de combustibles por el transporte público o privado que usa nuestras calles se mantendrá en los mismos 45 millones de barriles por día durante los próximos 10 años, es decir, no aumentará en esta década. Sin embargo, caerá a 37 o 22 millones de barriles por día en 20 años, es decir, caerá el 20 o 50 %. Por estas razones, a largo plazo, el negocio de la gasolina, y por lo tanto el de refinerías para gasolinas, no se ve prometedor.
No nos dejemos llevar solamente por estos números y reflexionemos. Realmente ¿queremos gasolina barata? o por el contrario ¿lo que deseamos es un transporte limpio, que no dañe nuestra salud, que tenga calidad y que permita movilizarnos de un lugar a otro a tiempo y con un servicio digno? Quienes hemos tenido la oportunidad de viajar en un autobús o automóvil eléctrico conocemos de sus ventajas, sin ruido, sin calentamiento y con aceleración. El mismo metro es eléctrico y en muchos países los trenes entre ciudades son eléctricos. La electromovilidad no emite gases de efecto invernadero ni tóxicos o calienta el entorno mientras se mueve. Es decir, no afecta la salud de todo aquel que lo aborda o solamente lo ve pasar. Las bondades de la electromovilidad habían sido despreciadas porque en el pasado los combustibles fósiles eran más baratos y la tecnología de almacenamiento en baterías no era tan eficiente como ahora. Hoy, como lo he mencionado en varias ocasiones, el kilómetro recorrido en un vehículo eléctrico es más barato que el recorrido en un vehículo alimentado por combustibles fósiles. Los precios por kilómetro son aproximadamente del 60% en el caso eléctrico, comparado con el de combustibles fósiles; aunque la inversión inicial para el transporte individualista todavía es desventajosa para el eléctrico. Sin embargo, en el caso de los autobuses (transporte público) ya son competitivos.
En mi opinión, podemos transformar la estructura de las poblaciones hacia construir una movilidad sustentable; pero mientras hacemos estos cambios de infraestructura, podemos promover una movilidad que considere nuestra salud y la de las especies que nos acompañan en el planeta y esta última pasa por la transición hacia la electromovilidad. Exijamos un transporte eléctrico limpio y de calidad. Ya es competitivo económicamente y tiene múltiples ventajas con respecto al actual basado en combustibles fósiles.
Este es un llamado a las personas que asumirán en el futuro cercano las presidencias municipales de ciudades medianas y pequeñas que pueden hacer la diferencia y promover esta transición hoy. En particular, en ciudades como Cuernavaca esta posibilidad es real y con gusto trabajamos para hacer realidad esta transición hacia la electromovilidad mientras adecuamos la infraestructura para una movilidad sustentable.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 30 de junio en el periódico la Unión de Morelos.
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