miércoles, 7 de julio de 2021

Enemigo en casa: La estufa de combustión

En nuestro país, una preocupante proporción de la población vive debajo de la línea de pobreza, esta proporción ha oscilado en los últimos 20 años alrededor del 50 % de la población. La crisis provocada por la COVID-19 ha incrementado este porcentaje y hoy estamos cerca del 60 %. En las semanas pasadas escribía sobre los daños a la salud que provoca el uso de combustibles en el interior de las habitaciones. Enfatizaba que incluso el uso del gas para cocinar es un riesgo para la salud de las personas que están cerca de la estufa, en hogares pequeños todas las personas que lo habitan. Claramente, el uso de otros combustibles puede provocar daños más graves en la salud de las personas. 
Esta situación, de daños a la salud por el uso de combustibles en los espacios cerrados que habitamos, empezó desde que la humanidad dominó el fuego, es decir, desde hace miles de años. Hoy en día estamos en la posibilidad de cambiar esta situación. Precisamente esta es la conclusión que Max Roser publicó el pasado lunes 5 de julio analizando los datos disponibles en Our World in Data. En el mundo se está observando que la contaminación por los combustibles fósiles es uno de los principales factores de riesgo que causan muertes prematuras. Como podemos seguramente entendemos, la pobreza está ligada a la pérdida en el acceso a la energía limpia y mucho más hacia la imposibilidad de construir esquemas de energías sustentables. En el análisis mencionado, Roser enfatiza que la falta de energía moderna tiene un costo terrible para la salud de miles de millones de personas. De acuerdo con los datos de hoy, millones de personas mueren por enfermedades causadas por la contaminación del aire dentro del hogar. En particular, la exposición crónica a la contaminación en el hogar conduce a neumonía, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y cáncer de pulmón. Además, la cocción con combustibles en el hogar es el principal factor de riesgo de quemaduras. Los ojos también son afectados y la combustión aumenta el riesgo de cataratas, e impacta la salud de los bebés antes de nacer y conduce a una mayor tasa de mortinatos (nacidos muertos). A pesar de estas correlaciones, es necesario contar con más datos sobre los niveles de contaminación a los que están expuestas las personas en los hogares. No conozco estudios sistemáticos y de largo plazo sobre este tema en nuestro país. 
En el ámbito internacional se observa que el uso de la electricidad para cocinar ocurre mayoritariamente en hogares de alto ingreso, donde coexiste con el uso del gas natural. En cambio, el uso del gas LP, metanol, queroseno o carbón es dominante en los hogares de mediano ingreso, para dejar el carbón o la leña en los hogares de bajos ingresos. Es decir, mientras el hogar tenga menos ingresos el acceso a la energía limpia es menos probable. Para nuestros fines al considerar los efectos en la salud de la combustión en el hogar, es importante considerar que la electricidad no emite gases contaminantes en el hogar independientemente de cómo haya sido generada. Aunque por supuesto, si la electricidad fue generada con fuentes renovables su impacto en el lugar de la generación será mucho menor que el de las estufas de combustibles en los hogares.
Por supuesto que pasar de estufas de queroseno o de leña, como lo era a principios del siglo XX en México, a estufas de gas ha sido una mejora; pero no ha sido así en toda la población. Sin embargo, la que ha transitado al uso del gas tampoco está libre de sufrir los efectos de los gases de combustión. Necesitamos que en nuestro país se realicen más estudios sobre cómo la exposición, desde la infancia o previa al nacer, a los gases de combustión afectan la salud de las personas. A pesar de la ausencia de datos contundentes, todos los estudios coinciden en que el número de muertos es extremadamente alto. La Organización Mundial de la Salud, sí la misma que ha sido extremadamente cauta en los primeros meses de la pandemia del COVID-19, estimó en el 2016 que la cifra de muertos es sustancialmente mayor a 3.8 millones anuales.
Además, de los peligros para la salud que hemos mencionado, están las afectaciones climáticas que las estufas de combustibles (gas y leña principalmente) provocan al liberar el CO2 que fue removido de la atmósfera hace millones de años y contribuyen al cambio climático.
Parece ser que tenemos a un enemigo en nuestros hogares y no nos hemos percatado, las estufas de combustión no son inocuas.
Desde mi punto de vista, la sustitución del uso de combustibles en el interior de los hogares es una de las acciones prioritarias que deberíamos promover hoy en día y que estaría en concordancia con la electrificación del uso de la energía. Por supuesto que para verdaderamente transitar hacia una energía sustentable es necesario usar las fuentes renovables disponibles en los diferentes entornos y acompañar este uso de estrategias de eficiencia energética.

Una versión previa de este artículo fue publicada el día 7 de julio en el periódico La Unión de Morelos.

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