En las conversaciones cotidianas se comenta la situación económica que se está sufriendo hoy en día y ha sido acentuada por la COVID-19. El platicar y comentar es una de las actividades que permite reflexionar sobre las situaciones que enfrentamos y nos ayuda a construir posibles soluciones. La información veraz que podamos compartir y analizar en todas las esferas es la que nos posibilitará argumentar y establecer rutas posibles para resolver la problemática que enfrentamos en todos los niveles: comunitarios, locales, estatales, nacionales o mundiales. En este sentido, es importante conocer y analizar la información que nos está ofreciendo el INEGI mediante los resultados del Censo 2020.
En esta ocasión me gustaría comentar sobre el análisis que presenta el CONEVAL basados en los datos del INEGI sobre la pobreza laboral al primer trimestre de 2021 [1]. En particular los datos referentes a aspectos laborales son un indicador que involucra las dimensiones social y económica dando la oportunidad de evaluar parte de las trayectorias hacia la sustentabilidad.
Al comparar el ingreso laboral real per cápita en el primer trimestre del 2020 con el mismo periodo del 2021 encontramos que el ingreso nacional disminuyó de $ 1,919.84 a $ 1,827.39, es decir, hubo una pequeña disminución en este indicador nacional. Observemos el monto de este ingreso real que señala el salario con el que la población promedio subsiste hoy en día que nos obliga a reflexionar sobre la situación que viven las personas en nuestro país y que siendo menor a dos mil pesos mensuales no permite pensar en un bienestar social mientras este salario promedio se mantenga.
Los indicadores promedio en poblaciones donde la distribución es paretiana, es decir, donde muchos ganan muy poco y muy pocos ganan mucho no son de lo más adecuado para definir las medidas para construir el bienestar social; sino que conocer las distribuciones nos dan una mejor idea de la situación y reflejan con mayor claridad los aspectos esenciales a considerar. En este sentido, de lo más preocupante es el porcentaje de la población que tiene ingreso laboral inferior al costo de la canasta básica alimentaria, que en el ámbito nacional pasó del 35.6 % al 39.4 %. Tenemos hoy un 4 % más de personas que no ganan lo suficiente para poder alimentarse adecuadamente. En el sector urbano este indicador pasó del 31.7 % al 36.4 % y en el sector rural pasó de 48.0 % a 48.9 %, indicando que durante la pandemia el sector urbano fue el que sufrió mayormente el impacto de la crisis económica, pero que también el sector rural se vio afectado negativamente. Con esta información podemos afirmar que es imperioso disminuir esta proporción de personas que no ganan lo suficiente para alimentarse, ya no digamos para tener otros satisfactores. Con estos datos, tanto en el ámbito urbano como en el rural, podemos afirmar que estamos viviendo un aumento de personas con pobreza salarial.
Otro de los datos más alarmantes lo podemos encontrar al analizar la distribución de los salarios en la población. Así encontramos que la proporción de las personas que ganan un monto igual o menor al salario mínimo que pasó del 31.7 % al 35.3 % del 2020 al 2021. En nuestro país, casi un tercio de la población con salario gana no más del salario mínimo. Por supuesto que con esta situación no podemos aspirar a un bienestar de la población. Aunado a esto el porcentaje de la población que gana entre uno y dos salarios mínimos pasó del 40.0 % al 40.6 %, pero la población que gana entre dos y tres salarios mínimos bajó del 17.5 % al 14.8 %. Situaciones de decrecimiento similares se observan en la población que gana más de tres salarios mínimos que pasó del 10.7 % al 9.5 %. Es decir, mientras la proporción de personas que ganan menos de dos salarios mínimos creció la proporción población que gana más de dos salarios mínimos decreció. Es esencial notar que hoy en día, la proporción de la población que gana más de tres salarios mínimos es menor al 10 %, es fundamental que entendamos que con esta distribución de la riqueza es imposible alcanzar el bienestar para todas las personas, inclusive para aquellas que ganan más.
Desde mi punto de vista es imperioso definir estrategias que posibiliten que las personas obtengan una remuneración que les permita obtener los satisfactores adecuados para construir un bienestar social. No podemos seguir con mecanismos egoístas, ya que solamente crearán mayores diferencias generando descontentos que a la larga afectarán el propio bienestar de cada una de las personas, inclusive las que hoy gozan de privilegios.
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