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miércoles, 17 de agosto de 2022

Colegialidad sustento para organizaciones enredadas

Pasaba por el Facebook, FB, red social que cada vez me queda más lejana y me despierta sabores más agrios que dulces. Esa red que me exigía diera mi celular para seguir usándola y me bloqueó por más de un mes hasta que compré una llave física, con la que entro actualmente. Esa llave, me permite acceder sin compartir los datos que en mi celular puedo acceder, ya que solamente uso FB en mi computadora. Ese puede ser tema de otra discusión. Regreso al punto que deseo compartir hoy, estaba pasando por el muro del FB y encontré el trabajo del Dr. Miguel Ángel Izquierdo Sánchez titulado “Colegialidad: conceptos, virtudes y prácticas”. Me llamó la atención la palabra “colegialidad”, que para mí era nueva; aunque podría intuir de que se trataba. Busqué en el diccionario y encontré: Condición de la asociación que se organiza a modo de colegio o corporación. Definición que me llevó a recordar los colegios de universidades o de otras corporaciones donde las reglas conducen a las tomas de decisiones por consejos de pares, es decir, de forma colegiada. En esta forma de toma de decisiones se privilegia el diálogo, la argumentación y el convencimiento mediante promover el razonamiento colectivo.

A General History for Colleges and High Schools - p 76
La estructura de colegio tiene una apasionante historia.

El libro, escrito por el Dr. Izquierdo, invita a reflexionar a las personas que hemos decidido la docencia y construcción de conocimiento como nuestra actividad primaria. En particular, a aquellas que laboramos en instituciones de educación superior (IES), pero enfatiza que esta forma de conducir organizaciones educativas debería ser la normalidad en todos los niveles. Es más me atrevo a concluir que invita a todas las organizaciones sociales a conducirse de esta manera. El Dr. Izquierdo hace una síntesis de las estructuras colegiadas en las universidades en la historia nos remonta a la época de los romanos y rápidamente desemboca a las instituciones educativas europeas. A lo largo de esta visión histórica enfatiza los aspectos éticos y de compromiso social de estas primeras versiones de instituciones de educación superior. Aspectos que coincido son fundamentales en esta época donde existen desigualdades lacerantes que mantienen en niveles de pobreza a una porción mayoritaria de la población en México y en el Mundo. Resalta el sistema tutoral de esas primeras IES y lamenta que ya no sea el predominante en el actual sistema educativo. Por supuesto, es de notar que las primeras IES eran de tamaño pequeño comparadas con las IES actuales donde decenas o centenas de miles de estudiantes acuden a entornos donde miles o decenas de miles de docentes imparten cátedras.
En lo referente ya a nuestra época resalta la importancia del trabajo colectivo y colegiado contrastándolo contra el individualista.  El Dr. Izquierdo reitera que "múltiples sistemas de evaluación desestiman en bien común y sobrevaloran la productividad individual". Estas ideas contrastan con las que se están privilegiando en el nuevo reglamento del Sistema Nacional de Investigadores.
Hace una analogía entre quienes cuidan de la casa, con quienes cuidan la Academia, y concluye que una porción de la comunidad académica basados en la razón y reciprocidad puede conducir una evaluación de pares con un escrutinio crítico y constructivo. Enfatiza que esta forma de proceder requiere de tiempo para comunicarse y de lectura a fondo de los productos académicos. Nos adentra a las virtudes que deben tener los miembros de la comunidad, donde la apertura a nuevos conocimientos y nuevas formas de relacionarse debe ser bienvenida, la consideración a lo diferente donde un trato por igual es fundamental y la preocupación por la comunidad tanto en las IES como en los entornos que las rodean. Es fundamental promover comportamientos para compartir valores, voluntad de escucha, tolerancia, colaborar con colegas, disposiciones para participar en discusiones y aportar tanto como aceptar propuestas buscando consensos.
Toca también el tema de las organizaciones modernas en el entorno mexicano y es ahí donde me recordó más los temas que he abordado en estos textos, de la Universidad Enredada, refiriéndome a estructuras horizontales que asemejan más bien una red horizontal que a un sistema jerárquico como la mayoría de las estructuras actuales de las IES. Estos sistemas horizontales, también son una forma de organización propuesta por la Dra. Elinor Östrom, ganadora del premio nobel, en “Understanding Institutional Diversity”, quien adicionalmente aborda el problema de la conformación de instituciones que atiendan la complejidad de limitaciones en los recursos y, que al mismo tiempo, sean promotoras del bienestar de su comunidad aumentando ese bienestar colectivo. Ella, además de la autoevaluación invita a fomentar la evaluación externa para evitar la corrupción del propio colegio cuando no se tiene la tradición de un verdadero trabajo colegiado. 
Para cualquier docente en una IES, o de cualquier nivel, es muy recomendable leer el texto del Dr. Miguel A. Izquierdo y con él reflexionar sobre las diversas formas para conducir colegiadamente esa institución. Por supuesto, esta lectura es obligada para quienes dirigen estas instituciones para que las conduzcan colectivamente y se enfoquen hacia el bienestar social. Adicionalmente, la lectura es recomendable también para las personas que con su proceder cotidiano, mediante organizaciones sociales actúan para construir un bienestar colectivo, fortalezcan esas organizaciones, de manera que se consoliden e impacten sustancialmente a la sociedad.
En este sentido considero que la colegialidad es el sustento para construir organizaciones que funcionen horizontalmente en entornos de red.


Este artículo fue publicado el día 16 de agosto en el periódico la Unión de Morelos.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Autonomía y diversidad características de las universidades públicas

Las instituciones que mayor huella dejan en las personas son las instituciones donde recibimos educación. Recordamos con cariño la primaria, la secundaria y también el bachillerato y finalmente, quienes tuvimos ese privilegio, la institución donde recibimos nuestra educación superior. En estos recuerdos están nuestras amistades, quienes nos impartieron clases y también evocamos las diversidades que encontramos en ellas que nos alimentaron para forjar nuestras conductas posteriores.
En nuestro país, si bien la educación es reconocida como un derecho, tenemos un sistema educativo público privado desde los niveles más tempranos hasta los niveles superiores. En este breve texto me referiré a la educación superior y las características que considero primordiales para que forme talento, genere conocimiento y extienda las culturas acorde con los diferentes entornos sociales y ambientales en los que vivimos.
Debe quedar claro que el convertir los servicios en general en una mercancía es una de las realidades de la economía actual. Los capitales están buscando nichos de oportunidad donde puedan invertir y obtener ganancias. Aunque esta frase parece descontextualizada, ya que el capital no tiene deseos, sino son las personas que los controlan las que deciden donde lo colocan y de esa colocación dependen los beneficios que se le otorgarán. Para mi es claro que la liberación a ultranza de todo lo que puede ser considerado mercancía es una forma de incrementar los flujos de dinero. Como ya lo he mencionado varias veces en estos texto, al incrementar los flujos de dinero se generan distribuciones de Pareto en las personas de acuerdo a la riqueza económica que poseen. Por ende, esta actitud de dejar todo a las leyes del mercado no conducirá a un bienestar social. 
El transito hacia la comercialización de la educación y en especial de la educación superior se observa en el mundo. Sin embargo, las universidades en Latino América han mantenido una clara oposición a esta tendencia. Debo manifestar que no estoy en contra de que existan las universidades privadas; pero me parece fundamental que la sociedad, a través del gobierno, brinde opciones educativas de calidad desde el ámbito público. El financiamiento público suficiente de toda la educación, incluyendo el nivel superior, es una tarea irrenunciable de todo gobierno que promueva el bienestar social.
Precisamente en el contexto latinoamericano es donde desde mediados del siglo XIX las universidades en Uruguay y Argentina proponían proyectos de autonomía. En estos proyectos se enfatizaba que la autonomía debería comprender los aspectos educativos, presupuestarios, de gestión y de investigación.
Con esta tradición es que las universidades en la región, incluyendo México, han conseguido formar talento en un entorno diverso. Precisamente esta diversidad es la que ha posibilitado la discusión y construcción de puntos de vistas divergentes a las políticas de los diferentes gobiernos a lo largo de este siglo. Aunque estas ideas se discuten en los senos de las universidades, no son ellas las encargadas de transformar a la sociedad. Somos las personas que egresamos con diversos puntos de vistas las que mediante otras organizaciones tenemos la posibilidad de transformación a lo largo de nuestra vida cotidiana. Estas organizaciones son también diversas y diferentes: organizaciones de la sociedad civil, partidos políticos, empresas, cooperativas y por supuesto las personas que participan en los gobiernos.
Una vez terminados los estudios en las universidades, el talento formado se dirige libremente hacia donde las personas lo desean. No es culpa de estas instituciones la elección y mucho menos se les puede recriminar el camino que una persona formada en su seno elija. Enfatizo, las universidades públicas no son instituciones adoctrinadoras. Además, las universidades e instituciones de educación en general, no solo forman talento, sino que generan conocimiento que puede ser aplicado y extienden las culturas a diferentes comunidades. Estos son puntos esenciales que como sociedad no debemos perder de vista ni dejar que se cambien. El sector de la educación superior contribuye a la sociedad en aspectos fundamentales que no se pueden medir solamente por el número de personas que egresan; sino se deben incorporar, al menos, indicadores del desempeño en funciones de generación de conocimiento y de extensión de las culturas. Para poder cumplir con todas estas demandas sociales la universidades públicas deben tener autonomía en sus funciones y ser financiadas suficientemente por el gobierno en turno, aunque los critiquen.


UNAM main library building with base pavilion

Hoy en día debemos estar orgullosos porque la UNAM ocupa un lugar distinguido entre las universidades latinoamericanas en la mayoría de los “rankings” internacionales. Esta universidad pública caracterizada por ser una de las universidades de masas más grandes del mundo y una de las mejores en latinoamérica. Además es un ejemplo de diversidad y, a pesar de su tamaño, muestra amplia tolerancia hacia las diversas formas de pensar; pero preservando el rigor académico ante todo. Afortunadamente, la UNAM no es el único ejemplo de un buen ejercicio de la autonomía y podemos encontrar a lo largo del país otras universidades que hacen un buen uso de esta autonomía y construyen conocimiento, forman talento y extienden las culturas.
La verdadera riqueza en el ejercicio de la autonomía de las instituciones de educación superior está en la promoción de la diversidad, la construcción de consensos y visiones colectivas. Con esto, rechazo rotundamente las visiones totalitarias que intentan eliminar la diversidad y pretenden tener visiones únicas. Las universidades públicas tienen una tarea complicada, al menos deben construir y mantener su propia diversidad, redoblar su compromiso social y fortalecer su rigor académico.
De hecho, los movimientos sociales latinoamericanos de los siglos pasados y las movilizaciones del actual han sido apoyados fuertemente desde las universidades autónomas gracias a la participación activa de sus comunidades. 
Festejemos y fomentemos la autonomía de las universidades que son el producto de la lucha social latinoamericana, y mexicana, ante los embates del colonialismo o el imperialismo o el stalinismo o el neoliberalismo o cualquier propuesta totalitaria. Las universidades autónomas fomentan la diversidad, son el refugio de las ideas cuando se pretende combatir a los que piensan diferente, pueden formar a las personas con conocimiento, libertad de pensamiento y acción.

Una versión previa de este artículo fue publicada el día 27 de octubre en el periódico la Unión de Morelos

miércoles, 31 de julio de 2019

Sobre la autonomía de la universidades

Este año la Universidad Nacional Autónoma de México festeja los 90 años de la autonomía universitaria. Por supuesto que esta celebración tiene motivos para destacarse en todos los rincones del país. Es más hoy en día es de vital importancia que todas las personas conozcamos las ventajas de tener instituciones educativas de nivel superior autónomas.
Déjenme comentar brevemente algunas ideas sobre la autonomía universitaria en el contexto actual en nuestro país.
En las últimas décadas hemos observado una trayectoria a convertir los servicios en general en mercancía. En muchas ciudades de nuestro país, hemos visto como el servicio del agua potable se concesiona; lo mismo pasa con el servicio de recolección de desechos sólidos urbanos (basura) y otros. Es decir, estos servicios que en principio son parte de los beneficios que deben ser producto del contrato social que todas las personas concebimos al vivir en sociedad, ahora son concesionados y por lo tanto, se perciben como mercancía por la que hay que pagar un precio adicional. Por supuesto que los verdaderos empresarios están buscando nichos de oportunidad donde puedan invertir y obtener ganancias. Sin embargo, debemos contemplar que no siempre la liberación a ultranza de todo lo que puede ser considerado mercancía es adecuado para promover un bienestar social. Las recientes crisis económicas nos han enseñado que una regulación sobre los negocios es necesaria para promover el beneficio de todas las personas y no solamente de unas cuantas. Aunque no parezca, en nuestro país hemos empezado a transitar a una comercialización de la educación y en especial de la educación superior. Esta tendencia la encontramos en el ámbito internacional que considera a la educación superior como una mercancía, donde los empresarios o inversionistas pueden obtener lucro de la impartición de este nivel de educación. Debo manifestar que no estoy en contra de estos empresarios, lo que si considero muy importante es que la sociedad, a través del gobierno, brinde opciones educativas de calidad desde el ámbito público. Por lo tanto, la sociedad por conducto del gobierno debe financiar una educación superior de calidad. De hecho, el financiamiento público de la educación es una tarea irrenunciable de todo gobierno que promueva el bienestar social.
En el contexto internacional los nichos de negocios en el rubro de la educación superior son uno de los más prometedores. Los capitales ven el mercado de la educación superior como un nicho muy prometedor para la inversión y otorgamiento de créditos a los estudiantes con réditos interesantes, como un negocio redituable. Estas formas de conceptualizar a la educación superior es muy diferente a la tradición educativa latinoamericana y en particular a la mexicana. En el contexto latinoamericano, basta mencionar que desde mediados del siglo antepasado las universidades en Uruguay y Argentina luchaban por su autonomía educativa, presupuestaria, de gestión y de investigación. Así, en estos dos países encontramos los primeros ejemplos de universidades autónomas que otorgaron, y hoy otorgan, la posibilidad de movilidad social a un amplio sector de la población, y además, construyendo la posibilidad de que la sociedad tome decisiones con base en el conocimiento. De hecho, este lunes, la UNAM otorgó el reconocimiento Autonomía Universitaria 2019 a la Universidad de la República de Uruguay y a la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, precisamente por su papel pionero en la defensa de la esta autonomía en el continente desde el siglo XIX.
Por supuesto, que la autonomía no implica la ausencia en la rendición de cuentas. De hecho, las universidades autónomas con la posibilidad de elegir su propia forma de gobierno y de selección de autoridades deben ser un ejemplo en la transparencia del manejo de los recursos que les son otorgados. En mi opinión, deben ser castigadas las acciones, que bajo el pretexto de la autonomía universitaria, incurran en faltas a la normatividad, ya que no solamente incumplen con las leyes, sino que traicionan la confianza de la sociedad en ellas. Acciones como la llamada estafa maestra deben ser investigadas y en caso de mostrarse el incumplimiento de la ley deben ser castigadas.
Hoy en día en nuestro país debemos estar orgullosos porque la UNAM ocupa un lugar distinguido entre las universidades latinoamericanas en la mayoría de los “rankings” internacionales. Esta universidad pública caracterizada por se una de las universidades de masas más grandes del mundo y que es una de las mejores en latinoamérica. Además es un ejemplo de diversidad y, a pesar de su tamaño, muestra amplia tolerancia hacia las diversas formas de pensar; pero preservando el rigor académico ante todo. Afortunadamente, la UNAM no es el único ejemplo de un buen ejercicio de la autonomía y podemos encontrar a lo largo del país otras universidades que hacen un buen uso de esta autonomía y construyen conocimiento.
Seguramente, algunos lectores me podrán preguntar y en qué beneficia esta autonomía a una persona que vive en las Barrancas del Cobre en Chihuahua o en el centro de la Selva Lacandona en Chiapas. Por supuesto que mi respuesta honesta sería: individualmente en poco; pero en el contexto social, la autonomía universitaria es de gran utilidad; ya que forma personas y genera conocimiento que permitirán construir estrategias que redunden en el beneficio social de las poblaciones más vulnerables y cambie las condiciones adversas para el desarrollo de las diversas comunidades con base en los deseos de esas comunidades. Es decir, el impacto en la solución de los problemas es una tarea de todas las personas y no solo de las instituciones.
La verdadera riqueza en el ejercicio de la autonomía de las instituciones está en la promoción de la diversidad, la construcción de consensos y visiones colectivas. Con esto, rechazo rotundamente las visiones totalitarias que intentan eliminar la diversidad y la participación ciudadana en la toma de decisiones.
Festejemos la autonomía de las universidades, en particular de la UNAM, que son el producto de la lucha social latinoamericana, y mexicana, ante los embates del colonialismo o el imperialismo o el comunismo o el neoliberalismo o las visiones de la luz del mundo. Las universidades autónomas fomentan la diversidad y construyen con base en el conocimiento soluciones de la problemática, también son el refugio de las ideas cuando se pretende combatir a los que piensan diferente, pueden formar a las personas con conocimiento, libertad de pensamiento y acción. De hecho, los movimientos sociales latinoamericanos del los siglos pasados y las movilizaciones del actual han sido apoyados fuertemente por las universidades autónomas gracias a la intervención de sus comunidades. Así, todo depende de las personas que participamos en ellas y que tenemos el compromiso de actuar en consecuencias con la confianza que la sociedad deposita en nosotros.


Una versión previa de este artículo fue publicada el día 31 de Julio en el periódico La Unión de Morelos.

miércoles, 20 de febrero de 2019

La autonomía garante de la diversidad

En estos días en el ámbito nacional se ha discutido sobre la autonomía de algunas instituciones. Si bien se ha argumentado que algunas instituciones autónomas obedecen a intereses grupales en lugar de velar por el bienestar social, considero que de ser cierto, el error está en la composición de estas instituciones y no se debe cuestionar su existencia por algunos errores en la composición.
Para analizar este punto, nuevamente quiero llamar la atención sobre el trabajo de Donella Meadows, Thinking in Systems, donde alerta sobre la resistencia política que puede haber en un sistema cuando diversos actores intentan impulsar al sistema en diferentes direcciones para satisfacer objetivos diferentes. Para contrarrestar esta resistencia lo que propone es atraer a todos los actores para usar la energía de cada uno de ellos y buscar la satisfacción de todos ellos mediante la definición de objetivos más amplios y más importantes en el largo plazo. De esta manera, cada uno de los actores puede impulsar sus propios objetivos, pero en forma conjunta con los otros actores. Desde mi punto de vista, esta es una clara visión sistémica de la compleja problemática que hoy sufrimos en nuestro país. Si bien el discurso oficial de hoy es de inclusión, en la práctica debe enfatizarse y manifestarse. En particular, es importante promover la consideración de actores diferentes en los objetivos de largo plazo para implantar políticas que desde el corto plazo estén alineadas con un futuro donde el bienestar social impere, en lugar de definir trayectorias rígidas que generan descontento en algunos sectores.
Con esta visión general, ahora déjenme transitar al problema de la autonomía de las instituciones de educación superior. Primero, considero importante mencionar que las universidades tienen, principalmente, los objetivos de preparar los talentos y generar los conocimientos para alcanzar un bienestar social. Ya este lunes el Dr. Juan Ramón de la Fuente expuso con detalle las motivaciones y bondades que hace casi un siglo se argumentaron para dar la autonomía a las universidades, y que, desde mi perspectiva, siguen siendo vigentes. Además, el Dr. de la Fuente aclaró las características que tiene la autonomía en las universidades y la responsabilidad social que conlleva esta autonomía; así como, el compromiso con la rendición de cuentas (Ayer martes la UNAM cumplió al 100% con los requisitos de transparencia del INAI). Hoy en día en nuestro país tenemos un sistema educativo público en el nivel superior muy diverso. Contamos con el Instituto Tecnológico Nacional de México con decenas de entidades en todo el país, Universidades Politécnicas y Universidades Tecnológicas que presentan la característica de depender de las autoridades políticas de cada región o del nivel federal. Por otro lado, también están las diferentes universidades autónomas que precisamente ofrecen una forma diferente de educación e investigación para propiciar el bienestar social. Con una visión reduccionista esta diversidad de opciones para la educación superior pudiera parecer caótica; sin embargo, en el tema de la educación superior en una sociedad debe responder de manera diversa para poder construir y contender con la diversidad que se requiere en la actualidad. Además, la forma de organización de las universidades autónomas obedece, generalmente, a estructuras multinivel para la toma de decisiones con el objeto de garantizar la buena administración de los recursos y talentos.
Desde una visión sistémica, podemos recordar lo mencionado por Elinor Ostrom en Understanding Institutional Diversity, donde menciona la importancia de contar con sistemas de gobernanza policéntricos para fomentar la capacidad adaptativa de los sistemas sociales. Ella define que sistema policéntrico se refiere a aquellos sistemas donde las personas son capaces de organizarse no solo bajo un esquema de una autoridad sino de múltiples autoridades en diferentes escalas. Cada uno de estos niveles ejerce considerable independencia para hacer y seguir reglas dentro del dominio de su autoridad. En las universidades autónomas se tienen consejos internos, asesores, técnicos, académicos o universitarios o asambleas y todas estas autoridades en sus respectivos ámbitos tienen representación de la comunidad universitaria respectiva. Esta organización, que ya de por sí es policéntrica, es compleja y obedece a características específicas de cada comunidad y entorno. La gama de este tipo de estructuras es amplia y, desde mi punto de vista, perfectible pero está funcionando en la mayoría de los casos.
Esta diversidad en las universidades garantiza a la sociedad una capacidad de respuesta y adaptación ante diferentes problemáticas que un sistema de educación superior sin diversidad no puede ofertar.
Así, desde la perspectiva de los sistemas complejos, nuestra sociedad requiere tener diversidad en las instituciones que preparan talentos y generan conocimiento y al garantizar la autonomía de estas instituciones en la Constitución es la única forma efectiva tener la adaptabilidad requerida por nuestra sociedad para transitar hacia el bienestar social.


Una versión previa de este artículo fue publicada el día 20 de Febrero en el periódico la Unión de Morelos.