Este lunes leí la noticia de los incentivos fiscales para las Zonas Económicas Especiales (ZEE) que se están implementando en ciertas regiones en el sur del país. Antes de discutir las bondades y las desventajas de estos incentivos, debemos reconocer que nuestro país tiene profundas diferencias y que mientras en el Bajío y en el norte la productividad ha crecido 47 veces en 20 años, en la zona sur es menor a diez veces. También debemos reconocer que las dificultades de un desarrollo sustentable parecen ser mayores en el sur que en el norte. En el centro sur del país la biodiversidad es mayor y también la diversidad cultural y la densidad de población es mayor. Esta situación implica que la conjunción de los factores naturales, económicos, sociales y organizacionales de la brújula de la sustentabilidad resulta mucho más complicada.
Con estas ideas en mente es interesante una propuesta de incentivos para la inversión en el sur del país. La idea suena apetecible y más sabiendo que en otros países esta diferenciación mediante incentivos fiscales ha producido buenos resultados. Así en Guandong, China la reducción del ISR en un 85% y exención del pago del ISR para inversiones mayores a los 5 millones de dolares, la exención del pago de impuestos sobre las utilidades de los dos primeros años, entre otros incentivos.
En México las ZEE comprenden la región de Lázaro Cárdenas en Michoacán y Guerrero, Salina Cruz en Oaxaca, Coatzacoalcos en Veracruz y Puerto Chiapas en Chiapas. La propuesta en nuestro país considera que los incentivos en estas zonas son: a) no pagar ISR los primeros 10 años de operación y el solo el 50% en los siguientes 5 años, b) un descuento del 50% por 15 años en las cuotas del IMSS y c) no pagar IVA ni aranceles por importaciones temporales.
Al comparar los incentivos entre China y México se observa una ventaja para nuestro país para atraer inversiones con estos incentivos; pero surge la pregunta ¿realmente necesitamos dar tantas facilidades para que las inversiones vayan a estos lugares?
En nuestro país, a lo largo de la historia reciente, se han dado diversos apoyo a las inversiones y se han enfocado en la atracción de capitales con incentivos dirigidos a empresas “tractoras” para que se instalen en parques industriales; pero las acciones se basan en mano de obra barata. En esta ocasión en la exención de impuestos y no en agregar valor a los productos.
Me pregunto ¿cuáles son los atractivos para los inversionistas en otras partes del mundo? Seguramente en los países como China, Malasia, Jordania y Panamá pudiéramos pensar que políticas de incentivos fiscales funcionan. Sin embargo, los verdaderos atractores de inversiones en el largo plazo son la disponibilidad de mano de obra altamente capacitada.
Las regiones de California y Massachusset en Estados Unidos o de Westfalia en Alemania o de Delft en Holanda basan su atractivo en la disponibilidad de personas con altas capacidades para generar empresas de alto valor agregado y no necesariamente son empresas grandes; pero si generan productos de alto valor de intercambio.
Recientemente, estuve en la región queretana entre Peña de Bernal y Tequisquiapan donde, agradablemente, encontré muchos anuncios de vacantes en empresas y más gratamente visité muchos pequeños negocios ofreciendo productos con valor agregado. Así en esta zona del país observé cómo se ofrecían quesos o dulces artesanales simultáneamente en otros establecimientos se ofrecía vinos. Es notable la oferta de recorridos por las instalaciones de estas: fincas vitivinícolas, fábricas, queserías amigables con el ambiente o dulcerías para que las personas que visitan obtengan información y con base en ella seleccionen sus productos. Así se puede visitar un rancho de vacas contentas donde se fabrican quesos con sabor mexicano que podemos adquirir en Cuernavaca. Esta generación de productos de intercambio con alto valor, claramente considera el entorno, la organización social y el pago de los servicios personales en una forma equitativa y fue generada desde las raíces de la sociedad.
Fenómenos similar se puede observar en la región de Ensenada, Baja California, donde la Universidad Autónoma de Baja California ha sustentado el esfuerzo de la población al formar personal capacitado para operar, administrar y generar negocios alrededor de la comida de autor y de la elaboración del vino de artesanal. Nuevamente, en estos productos se involucran aspectos ecológicos, económicos, sociales y organizacionales.
Por supuesto, la generación de negocios basados en el conocimiento científico amalgamado con el tradicional es una tarea complicada y de largo plazo. Claramente, estos negocios van dedicados a las personas locales, en primera estancia; pero posteriormente pueden atraer a personas de otras latitudes generando una mayor derrama económica para la zona.
Parece que lo próspero de estas regiones no descansa en los incentivos fiscales, y son ejemplos mexicanos para regiones mexicanas.
Desde mi punto de vista en la región sur del país debemos propiciar la determinación de estos nichos de mercado con la participación de la gente local al potenciar sus habilidades y capacidades con el conocimiento científico tecnológico. Esta tarea es de mayor demanda en cuanto a tiempo, pero, considero, de mayor aliento y con la posibilidad de englobar los aspectos naturales, económicos, sociales y organizacionales de cada una de las regiones de nuestro México.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 17 de Mayo en el periódico La Unión de Morelos
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