En esta época de elecciones es un momento para tomar decisiones que nos afectarán no solamente tres o seis años, sino posiblemente el resto de nuestras vidas. Mientras los candidatos pueden proponer estrategias que deberán ser desarrolladas en estos cortos periodos de tiempo, las personas debemos pensar en el largo plazo en el momento de tomar decisiones.
La mayoría de las personas planeamos, cuando lo hacemos, con una mira de corto plazo; esta forma de proceder condiciona la solución de problemas complejos que han sido causados por el comportamiento, a lo largo del tiempo, de diversas generaciones. Con una visión de corto plazo los problemas pudieran parecer solucionarse con las estrategias propuestas por la mayoría de los candidatos; pero en el largo plazo los problemas continuarán o incluso se agravarán.
Por ejemplo, para generar empleos se puede solicitar la inversión de una minera y explotar los yacimientos por unos veinte años generando con ello empleos para la población. Tendremos esos empleos por solamente 20 años, cuando hoy en día el empleo de una generación se demanda por unos 45 años. Si aunque no parezca, hoy en día, el periodo de trabajo de una persona comienza alrededor de los 20 años y termina alrededor de los 65. Por supuesto, hace unas cinco décadas este periodo de tiempo se calculaba en unos 30 años. Con este dato podemos inferir que sí hemos sido beneficiados por el conocimiento y nuestra esperanza de vida ha aumentado, la verdad es que, en este sentido, la respuesta es afirmativa; pero ahora tenemos problemas globales mucho muy apremiantes. Regresemos al ejemplo, para una verdadera generación de empleos que promueva el beneficio social debemos contemplar horizontes temporales de al menos tres generaciones y con ello generar bienestar real. Así, para resolver el problema del empleo deberemos pensar en generarlos por más de un siglo para que se beneficien al menos tres generaciones de personas. Con este horizonte estaríamos garantizando el empleo de los nietos que a su vez podrán mantener a sus hijos al menos a la edad de poder obtener frutos con su trabajo.
Con estas ideas en mente resulta totalmente inadecuada la planeación en torno a seis y, menos, tres años. Mientras que la planeación en el corto tiempo se puede realizar con las personas que piensan similarmente, la planeación en el largo plazo requiere de involucrar al mayor número de actores conocedores.
Por esta razón, hace algunos meses comentaba que deberíamos aprender a planear con el que piensa diferente, es decir, la planeación en concordancia con el enemigo. Estoy seguro que solamente al pensar el el futuro lejano los acuerdos puede lograrse y obtener soluciones independientes de las diferencias y por lo tanto para largo plazo. Con ese enfoque se requiere cambiar la estructura de pensamiento y las verdaderas soluciones a los problemas que nos aquejan emergerán. Las diferencias se manifiestan más plenamente en el corto plazo donde los intereses pueden ser divergentes.
Lo que planteo puede ser complicado, ya que, en un país con más de la mitad de su población por debajo de la línea de pobreza que está pensando más en cómo obtener el alimento de mañana que en un futuro incierto, la planeación en el largo plazo parece no ser prioridad. Sin embargo, por más que la situación hoy en día apunta a tener gobernantes que no reconozcan que el conocimiento es lo que puede generar la soluciones a largo plazo; debemos redoblar esfuerzos e iniciar la discusión desde hoy, si desde antes de elegir a nuestros próximos gobernantes, para planear y construir las estructuras organizativas para definir las soluciones basadas tanto en conocimiento científico como tradicional en cada región del país y proponerlas en las elecciones del 2021 y 2024.
Como sociedad debemos planear para el futuro para poder conseguir el beneficio social.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 9 de Mayo
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