Las instituciones que mayor huella dejan en las personas son las instituciones donde recibimos educación. Recordamos con cariño la primaria, la secundaria y también el bachillerato y finalmente, quienes tuvimos ese privilegio, la institución donde recibimos nuestra educación superior. En estos recuerdos están nuestras amistades, quienes nos impartieron clases y también evocamos las diversidades que encontramos en ellas que nos alimentaron para forjar nuestras conductas posteriores.
En nuestro país, si bien la educación es reconocida como un derecho, tenemos un sistema educativo público privado desde los niveles más tempranos hasta los niveles superiores. En este breve texto me referiré a la educación superior y las características que considero primordiales para que forme talento, genere conocimiento y extienda las culturas acorde con los diferentes entornos sociales y ambientales en los que vivimos.
Debe quedar claro que el convertir los servicios en general en una mercancía es una de las realidades de la economía actual. Los capitales están buscando nichos de oportunidad donde puedan invertir y obtener ganancias. Aunque esta frase parece descontextualizada, ya que el capital no tiene deseos, sino son las personas que los controlan las que deciden donde lo colocan y de esa colocación dependen los beneficios que se le otorgarán. Para mi es claro que la liberación a ultranza de todo lo que puede ser considerado mercancía es una forma de incrementar los flujos de dinero. Como ya lo he mencionado varias veces en estos texto, al incrementar los flujos de dinero se generan distribuciones de Pareto en las personas de acuerdo a la riqueza económica que poseen. Por ende, esta actitud de dejar todo a las leyes del mercado no conducirá a un bienestar social.
El transito hacia la comercialización de la educación y en especial de la educación superior se observa en el mundo. Sin embargo, las universidades en Latino América han mantenido una clara oposición a esta tendencia. Debo manifestar que no estoy en contra de que existan las universidades privadas; pero me parece fundamental que la sociedad, a través del gobierno, brinde opciones educativas de calidad desde el ámbito público. El financiamiento público suficiente de toda la educación, incluyendo el nivel superior, es una tarea irrenunciable de todo gobierno que promueva el bienestar social.
Precisamente en el contexto latinoamericano es donde desde mediados del siglo XIX las universidades en Uruguay y Argentina proponían proyectos de autonomía. En estos proyectos se enfatizaba que la autonomía debería comprender los aspectos educativos, presupuestarios, de gestión y de investigación.
Con esta tradición es que las universidades en la región, incluyendo México, han conseguido formar talento en un entorno diverso. Precisamente esta diversidad es la que ha posibilitado la discusión y construcción de puntos de vistas divergentes a las políticas de los diferentes gobiernos a lo largo de este siglo. Aunque estas ideas se discuten en los senos de las universidades, no son ellas las encargadas de transformar a la sociedad. Somos las personas que egresamos con diversos puntos de vistas las que mediante otras organizaciones tenemos la posibilidad de transformación a lo largo de nuestra vida cotidiana. Estas organizaciones son también diversas y diferentes: organizaciones de la sociedad civil, partidos políticos, empresas, cooperativas y por supuesto las personas que participan en los gobiernos.
Una vez terminados los estudios en las universidades, el talento formado se dirige libremente hacia donde las personas lo desean. No es culpa de estas instituciones la elección y mucho menos se les puede recriminar el camino que una persona formada en su seno elija. Enfatizo, las universidades públicas no son instituciones adoctrinadoras. Además, las universidades e instituciones de educación en general, no solo forman talento, sino que generan conocimiento que puede ser aplicado y extienden las culturas a diferentes comunidades. Estos son puntos esenciales que como sociedad no debemos perder de vista ni dejar que se cambien. El sector de la educación superior contribuye a la sociedad en aspectos fundamentales que no se pueden medir solamente por el número de personas que egresan; sino se deben incorporar, al menos, indicadores del desempeño en funciones de generación de conocimiento y de extensión de las culturas. Para poder cumplir con todas estas demandas sociales la universidades públicas deben tener autonomía en sus funciones y ser financiadas suficientemente por el gobierno en turno, aunque los critiquen.
Hoy en día debemos estar orgullosos porque la UNAM ocupa un lugar distinguido entre las universidades latinoamericanas en la mayoría de los “rankings” internacionales. Esta universidad pública caracterizada por ser una de las universidades de masas más grandes del mundo y una de las mejores en latinoamérica. Además es un ejemplo de diversidad y, a pesar de su tamaño, muestra amplia tolerancia hacia las diversas formas de pensar; pero preservando el rigor académico ante todo. Afortunadamente, la UNAM no es el único ejemplo de un buen ejercicio de la autonomía y podemos encontrar a lo largo del país otras universidades que hacen un buen uso de esta autonomía y construyen conocimiento, forman talento y extienden las culturas.
La verdadera riqueza en el ejercicio de la autonomía de las instituciones de educación superior está en la promoción de la diversidad, la construcción de consensos y visiones colectivas. Con esto, rechazo rotundamente las visiones totalitarias que intentan eliminar la diversidad y pretenden tener visiones únicas. Las universidades públicas tienen una tarea complicada, al menos deben construir y mantener su propia diversidad, redoblar su compromiso social y fortalecer su rigor académico.
De hecho, los movimientos sociales latinoamericanos de los siglos pasados y las movilizaciones del actual han sido apoyados fuertemente desde las universidades autónomas gracias a la participación activa de sus comunidades.
Festejemos y fomentemos la autonomía de las universidades que son el producto de la lucha social latinoamericana, y mexicana, ante los embates del colonialismo o el imperialismo o el stalinismo o el neoliberalismo o cualquier propuesta totalitaria. Las universidades autónomas fomentan la diversidad, son el refugio de las ideas cuando se pretende combatir a los que piensan diferente, pueden formar a las personas con conocimiento, libertad de pensamiento y acción.