miércoles, 24 de noviembre de 2021

Las consecuencias de la pobreza para los impactos de la COVID-19

En nuestro país, de acuerdo con los últimos datos del INEGI reportados por CONEVAL, tenemos más del 50 % de la población viviendo por debajo de línea de pobreza. Hace más de tres años se observaba una ligera mejora en este indicador al encontrarse por debajo de ese 50 %; sin embargo, en este año se incrementó sustancialmente. Es muy probable que la crisis económica provocada por la COVID-19 haya incrementado este lacerante indicador; que ya de por si ocasionó que una proporción muy grande de la población buscara alternativas diferentes a los cambios que se ofrecían a principios de este siglo, optando por un gobierno que prometía apoyar a la población pobre. 
Muy lamentablemente los datos indican que tanto la COVID-19 como el otro problema mundial que nos afecta, el cambio climático están impactando más negativamente en el sector de la población mexicana pobre. Es cierto que estos dos eventos, no han sido causados por esa población; pero si está sufriendo sus consecuencias. En cuanto al cambio climático, lo discutiremos en otra ocasión, en este texto comentaremos sobre las consecuencias de la pobreza para los impactos de la COVID-19 en la población según sus ingresos.
En este mes, se publicó un artículo en la revista The Lancet que observa una diferencia en los ingresos de las personas en México que mueren y aquellas que aunque se enferman no llegan a sufrir la muerte. En ese artículo se afirma que la pandemia de COVID-19 evidenció grandes desigualdades estructurales mostrando disparidades en la salud de las personas en función del nivel socioeconómico. En la mayoría de los artículos previos los datos agregados o de simulaciones apuntan a otros posibles mecanismos detrás de la asociación, en particular se hacía referencia a la situación de salud previa, comorbilidades, de las personas. En este artículo se han realizado estudios específicos, sobre la diferencia en los ingresos de las personas que llegaron a morir por la COVID-19 en nuestro país. En particular, el análisis se basó en datos en el ámbito individual y ajustados por comorbilidades o acceso a la atención médica. Para no dejar duda de los resultados en el estudio se controlaron las variables de comorbilidad y de atención médica y se concluye que las personas en el decil de ingresos más bajo tenían una probabilidad de morir de COVID-19 cinco veces mayor que las del decil superior. La diferencia no es un porcentaje menor, sino cinco veces más probable de morir al sufrir la COVID-19 si se es pobre. Este resultado es un indicador inequívoco de que la estrategia que se ha impulsado no ha podido atender a la población más pobre, quienes han sufrido la muerte en una proporción mucho mayor. Notemos que al controlar las variables de comorbilidad y de acceso a los cuidados de salud, se descartan estas variables y se deja una terrible conclusión de que la población más pobre está pagando con creces las decisiones de la actual política para contender al COVID-19. La situación de desigualdad de los impactos ya había sido esbozada en boletines de la Facultad de Medicina de la UNAM.
A mediados del año pasado, nuestro país, junto con Brasil y EE. UU., eran ejemplos para ilustrar que la profunda polarización política y la ausencia de propuestas basadas en conocimiento causan efectos negativos sobre la habilidad de los gobiernos para responder a la COIVD-19. Además, se apuntaba hacia la desigualdad económica de la población en los primeros dos países. En ese entonces se ilustraba con el número de muertos por casos confirmados, pero no había información detallada. 
Es muy lamentable que, el artículo de Eva Arceo Gómez y colaboradores que se publicó en The Lancet, como mencioné anteriormente, confirma, sin lugar a dudas, que en nuestro país la afectación a la población más pobre está siendo muy por encima de aquella de la población con bienestar. Esta terrible conclusión nos exige reflexionar y demandar un cambio de estrategia que disminuya los efectos sobre la población más pobre de las crisis. Estoy seguro de que hay aspectos correlacionados con el bienestar que merecen ser ampliados a la población más pobre y así disminuir los efectos de las crisis, en particular de la provocada por la COVID-19.

Nurse Graffiti COVID-19
Grafiti de sanitario COVID-19 en Málaga, España, sobre el muro sur que delimita la finca de San José (imagen Daniel Capilla)

Me atrevo a insistir, en lo obvio y que tanto se ha enfatizado, el uso adecuado del cubrebocas de tres capas en todos los espacios, ya que es una medida barata y que debe enfatizarse con el ejemplo desde todas las posiciones. Estoy seguro de que toda la población mexicana puede seguir estas reglas, como se ha mostrado cuando se viaja a otro país donde la regla es el uso obligatorio del cubrebocas. Hemos observado como hasta el presidente de la República Mexicana usa el cubrebocas en reuniones en otros lugares. Así que debemos continuar con ese uso, incluso en las reuniones en nuestro país y dar el ejemplo. 
Por otro lado, es imperiosa la vacunación contra el COVID-19 o cualquier otra enfermedad a toda la población, la salud de la población es uno de los requisitos para el bienestar social y la contribución de las vacunas es fundamental. Esto último implica un esfuerzo económico que toda la población merece, en especial, la población infantil. No debemos escatimar esfuerzos y en cuanto sea seguro vacunar a toda la población la obligación de los gobiernos es ofrecer esa alternativa.
Sigamos cuidándonos, aunque estemos vacunados hay personas que no han podido hacerlo y a la población infantil no se le ha otorgado ese derecho. Usemos el cubrebocas en nuestras actividades cotidianas.


Una versión previa de este artículo fue publicada el día 24 de noviembre en el periódico la Unión de Morelos.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

La electrificación de nuestras actividades

Hace algunos meses decía lo dañino que es el uso de combustibles para realizar actividades cotidianas en entornos cerrados. Por ejemplo, cocinar con gas (LP o natural) o con leña en lugares no ventilados daña nuestra salud. En aquellos escritos comentaba que los gases producto de la combustión dañan la salud de las personas que habitan esos lugares, en particular, a la población infantil. El transitar a una cocción que use la electricidad parece ser una alternativa adecuada que evita contaminemos nuestras habitaciones y que respiremos los gases de combustión durante la preparación de nuestros alimentos.
Por supuesto que este cambio puede provocar sabores o texturas diferentes en los productos de la cocción y un proceso de aprendizaje de las personas que cocinan para conseguir los sabores o textura en algunos platillos será necesario. Sin embargo, desde mi experiencia estos cambios podrían ser conducidos en una forma rápida y creativa al involucrar a todas las personas que preparan alimentos como a aquellas que los consumen y atender a las modificaciones que posiblemente se causarán en los sabores y texturas con los cambios en el proceso de cocimiento y adecuar estos procesos.
Tenemos que reconocer que nuestros alimentos han sido preparados con fuego desde hace miles de años. Efectivamente, el dominio del fuego data desde la prehistoria y podemos decir que este dominio transformó profundamente a la especie humana. Al cocer los alimentos se aumentó su digestibilidad y se incrementó tanto el nivel calórico como la posibilidad de asimilar más fácilmente algunas proteínas. 
Observamos esta situación en cuanto al uso de combustibles en la cocina, pero también tenemos que cambiar el uso de energía en transporte y en lugar de usar vehículos de combustión interna se podrían usar vehículos eléctricos. Por supuesto que el uso de movilidad no motorizada con la infraestructura adecuada es un real alternativa por la que es muy conveniente optar. De estas maneras, se evitaría la emisión de gases nocivos en los entornos cercanos a las personas. Además, que se disminuiría en fenómeno de isla de calor en las ciudades y del ruido, ya que los vehículos eléctricos o no motorizados son menos ruidosos. 
Estoy seguro de que la electrificación de la energía que utilizamos para realizar nuestras actividades cotidianas es una alternativa que mejorará la salud de las personas. Sin embargo, seguramente ustedes estarán pensando alguna limitaciones o dichos que es importante reflexionar y utilizar información para poder tomar decisiones. 
Denme la oportunidad de comentar algunos de los mitos que, desde mi perspectiva, están presentes en el imaginario colectivo sobre la electrificación.
Primero, la electrificación no es cara. Es importante recordar que la electricidad generada con energías renovables como la solar y la eólica es más baratas que aquella generada con combustibles fósiles. Es más la tendencia es que el crecimiento exponencial hacia la transición a energías renovables ahorrará trillones de dólares en el futuro cercano. El construir nuevas edificaciones que estén electrificadas es más barato que construir edificaciones que usen combustibles fósiles. Como lo he mencionado varias veces, el kilómetro recorrido en un vehículo eléctrico es más barato que en un vehículo de combustión interna. Estos son tres mitos que se propagan desinformando y evitan que tomemos decisiones con información cierta. 
Otro mito es que existe variabilidad en las fuentes renovables y este hecho las descalifica; pero en muchos casos las fuentes renovables son complementarias y cuando no hay radiación solar suele haber viento o puede haber disponibilidad de biocombustibles que puede usarse para generar electricidad. Además, cada vez las baterías son más baratas y las personas dedicadas a la innovación ahora están implantando alternativas sustentables, por ejemplo baterías de polímeros que no tendrán los inconvenientes de las actuales y se acercan más hacia la sustentabilidad. 
Decir que hay sectores donde la transición no podrá llevarse a cabo es otra de las limitaciones esgrimidas por muchas personas. Tengo que reconocer que hay sectores que aparentemente no pueden transitar a las renovables como ejemplos el transporte, la industria siderúrgica y del cemento presentan características especiales en su demanda energética que complican su cobertura con renovables; aunque, hay posibilidades con nuevas tecnologías de hidrógeno verde, por ejemplo.
La actual política energética federal en nuestro país no está fomentando el uso de las renovables, sin embargo, parece haber un ligero cambio en el discurso de autoridades estatales o municipales que apuntan hacia medidas que sean saludables y no comprometan la vida. Este discurso y sus acciones correspondientes merecen ser retomadas por la sociedad e impulsar que se difundan a otras regiones.
Por si estos comentarios no fueran convincentes, puedo mencionar que es mucho menos difícil controlar la emisiones en las termoeléctricas que controlarlas en cada vehículo de combustión interna o en los miles de hogares que usan gas para cocinar. La implantación de medidas de mitigación y control de las emisiones en las centrales de combustibles fósiles es menos complicada. Aunque tengo que decir que el uso de las fuentes distribuidas de energía con renovables son de las mejores alternativas para las diferentes localidades y son una verdadera opción para la electrificación.

Lightning cloud to cloud (aka)

En síntesis, desde mi perspectiva, después de miles de años que hemos utilizado el fuego como energía para nuestras actividades, es momento de transitar hacia la electrificación. Recordemos que el control de la electricidad fue posible hace menos de doscientos años, en cambio, el fuego lo hemos utilizado por miles de años. Así que será necesario modificar nuestros hábitos para utilizar la electricidad en nuestras actividades cotidianas en sustitución del fuego. Parece que la electricidad puede ser el “fuego nuevo” que nos permita acercarnos hacia un planeta donde las especies convivamos sin modificar drásticamente nuestras posibilidades de sobrevivencia con otras personas y otras especies.


Una versión previa de este artículo fue publicada el día 17 de noviembre en el periódico la Unión de Morelos