miércoles, 26 de enero de 2022

No miren a las renovables, parecen decir

Hace cinco años, si hace un lustro escribía que el “hoy no circula es un programa caduco, obsoleto y falaz”, lo mismo puedo decir de la pretendida reforma a la industria eléctrica. Que la propuesta es caduca, obsoleta y falaz. 
La propuesta de promover la generación eléctrica con combustóleo continuará el daño a la salud de miles de personas en nuestro país. El pretender que la generación eléctrica se base principalmente en las plantas actuales de la CFE implica que se utilizarán combustibles fósiles mayoritariamente. En particular, la propuesta pretende ayudar a PEMEX a colocar en algún lugar los residuos de las plantas de refinación. Uno de los principales residuos de las plantas de refinerías de petróleo es el combustóleo que ya no puede ser desechado o quemado en muchos lugares.
Es así, como dos propuestas falaces para atender a los pobres primero están causando más desigualdad que resolver precisamente la gran desigualdad que existe en nuestro país. 
Es esencial enfatizar que este problema no surge en esta administración federal, sino que se viene arrastrando desde hace más de medio siglo. Pero, también debemos reconocer que las propuestas actuales en el ámbito energético, de construir o comprar refinerías, solamente descansan en argumentos falaces. Es falso que al refinar el petróleo vayamos a tener gasolina barata a largo plazo, tampoco es veraz el que tener dos empresas del estado podrán propiciar el bienestar social de una población de más de 120 millones de personas. La visión economista de solamente considerar los precios, es una perspectiva que muchas personas criticamos desde finales del siglo pasado, cuando enfatizábamos la importancia de los aspectos negativos que tiene en la salud de las personas y de los ecosistemas la quema de combustibles fósiles.
También es claro que hace medio siglo, la tecnología de las fuentes renovables era más cara que la tecnología de los combustibles fósiles y que la perspectiva ambientalista no era soportada por datos firmes y se esgrimían incertidumbres. En nuestros días, estos aspectos han cambiado. Las tecnologías de fuentes renovables son más baratas que las tecnologías fósiles. El costo ambiental ya está siendo importante en muchos lugares, incluso en nuestro país. Se están produciendo cambios en el terreno agrícola o en las demandas de energía para enfriar o calentar debido a temperaturas cada vez más extremas o las inversiones o costos para atender eventos climáticos extremos como huracanes que con mayor frecuencia desatan desastres en la infraestructura y en la población. Así vemos que las antiguas incertezas ahora son verdades confirmadas: Estamos sufriendo un cambio climático antropogénico, es decir, causado por las actividades humanas.

La fuentes renovables son parte de la solución al bienestar social

La propuesta de cambios del ejecutivo arguye devolver a los mexicanos la soberanía energética y, desde mi punto de vista, faltan a la verdad; ya que hoy el sistema energético descansa en las plantas de cogeneración para las que no se cuenta con el suficiente combustible en nuestro país. Se requiere importar el combustible o quemar el combustóleo que verdaderamente causa estragos en la salud de la población cercana a las termoeléctricas y contribuye a acentuar el cambio climático. Es decir, no contribuyen a la soberanía ya que se importa el combustible.
Así es como esta propuesta, me recuerda una película de moda y me sugiere una frase para los políticos mexicanos actuales que parecen gritar “NO MIREN A LAS RENOVABLES”. 
Es evidente que las diferentes visiones de las ciencias exactas, naturales y sociales, sí de todas ellas, apuntan a que las fuentes renovables, en conjunto, pueden aportar alternativas en la construcción de un bienestar social. Cuando el discurso desde la CFE o desde la SENER enfatizan a los combustibles fósiles nos están tapando los ojos y dicen no miren a las renovables, no las consideren; hagamos como en la película y como la fábula del avestruz, escondamos la cabeza en el agujero del pasado y no veamos las posibilidades de construir una solución que ataque la diversidad de problemas que enfrentamos.
Nuestra situación no es fácil y las soluciones no son evidentes y menos nominalistas, ni tampoco maniqueas. Las diferentes capacidades de la diversidad de entornos sociales y ambientales requieren de la conjunción y construcción de conocimientos desde muy variadas perspectivas y áreas. Tenemos que construir soluciones para las diversidades de nuestro país.
Espero el parlamento abierto y la contribución de muchas personas en él y en los diversos medios permitan construir una verdadera opción energética para satisfacer las necesidades de la población mexicana.
No me queda más que concluir diciendo, miremos a las renovables, son las herramientas para construir una realidad donde el bienestar social empiece a florecer. 


Este artículo fue publicado el día 26 de enero en el periódico la Unión de Morelos.

miércoles, 19 de enero de 2022

Es posible caminar hacia la energía sustentable en México

Esta semana comenzó el parlamento abierto para discutir la propuesta de reforma constitucional sobre la industria eléctrica. Me anticipo a decir que, aunque no parezca, tenemos la oportunidad de cambiar las cosas para que aceleremos la transición hacia energías renovables y el bienestar social. Por supuesto que si pensamos en estas direcciones, tenemos que pugnar por cambios que no se apuntan en la propuesta presidencial y que tampoco se habían impulsado con vehemencia en el pasado. Con estas advertencias debe quedar claro que el camino será más que complicado y que enfrentaremos ideas preconcebidas hace algunas décadas, que han revivido inexplicablemente, e intereses creados en los últimos años.
En mi opinión, la visión que nos permitirá conciliar los aspectos económicos con los ambientales y los sociales involucra a la sustentabilidad. Recordemos que con el concepto de sustentabilidad consideramos que es un paradigma que busca considerar simultáneamente las dimensiones de la naturaleza, la economía, la sociedad y la organizacional. Con esta visión de que en cada acción, en cada estrategia y en cada evaluación de resultados se involucren estas cuatro dimensiones, se potencializa la construcción del bienestar social. El concepto de bienestar social también involucra el bienestar de todas personas y de las otras especies con las que compartimos el planeta.
En este marco de referencia, uno de los problemas que enfrentamos hoy en día es el cambio climático que por más de un siglo hemos causado las personas que hemos usamos los combustibles fósiles de una manera que maximiza la rapidez de consumo.
En el entorno internacional observamos diferentes tendencias unas propugnan por acelerar la transición energética a las renovables y otras minimizan los posibles impactos y promueven un lento movimiento de esta transición. Desde mi perspectiva, no solo debemos acelerar la transición, sino que debemos buscar una revolución energética que utilice de manera responsable la energía y que sea generada de fuentes renovables. 
Con la idea de manera responsable, me refiero a utilizar la tecnología energética involucrando en la toma de decisiones a las capacidades de los entornos naturales como de las comunidades para cada uso, aplicación o fuente de generación.


AVD Domaine de Nidolères Tresserre vue du ciel (3)

Primeramente, debe quedar claro que la energía es un medio para atender las necesidades de las diferentes comunidades y ellas son las que definen qué necesidades atender y, con información basada en conocimiento, decidir las tecnologías a usar. Segundo, es imperioso que la selección considere los aspectos ambientales y de salud tanto de las personas como de los ecosistemas. Tercero, dadas las desigualdades de disponibilidad y uso de la energía, es recomendable brindar oportunidad para que las sociedades con pobreza económica puedan generar productos y servicios con valor de intercambio y promover la eliminación del uso irracional y desmedido de la energía por sectores que no han tenido conciencia del impacto negativo que han provocado con el uso meramente consumista de la energía y recursos naturales.
Desde mi perspectiva el gobierno y la CFE tienen la encomienda de brindar acceso a la energía para que las personas puedan satisfacer sus necesidades y realizar actividades que nos permita alcanzar el bienestar social. Para ello, es conveniente encargarse de la transmisión y distribución de la energía, como hasta ahora; pero invirtiendo en una red de transmisión y distribución verdaderamente inteligente. Esta red inteligente, deberá contener dispositivos y sistemas que colecten información de su entorno cercano para compartirla con otros segmentos de la red. Estos dispositivos o sistemas también deberán tener la capacidad de procesar la información propia y de otros segmentos y con ellas actuar para maximizar el uso de energía que provenga de fuentes renovables minimizando el uso de los combustibles fósiles.
Dadas las tecnologías renovables disponibles y su conveniencia económica y ambiental, la promoción de la generación distribuida mediante la adecuada conexión a la red de distribución y transmisión es uno de los pilares para conseguir un sistema energético sustentable. Aquí reitero que la energía sustentable no solamente es renovable, sino que para poder atribuir el adjetivo de sustentable, los sistemas/plantas/dispositivos de fuentes renovables en su implementación deben incluir todas las dimensiones de la sustentabilidad. Así una fuente renovable que no considere los aspectos sociales, no puede ser calificada como sustentable. 
En mi opinión, en el parlamento abierto podemos enfocarnos en la búsqueda de un sistema eléctrico nacional sustentable en lugar de perseguir solamente energía barata, o de usar el petróleo para fines energéticos (el petróleo puede ser usado en otras formas), o de maximizar los beneficios económicos a costa de impactos nocivos en la sociedad o en el ambiente.
La electrificación de las actividades es una trayectoria que puede construirse colectivamente si nos enfocamos en la sustentabilidad.
Los tiempos no son tranquilos y hay posibilidades de retroceder algunas décadas en el sector energético; pero podemos buscar construir colectivamente un futuro energético para nuestras juventudes donde el bienestar social sea un común denominador en las diferentes sociedades.
Este artículo fue publicado el día 19 de enero

miércoles, 12 de enero de 2022

Ya sabemos que hacer, hagámoslo

Del 25 de mayo al 22 de agosto del 2021 se pasó de tener aproximadamente 14 mil a más de 130 mil casos de COVID-19 a la semana registrados en México. Esa fue la última ola de la enfermedad del 2021. En cambio, al final del 2021 e inicios del 2022, la variante Ómicron cambió la tasa de contagio que pasó del 22 de diciembre al 9 de enero de aproximadamente 13 mil a más de 134 mil casos a la semana. En ambos períodos el incremento es de diez veces, pero mientras el del año pasado se reporta el cambio máximo, en este período parece solo el comienzo. Además, notemos que en el primer intervalo de tiempo pasaron casi tres meses, pero el último es de menos de un mes. Estamos sufriendo un embate muy fuerte para la salud pública en nuestro país. A finales de noviembre pasado escribía sobre que los impactos de la COVID-19 han sido más intensos en la población más pobre y en esta ocasión estamos presenciando lo mismo. Observamos larguísimas colas para la atención médica en los servicios públicos de salud. La ausencia en sus labores de las personas sufriendo la COVID-19 está provocando paralización en muchos sectores tanto púbicos como privados. Estas ausencias causan efectos similares a un cierre de las actividades. Por supuesto que la obligación de los gobiernos es alertar a la población. 
Con las experiencias de las primeras semanas en otros lugares del mundo se podía haber definido estrategias de aviso consiente e informado a la población, para intentar disminuir la rapidez de los contagios, pero no se ha hecho con vehemencia. Los diferentes niveles de gobierno optaron por menospreciar las posibles graves consecuencias que estamos empezando a observar. Somos uno de los países con mayor número de muertes por habitante, mostrando preocupante baja resiliencia a los efectos, económicos, sociales y de salud, de la COVID-19 que nos augura un muy lento proceso de recuperación y que quizá aumente las desigualdades en la sociedad. La tasa de resiliencia para nuestro país, es de la mitad de la mayoría de los países del tamaño de nuestra economía. Esto implicará que los efectos negativos permanecerán por más tiempo. No solo la hospitalización y las defunciones son lacerantes, las posibles consecuencias de haber sufrido la enfermedad sin las atenciones y cuidados informados porque no hay cupo también lo serán. Adicionalmente, las actitudes de menosprecio a las ciencias como apoyo para la toma de decisiones y enfatizar los objetivos de corto plazo de construcción de mega obras son aspectos que no parecen apuntar hacia el bienestar social. Estas últimas muy cuestionables en cuanto difícilmente conducirán a un bienestar social.
Enfatizo, lo que verdaderamente me desespera es que se sabía de la explosividad de contagio de la variante Ómicron y el gobierno mexicano no definió estrategias para disminuir la rapidez de contagio con las medidas que ya conocemos. En estos momentos, cuando el mismo presidente de la República, que evita el uso del cubrebocas en nuestro país, ha sido nuevamente detectado como positivo a la enfermedad, es uno de las últimas oportunidades para cambiar las estrategias y hacer caso a los sectores que construyen conocimiento y pugnamos por las estrategias que privilegian la salud de la población, en lugar de seguir privilegiando elefantes blancos.
En las últimas semanas de diciembre y la primera de enero, una esperanza estaba rondando por el mundo: si las infecciones causadas por el Ómicron son menos graves, la transición hacia una convivencia con un virus SARS-COV-2 menos letal parecía viable, pero últimamente hay algunos casos que no concuerdan con está hipótesis. Hay que seguir esperando más información; pero no podemos convertirnos en los sujetos experimentales para corroborar esta hipótesis. Si, al no evitar los contagios, estamos siendo una población que puede aportar datos a favor o en contra de esta hipótesis, es decir, con un número importante de casos graves o con una población que transitó hacia la convivencia con menos gravedad. Con esta irresponsable actitud, se está olvidando el principio precautorio del que tanto se habla en parte del sector científico en el poder actualmente; pero que se aplica selectivamente.
Tenemos prácticamente dos años, la población que tenemos el privilegio de contar con información global y que hemos podido sobrellevar la COVID-19 de una manera menos perjudicial, debemos actuar con el ejemplo y alertar a las personas que nos rodean para que con base en el conocimiento decidan y eviten enfermarse por primera vez o por segunda o por tercera; ya que cada nuevo contagio puede ser peligroso y traer consecuencias a largo plazo. 

Qué hacer para evitar contraer el Ómicrón, (UNAM)

Las instituciones académicas como la UNAM, están desplegando un esfuerzo mayúsculo aportando información confiable y poniéndola a disposición de amplios sectores de la población, pero se requiere acciones amplificadoras por parte de nosotros. Si cada persona puede usar sus redes de contactos para difundir estos mensajes. Esta semana podemos ver en el canal de YouTube de Gaceta UNAM un mensaje con algunas recomendaciones para disminuir el riesgo de infectarse con Ómicron. Hagamos nuestra labor de propagación, si tenemos contactos con acceso a la Internet compartamos la liga, pero seguramente conocemos a personas que no tienen este privilegio, compartamos lo que se dice y contribuyamos a construir una sociedad más informada y que actúe en concordancia con información basada en conocimiento.

Este artículo fue publicado el día 12 de enero en el periódico La Unión de Morelos.

miércoles, 5 de enero de 2022

Cambio de estrategia para contender con la COVID-19

Mientras los políticos discuten que si se adelantan los tiempos de la sucesión presidencia, que si el INE no quiere realizar la consulta sobre la revocación de mandato u otro tipo de distractores, la población mexicana enferma de COVID-19. Yo mismo también podría comentar que el cambio climático es un problema que debemos atender; pero la situación de creciente número de casos de COVID-19 debe ser urgentemente atendida. 
Por cierto considero que el cambio climático es urgente, que las amenazas al CIDE, al INAH a la ENAH a la UNAM, a toda institución de educación pública también son tópicos de atención inmediata por parte de la población mexicana; pero en otro nivel de urgencia comparada con la COVID-19. Esta última mata personas en lo inmediato y causa enfermedades de largo plazo que pudieran ser evitadas con orientación y medidas por parte de las autoridades que elegimos para ocupar los puestos en el gobierno.
Estamos ante la variante Ómicron del SARS-COV2 que parece ser una especie viral de lo más contagiosa. Ante este hecho, las autoridades en México, de todos los niveles, parecen estar ciegas, o al menos no actúan ante esta situación con base en lo que la sociedad ha aprendido en otros países y se escudan en que esta variante parece ser menos grave.
En algunos medios de comunicación se alerta basándose en la letalidad, que se define como el cociente entre el número de muertes y el número de casos positivos.  Sin embargo, en nuestro país no se contabilizan confiablemente los casos de COVID-19, de hecho, el número de casos registrados es mucho menor al dato real. Por lo tanto, la letalidad no es adecuada para conocer la situación y en nuestro país con ella se sobreestima la gravedad de la situación. Por eso, considero que el exceso de mortalidad es un indicador que refleja mejor la intensidad del impacto de la COVID-19 en el bienestar de sociedad mexicana. En este indicador se pueden estimar más de 600 mil muertes en exceso durante los años 2020 y 2021 para nuestro país (los datos oficiales son de 300 mil muertes debidas al COVID-19). Las muertes en exceso son un número más cercano a fatalidades asociadas con la enfermedad de COVID-19 en México, es decir, ha habido aproximadamente cinco muertes asociadas al COVID-19 por cada 1,000 habitantes. En la gráfica se puede observar el acumulado de muertes en exceso asociadas al COVID-19. Desde mi punto de vista no necesitamos comparar con otros países u otras sociedades. El que haya cinco defunciones por cada mil habitantes asociadas solamente a esta enfermedad es claramente una muestra de que las diferentes estrategias no han sido las adecuadas.

Exceso de muertes al 2 de enero del 2022 en México

En la última semana se han desbordado las solicitudes de pruebas para conocer si se padece COVID-19 en las diferentes ciudades del país. Esta situación de explosión de casos, a pesar de que contamos con más del 55 % de la población con vacunación completa y con un segmento (parte de la población de mayores de 60 años con un refuerzo), es de llamar la atención dado que se ha mantenido un discurso de menospreciar los posibles daños a la salud de la población. En mi opinión, al no actuar con el ejemplo usando cubrebocas en todos los eventos de gobierno, no proveer de las pruebas necesarias a la población para que se pueda actuar con conocimiento, al promover el ambiente festivo y no alertar con responsabilidad, las autoridades locales, estatales y federales muestran un total desinterés por la salud de la población.
En particular, como ya he mencionado con anterioridad, la población en el sector más pobre es la que más ha sufrido los embates fatales del COVID-19. Así que estas estrategias no han correspondido el dicho de “primero los pobres”, más bien parecen incrementar las desigualdades. 
La población con mayores recursos, ha podido vacunarse en otros países, ha podido adquirir oxígeno cuando lo requiere o atención hospitalaria en el sistema de salud privado y se ha transportado mediante el sistema privado con mayor  seguridad, entre otros privilegios. En cambio, la porción más pobre de la población mexicana ha tenido que esperar a vacunarse cuando le toca y con lo que le toca, ha sufrido la saturación del sistema hospitalario público cuando sucedió (espero que ahora con este incremento nuevo de casos no se llegue a la saturación, como a principios del 2021). Se tiene que movilizar en un transporte público saturado e ineficiente, donde los contagios pueden darse ahora con mayor facilidad con la Ómicron que con las variantes previas, que eran menos contagiosas.
Por estas razones, solicito a las autoridades locales, estatales y federales modificar las estrategias basándose en la información que hoy tenemos y observar las estrategias que han tenido otras sociedades que han tenido menor número de muertes en exceso por habitante. Estas últimas han sido capaces de disminuir comparativamente las fatalidades y estarán mejor preparadas mental, económica y socialmente para proceder con una recuperación.
Implantemos pruebas periódicas en las escuelas y en los centros de trabajo donde se tengan reuniones presenciales (con las medidas de aislamiento en concordancia con el resultado), recomendemos el uso masivo y adecuado de los cubrebocas, mantengamos la sana distancia y todas esas medidas que se han instrumentado en otros lugares y que nosotros las hemos usado.
Estoy seguro de que si ponemos en marcha estas medidas, la detección temprana de los casos evitará muchísimos contagios y con ello la salud de la población en general se verá menos impactada negativamente.
Por supuesto, que después de seguir estas medidas, tenemos que promover estrategias para combatir el cambio climático, la desigualdad económica en la población y el deterioro de las instituciones que nos posibilitan construir conocimiento para definir las estrategias adecuadas para aproximarnos al bienestar social.


Una versión previa de este artículo fue publicada el día 5 de enero en el periódico la Unión de Morelos