La semana pasada estuve nuevamente en la ciudad de Mérida en el III Congreso Nacional de Ciencias e Ingeniería de Materiales, me sorprendió gratamente ver que muchos estudiantes están preocupados por obtener nuevos materiales que presenten una solución viable para una amplia diversidad de problemas. En particular, me llamó la atención el esfuerzo de colegas y estudiantes de diferentes lugares de la República Mexicana, que van desde Sonora hasta Yucatán, por obtener una película delgada que sustituya a los plásticos a partir de la quitina. Es decir, tener una película orgánica que sirva para sustituir al plástico obtenido del petróleo. Creo importante recordar que la quitina es un compuesto orgánico que de acuerdo a la jerga científica se encuentra fundamentalmente en los exoesqueletos de los artrópodos, en lenguaje común: encontramos a la quitina en las “cáscaras” de los camarones, es decir en la “basura” que tiramos después de comer camarones frescos, y en la cubiertas de la mayoría de los insectos. Debo comentar que para fabricar la película deseada se requiere modificar la quitina y transformarla en quitosano, algo todavía más interesante es que el quitosano tiene propiedades antifúngicas, inhibe el desarrollo de hongos. Es decir, además de poder generar un “plástico” orgánico se podría tener envolturas que disminuyera la proliferación de hongos dentro de ellas. También me enteré que las setas (Pleurotus ostreatus), sí, las que comemos, producen quitina, aunque en menor proporción que los artópodos; por supuesto hay otros hongos no comestibles que producen quitina y pueden ser una alternativa para la obtención del quitosano. En este tema hay trabajo para los químico1es, ingenieros químicos, biólogos, genómicos, agrónomos, acuiculturores, etc. Es decir necesitamos un ejercito de jóvenes preparados y emprendedores que unan esfuerzos para obtener un método viable y amigable con el ambiente para obtener este tipo de “plásticos” orgánicos.
Debo decir que hubo otros trabajos interesantes; pero me tocó las fibras más sensibles un trabajo de cuatro jóvenes ingenieras poblanas sobre las propiedades del tempesquistle (Sideroxylon palmeri) “un fruto, parecido a la aceituna en cuanto a forma, color e incluso en su semilla o hueso interior que al abrirla desprende una sustancia lechosa blanca que al contacto con la piel se percibe pegajosa”. Al menos yo desconocía este fruto, no sabía que crecía en la mixteca poblana y que después de un proceso peculiar de cocimiento es consumido como parte de la dieta de la población de la región. Lo importante del trabajo no fueron los hallazgos, sino la intención que defendían vehementemente las autoras del mismo. Argumentaban que requerían estudiar las propiedades alimenticias de tempesquistle; pero que sus estudios se enfocan a identificar los compuestos presentes en este fruto y que pudieran tener alguna aplicación interesante para desarrollar productos comercializados desde la región. ¿Cuántos otros recursos naturales tenemos a nuestro alcance? ¿Cuántas plantas contienen compuestos no descubiertos con posibles usos?
En mi opinión, éste es un ejemplo del compromiso que los jóvenes ingenieros y científicos están asumiendo para obtener soluciones a la problemática que nos afecta. ¿Cómo van los candidatos a los puestos de elección a apoyar a esta población comprometida? Obviamente la respuesta no puede ser “apoyar” a proyectos específicos, la respuesta tendría que incluir acciones a todos los niveles educativos que promovieran los estudios de nuestro entorno que generen conocimiento. Cada vez me queda más claro que en nuestro país, y en nuestro Estado en particular, impera el desconocimiento de nuestro entorno y por ende de sus posibilidades para el desarrollo económico sustentable. El estudio detallado del entorno usando las metodología científica para obtener conocimiento y aplicarlo de inmediato es algo que hemos pregonado y que nos puede conducir a este tipo desarrollo sustentable.
Me queda claro que la juventud se compromete, desde aquel que estudia una licenciatura en informática y se enrola en la policía federal, hasta aquella ingeniera que estudia el tempesquistle en busca de compuestos y procesos que puedan conducir a productos comercializables desde la mixteca poblana. Sin embargo, mientras una responde a una acción reactiva, la segunda es propositiva y creativa, considero muy importante fomentar las últimas.
Debo decir que hubo otros trabajos interesantes; pero me tocó las fibras más sensibles un trabajo de cuatro jóvenes ingenieras poblanas sobre las propiedades del tempesquistle (Sideroxylon palmeri) “un fruto, parecido a la aceituna en cuanto a forma, color e incluso en su semilla o hueso interior que al abrirla desprende una sustancia lechosa blanca que al contacto con la piel se percibe pegajosa”. Al menos yo desconocía este fruto, no sabía que crecía en la mixteca poblana y que después de un proceso peculiar de cocimiento es consumido como parte de la dieta de la población de la región. Lo importante del trabajo no fueron los hallazgos, sino la intención que defendían vehementemente las autoras del mismo. Argumentaban que requerían estudiar las propiedades alimenticias de tempesquistle; pero que sus estudios se enfocan a identificar los compuestos presentes en este fruto y que pudieran tener alguna aplicación interesante para desarrollar productos comercializados desde la región. ¿Cuántos otros recursos naturales tenemos a nuestro alcance? ¿Cuántas plantas contienen compuestos no descubiertos con posibles usos?
En mi opinión, éste es un ejemplo del compromiso que los jóvenes ingenieros y científicos están asumiendo para obtener soluciones a la problemática que nos afecta. ¿Cómo van los candidatos a los puestos de elección a apoyar a esta población comprometida? Obviamente la respuesta no puede ser “apoyar” a proyectos específicos, la respuesta tendría que incluir acciones a todos los niveles educativos que promovieran los estudios de nuestro entorno que generen conocimiento. Cada vez me queda más claro que en nuestro país, y en nuestro Estado en particular, impera el desconocimiento de nuestro entorno y por ende de sus posibilidades para el desarrollo económico sustentable. El estudio detallado del entorno usando las metodología científica para obtener conocimiento y aplicarlo de inmediato es algo que hemos pregonado y que nos puede conducir a este tipo desarrollo sustentable.
Me queda claro que la juventud se compromete, desde aquel que estudia una licenciatura en informática y se enrola en la policía federal, hasta aquella ingeniera que estudia el tempesquistle en busca de compuestos y procesos que puedan conducir a productos comercializables desde la mixteca poblana. Sin embargo, mientras una responde a una acción reactiva, la segunda es propositiva y creativa, considero muy importante fomentar las últimas.
Este texto se publicó el 7 de marzo en la UNIÓN.
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