En estos días donde las noticias en el mundo se refieren a atentados contra la vida de personas que, como cualquiera de nosotros, camina por las ciudades, se mueve en transporte público, asiste a una festividad, sea religiosa o civil o gobiernan un municipio quiero abundar sobre un punto que debemos entender y que descuidamos.
Compartimos un planeta, territorio, ciudad, colonia o condominio y en muchas ocasiones manifestamos un poderoso actuar egoísta que atenta contra el bienestar colectivo, de todos.
La semana pasada escribí sobre la problemática de compartir y que debemos aprender a hacerlo, recibí dos comentarios sobre ese texto de dos colegas científicos. Los dos me hicieron notar que había escogido como ejemplo algo banal y que el comportamiento egoísta tenía mucho más manifestaciones. Aquí me permito transcribir algunas frases de Agustín López Munguía: “Tienes toda la razón. Sin embargo me parece que en nuestro cotidiano hay una infinidad de acciones mucho más graves y más egoístas que las que señalas. Nuestra simple incapacidad de aceptar las reglas de tránsito para no ir más lejos. Nuestra incapacidad para implementar el famoso “uno y uno”, los embotellamientos por bloqueo de los cruceros, el no detenerse en la luz roja, o seguir circulando “aprovechando” que los autos siguen pasando ... todo deriva de lo mismo que señalas: mi tiempo es más valioso que el tuyo. Te recomiendo el artículo de Jorge Volpi de hoy (sábado 23 de julio 2016) en Reforma, sobre Empatías. Inicia con una anécdota que va mucho más allá de considerar el tiempo del otro tan valioso como el de uno mismo, y es considerar al otro tan valioso como tu mismo.” Mientras que una científica que se transporta todos los días en la Ciudad de México en bicicleta, Natalia Mantilla, comentó: “Entiendo que la situación de la que hablas, dentro de un estacionamiento, le da «sentido social» al estacionarse en doble fila y me parece una observación relevante e interesante. En lo cotidiano me topo con todo tipo de coches mal estacionados (en lugar prohibido, o en segunda y tercera fila) y me impresiona un tanto la falta de autocrítica o de responsabilidad implícita en ello, además de que en este caso sólo hay agandalle y no un compartir. Creo que tu reflexión y la de Volpi, que cita Agustín, son necesarias en este tiempo, y me sigo preguntando de qué manera podremos avanzar hacia una convivencia más consciente, amable, sana y solidaria”.
Por estos comentarios considero importante que analicemos las posibilidades de aprender a compartir y algo quizá más profundo aprender a tomar decisiones cotidianas que apunten al compartir para lograr una autoorganización óptima.
Con estas ideas en mente me encontré un muy interesante artículo de científicos trabajando en México sobre un modelo matemático para la organización social colectiva de los antiguos teotihuacanos.
Recordemos que Teotihuacan fue una de las metrópolis más pobladas en el mundo de su época y en ese artículo se comenta que la tradición en arqueología sugiere asociar la complejidad social de las metrópolis con una jerarquía centralizada. Sin embargo, hay datos que indican que en Teotihuacan hubo un gobierno de co-gobernantes, y algunas tradiciones artísticas expresan una ideología igualitaria. En este artículo Tom Froese, Carlos Gershenson y Linda R. Manzanilla elaboraron y analizaron un modelo matemático de una red hipotética de representantes en la ciudad para probar formalmente el concepto de que la cooperación generalizada de una manera totalmente distribuida es algo posible. En ese modelo, las decisiones se convierten en configuraciones auto-organizadas óptimas a nivel global a pesar de que algunos representantes locales se comportan y modifican sus relaciones de una manera racional y egoísta. Esta autooptimización requiere crucialmente de las ocasionales interrupciones comunales de la actividad normal, y la autoorganización desaparece cuando algunas secciones de la red son demasiado independientes. Por supuesto los autores plantean que estos ciclos contribuyeron a la desintegración de la megalópolis teotihuacana.
Con estas menciones considero importante saber que han existido períodos en la historia donde el comportamiento cooperativo y colectivo ha permitido construir entornos de esplendor; aunque debo reconocer que hoy sabemos que debemos considerar al entorno natural para posibilitar que estos períodos tengan una mayor duración.
El comportamiento no egoísta puede aumentar el bienestar social y con ello optimizar el bienestar individual de cada uno.
Este artículo fue publicado el día 27 de Julio en el periódico La Unión de Morelos
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