¿Cuántas veces hemos visto comportamientos egoístas en nuestro entorno? Desde mi perspectiva los veo muy seguido en nuestra vida diaria. Por ejemplo, un día entre semana en la plaza de Domingo Diez, de Cuernavaca, que tiene un estacionamiento pequeño y una sección donde se permite estacionarse en segunda fila en batería. Las personas que ahí ayudan a los conductores para estacionarse se comprometen a ir a buscar a los automovilistas que se estacionan en segunda fila y así aumentar la capacidad del estacionamiento, la idea es compartir el bien común. En esta situación que precisamente implica un comportamiento cooperativo para aumentar el bienestar de todos, podemos ver dos diferentes comportamientos egoístas. El primero es llegar y estacionarse en la segunda hilera aunque esté vacía la primera. Este comportamiento indica que no se quiere ningún retraso al salir, ya que si se ocupa la primera hilera es probable que un segundo conductor se estacione detrás de nuestro vehículo retrasando la salida del que ocupó la primera hilera. El segundo comportamiento egoísta es estacionarse en segunda fila cuando alguien ya ocupó la primera y no acudir rápidamente a mover el auto cuando sea requerido. En ambas circunstancias las personas que tienen estos comportamientos asumen que SU tiempo es mucho más valioso que el de los otros. Es precisamente este tipo comportamiento el que ocasiona conflictos sociales cuando necesitamos compartir los bienes comunes.
Acciones tan sencillas como estas se pueden apreciar en muchos momentos en nuestra vida cotidiana y muestran un profundo egoísmo de las personas que las hacen. Por supuesto que compartir conlleva el aceptar algunas concesiones hacia los otros. El considerar que el tiempo de los demás es tan valioso como el nuestro nos llevaría a siempre seleccionar la hilera del estacionamiento que permitiera aumentar la capacidad del mismo y, así, disminuir el tiempo de espera de otros que en otras circunstancias podríamos ser nosotros mismos. También el actuar rápidamente y mover el auto de la segunda hilera para permitir que la persona que ocupó la primera y nos dio la oportunidad de estacionarnos atrás de ella salga expeditamente, implica que agradecemos su acción y correspondemos actuando rápidamente.
El comportamiento que promueva la cooperación es una conducta que se aprende desde pequeño y que debemos fomentar en las personas pequeñas con las que convivimos. Estas sencillas reflexiones nos conducirán a razonamientos que promuevan nuestra responsabilidad social hacia los otros. Por supuesto, que la conducta autolimitante que implica el saber compartir, permitirá tener una mayor conciencia social y ambiental.
Respecto a estos comportamientos egoístas, me permito recomendar la lectura del libro de Jared Diamond “El mundo hasta ayer” en especial el capítulo de “amigos, enemigos, desconocidos y comerciantes” donde comenta que el comportamiento cooperativo se da más fácilmente en sociedades que se conocen y se identifican como “”amigos” en cambio cuando se reconocen como competidores o “enemigos” la situación cambia y el comportamiento egoísta aflora.
Quizá, precisamente el comportamiento egoísta aflora en nuestras ciudades debido a que sus habitantes ya no nos reconocemos como “amigos” sino más bien como competidores. Otra posibles razón es que las actividades que se realizan en sitios públicos se han reducido a actividades “de compra”; es realmente triste que los antiguos paseos dominicales al zócalo para jugar con los “amigos” se hayan sustituido por la ida a la “plaza comercial”. Claramente, en las plazas comerciales se observa al “otro” como un competidor por la adquisición de mercancías; de aquí la importancia de recuperar los lugares públicos para la convivencia cercana de los habitantes de las ciudades. Es más, un cambio de paradigma y propiciar el comercio en locales cercanos a las habitaciones donde interaccionemos con los vecinos, más que construir grandes centros comerciales donde lo impersonal y competitivo florece.
Acciones tan sencillas como estas se pueden apreciar en muchos momentos en nuestra vida cotidiana y muestran un profundo egoísmo de las personas que las hacen. Por supuesto que compartir conlleva el aceptar algunas concesiones hacia los otros. El considerar que el tiempo de los demás es tan valioso como el nuestro nos llevaría a siempre seleccionar la hilera del estacionamiento que permitiera aumentar la capacidad del mismo y, así, disminuir el tiempo de espera de otros que en otras circunstancias podríamos ser nosotros mismos. También el actuar rápidamente y mover el auto de la segunda hilera para permitir que la persona que ocupó la primera y nos dio la oportunidad de estacionarnos atrás de ella salga expeditamente, implica que agradecemos su acción y correspondemos actuando rápidamente.
El comportamiento que promueva la cooperación es una conducta que se aprende desde pequeño y que debemos fomentar en las personas pequeñas con las que convivimos. Estas sencillas reflexiones nos conducirán a razonamientos que promuevan nuestra responsabilidad social hacia los otros. Por supuesto, que la conducta autolimitante que implica el saber compartir, permitirá tener una mayor conciencia social y ambiental.
Respecto a estos comportamientos egoístas, me permito recomendar la lectura del libro de Jared Diamond “El mundo hasta ayer” en especial el capítulo de “amigos, enemigos, desconocidos y comerciantes” donde comenta que el comportamiento cooperativo se da más fácilmente en sociedades que se conocen y se identifican como “”amigos” en cambio cuando se reconocen como competidores o “enemigos” la situación cambia y el comportamiento egoísta aflora.
Quizá, precisamente el comportamiento egoísta aflora en nuestras ciudades debido a que sus habitantes ya no nos reconocemos como “amigos” sino más bien como competidores. Otra posibles razón es que las actividades que se realizan en sitios públicos se han reducido a actividades “de compra”; es realmente triste que los antiguos paseos dominicales al zócalo para jugar con los “amigos” se hayan sustituido por la ida a la “plaza comercial”. Claramente, en las plazas comerciales se observa al “otro” como un competidor por la adquisición de mercancías; de aquí la importancia de recuperar los lugares públicos para la convivencia cercana de los habitantes de las ciudades. Es más, un cambio de paradigma y propiciar el comercio en locales cercanos a las habitaciones donde interaccionemos con los vecinos, más que construir grandes centros comerciales donde lo impersonal y competitivo florece.
Este artículo fue publicado el día 20 de Julio en el periódico La Unión de Morelos.
Hola Toño.
ResponderEliminarTienes toda la razón. Sin embargo me parece que en nuestro cotidiano hay una infinidad de acciones mucho más graves y más egoístas que las que señalas. Nuestra simple incapacidad de aceptar las reglas de tránsito para no ir más lejos. Nuestra incapacidad para implementar el famoso "uno y uno" , los embotellamientos por bloqueo de los cruceros, el no detenerse en la luz roja, o seguir circulando "aprovechando" que los autos siguen pasando ... todo deriva de lo mismo que señalas: mi tiempo es mas valioso que el tuyo.
Te recomiendo el artículo de Jorge Volpi de hoy en Reforma, sobre Empatías.
Inicia con una anécdota que va mucho más allá de considerar el tiempo del otro tan valioso como el de uno mismo, y es considerar al otro tan valioso como tu mismo. Va:
"No se me ha borrado de la mente un programa de la televisión francesa, que debí ver hace más de veinte años, dedicado a Jean Genet. El anciano escritor -quien pasó varios años en prisión por robo, vagabundeo e "indecencia" y solo se salvó de la cadena perpetua gracias a la intervención de Cocteau y Sartre- narraba un suceso reciente que, según él, había cambiado su vida por completo. Genet se encontraba en un vagón de tren y, cuando se fijó en el rostro de la mujer sentada frente a él, tuvo una iluminación. "Solo en ese momento", creo recordar que dijo, "comprendí que la vida de esa mujer valía lo mismo que la mía. Que la vida de cualquier ser humano vale lo mismo que la de cualquier otro".
Un abrazo
Hola, Toño:
ResponderEliminarEntiendo que la situación de la que hablas, dentro de un estacionamiento, le da «sentido social» al estacionarse en doble fila y me parece una observación relevante e interesante. En lo cotidiano me topo con todo tipo de coches mal estacionados (en lugar prohibido, o en segunda y tercera fila) y me impresiona un tanto la falta de autocrítica o de responsabilidad implícita en ello, además de que en este caso sólo hay agandalle y no un compartir. Creo que tu reflexión y la de Volpi, que cita Agustín, son necesarias en este tiempo, y me sigo preguntando de qué manera podremos avanzar hacia una convivencia más consciente, amable, sana y solidaria.
Un abrazo,
Natalia
Natalia y Agustín, comparto totalmente sus comentarios. El pretexto del estacionamiento que comento es solamente el pretexto; pero en realidad es el aspecto egoísta y que impone la premisa de "soy más importante" o "valgo más". No tengo respuesta definitiva a la pregunta de qué hacer; pero el anotarlo y con ello conocerlo puede ayudar.
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