En el pasado mes de septiembre la segunda subasta eléctrica indicó que, para nuestro país, ha llegado la generación de electricidad utilizando energía solar. Los grandes inversionistas han apostado por una energía renovable, en particular por la solar fotovoltaica, para satisfacer parte de la demanda energética haciendo a un lado a los hidrocarburos. Esta visión que han tenido los inversionistas puede ser seguida por nosotros en nuestras casa o pequeño o mediano negocio.
La Comisión Reguladora de Energía (CRE) está analizando propuestas para que los usuarios pequeños podamos vender los excedentes de energía que generemos.
Considero adecuado explicar la situación actual y ver cual sería el esquema en el futuro de la generación distribuida. Hoy es posible instalar alguna forma de generación de electricidad en casa para autoconsumo. Por ejemplo, podemos instalar sistemas fotovoltaicos y generar electricidad durante el día para en la noche tomarla de la red eléctrica. La Comisión Federal de Electricidad mide cuánta energía eléctrica generamos en el día y cuánta utilizamos y hace un balance si generamos menos de la que usamos la pagamos, si usamos más de la que usamos se guarda como energía acumulada para posteriores meses. Es decir, hoy no hay pago por la generación adicional de electricidad. La energía que se genera adicional y se acumula no puede pasar de un año para ser utilizada. Esta situación es desventajosa para los usuarios, ya que la mayoría pudiera utilizar los beneficios de comprar sistemas que sobrepasen sus necesidades para generar más energía y con ello, si se pagaran los excedentes, disminuir el tiempo de recuperación de la inversión.
Así en estos momentos la CRE está analizando la posibilidad de modificar las reglas de interconexión y considerar un pago para los usuarios por su contribución adicional en energía después de un año. Es decir, si generamos más energía eléctrica de la que usamos se acumulará para hacer un balance al año, al final de ese año de haber todavía excedentes, el usuario recibirá un pago por la energía que inyectó a la red eléctrica.
Claramente, este esquema nos beneficia a todos al incentivar la instalación de sistemas fotovoltaicos en la casa o pequeños negocios y con ello generar electricidad minimizando la emisión de gases de efecto invernadero. En la mayoría del territorio nacional con una instalación menor de 20 metros cuadrados un casa con un consumo alto de energía podría inclusive generar excedentes. Un consultorio dental con una instalación menor de 40 metros cuadrados podría hacer lo mismo. Así, al permitir instalar sistemas en los techos de las casas o pequeños negocios se incentivaría la generación distribuida que evidentemente tiene ventajas.
El uso de las techumbres de los edificios para generar electricidad mediante sistemas fotovoltaicos disminuye la necesidad de transmitir energía y con ello disminuye las pérdidas, aumentando luego la eficiencia. Además al utilizar los techos de las edificaciones disminuye la presión para utilizar terrenos específicos para la generación de electricidad, el emplear terrenos que ya han sido alterados evita perturbar más nuestro entorno.
Las instalaciones deberían ser menores a 10 kW, esta restricción realmente ayuda a la población para no requerir permisos adicionales (en el caso fotovoltaico menores a 60 metros cuadrados).
Con este ejemplo, considero importante, comenzar a pensar en un nuevo paradigma de construcción de edificios donde consideremos que los diseños deben contemplar la generación de la energía que use el edificio a lo largo de su vida útil. Así de nacimiento los edificios deben ser planeados para generar la energía que requieran para su funcionamiento. Este paradigma invitaría a contemplar en las reglamentaciones de construcción la generación de electricidad y abriría el debate a considerar el derecho a recibir el sol en nuestras azoteas. También a recibir el viento en nuestros edificios limitando con ello la altura de las construcciones propiciando un desarrollo que no genere desigualdades. Este es un tópico que invita a la reflexión social y que requiere de contemplar a la energía como un bien común.
Las opciones están ahí, participemos en la discusión con la CRE y apostemos por un futuro diferente, donde la energía se produzca donde se utiliza.
Una versión previa de este artículo fue publicado el día 14 de Diciembre
En esta bitácora hay escritos que versan sobre ciencia, innovación, opinión política y divertimentos que quiero compartir
miércoles, 14 de diciembre de 2016
miércoles, 7 de diciembre de 2016
Los usos indiscriminados y el análisis de ciclo de vida
Estas semanas he tenido que viajar y conocer de cerca problemáticas en diferentes lugares del mundo. En particular, he visto situaciones donde la posibilidad de un futuro sustentable está comprometido gravemente. Hoy en día ante la negativa de algunas personas a considerar que la mayoría de la población está siendo afectada negativamente por las acciones de los últimos años, es importante que divulguemos lo que hemos aprendido con los estudios sobre el clima y los cambios en la composición de la atmósfera y de los océanos. Cuando me refiero a los últimos años pienso en el siglo pasado y al decir acciones considero lo que hacemos cotidianamente.
En estos textos me he referido a que la forma en que hemos usado los hidrocarburos como una fuente de energía traslada su costo a las generaciones futuras y empobrece a una gran porción de la población actual. Existen muchos ejemplos del uso de recursos naturales o de procesos artificiales que trasladan el costo a las generaciones futuras.
Considero importante dar ejemplos para sustentar las afirmaciones anteriores.
Pensemos lo útil que ha sido el desarrollo del proceso Harber-Bosch para transformar el nitrógeno del aire en amoniaco para poder fabricar fertilizantes. Este proceso desarrollado a principios del siglo XX permitió fertilizar los suelos y con ello aumentar la producción de alimentos. Este vanagloriado desarrollo, ahora. después de algunas décadas mostró que su uso indiscriminado produjo cuantiosos daños en muchos ecosistemas al cambiar la composición química de los suelos y de las aguas en los ríos que finalmente cambian el entorno marino. Efectivamente este proceso que permitió dar alimentos más baratos y en mayor cantidad, ahora presenta daños que tendrán que remediar nuestra y las futuras generaciones. Sin mencionar que los peces que ven disminuidas sus probabilidad de sobrevivir al tener sobre ellos algas que aprovechan el exceso de nitrógeno en algunas regiones de los océanos bloqueando el sol y con ellos el desarrollo de la vida marina. Así la solución a la problemática de la alimentación cuando solamente se observa una de las dimensiones de la sustentabilidad, la económica (la meta eran precios bajos) en este caso, puede atentar contra otra de las dimensiones, digamos la natural y la social. Pero muchos de ustedes dirán que cómo se podría anticipar el resultado de la eutrofización de los océanos por el uso de los fertilizantes químicos en la zonas agrícolas, y eso es verdad, pero ahora ya lo sabemos. Hoy en día se están buscando alternativas para la fertilización y la producción de alimentos que no causen daño al entorno. Así, lo que parecía una forma barata de producir alimentos ahora genera costos no contemplados que deben ser pagados por quienes no fueron alimentados con los fertilizantes vertidos en décadas pasadas.
Esta situación es muy similar a lo que ha sucedido con el uso indiscriminado de los hidrocarburos como fuente de energía. Nadie puede negar que la densidad energética de ellos ha permitido el desarrollo que hoy observamos en el planeta; pero también la forma en la que los hemos utilizado ha causado el cambio climático antropogénico que deberá ser pagado por las generaciones futuras. En nuestros días el uso de las fuentes renovables de energía es una alternativa que debemos promover. Los costos de mitigación y de adaptación al cambio climático no fueron, ni han sido, contemplados en los costos de los hidrocarburos como energéticos; es decir, el uso de los hidrocarburos tiene un costo mucho mayor al que estamos pagando en la actualidad. Estos costos serán pagados por quienes no usaron los hidrocarburos como fuente de energía.
El desarrollo de los plásticos es otro de los ejemplos donde la forma indiscriminada en que los usamos y su posterior desecho, sin reciclarlos, ha causado daños en regiones alejadas de los sitios de su uso primario. Los plásticos en la década de los sesentas del siglo pasado parecían indicar bienestar para la sociedad al disminuir el peso de los envases y diversificar los utensilios y sus formas, etc. Nadie puede negar que los plásticos han simplificado y posibilitado un sin fin de utensilios en la vida cotidiana: desde la bolsa que nos dan en la tiendas, sean de barrio o supermercados, hasta las sillas o respaldos de ellas donde nos sentamos, pasando por muchos otras desarrollos. Así el costo de los plásticos no contempla su posterior reciclado o disposición final sin alterar los ecosistemas.
Con estos ejemplos quiero ilustrar que la sociedad actual ha propiciado un rápido desarrollo basado en el consumismo que pretende aumentar el flujo de dinero en forma interminable; pero nuestro planeta es finito. Esta forma de obtener los mayores beneficios lo más rápido posible, sin contemplar los costos reales de lo que hacemos, propicia que se agoten los recursos y que los costos de mantener la vida, por un largo plazo, en el planeta no sea considerado.
Por esta razón, ahora es necesario que realicemos análisis de ciclo de vida de los productos y procesos que desarrollamos. Este tipo de análisis es una herramienta que investiga y evalúa los impactos ambientales, sociales, económicos de un producto o servicio durante todas las etapas de su existencia: extracción, producción, distribución, uso y fin de vida (reutilización, reciclaje, valorización y eliminación/disposición de los residuos/desecho. Ahora este tipo de estudios se están realizando y cada vez hay más información sobre los productos o servicios,, etc. En el pasado no sabíamos que tan finito era nuestro planeta. Hoy en día, con el conocimiento que hemos generado, nos hemos percatado de la necesidad de realizar estos estudios para saber los límites de las nuevas o antiguas formas de producir utensilios o energía o cualquier nuevo producto y podemos asociar costos reales.
Hace un siglo la humanidad desconocía muchas de las cosas que ahora sabe, ya no podemos argumentar desconocimiento; pero es urgente que divulguemos ese conocimiento científico para que tomemos decisiones basadas él.
Una versión previa de este artículo fue publicado el día 7 de Diciembre en el periódico la Unión de Morelos
En estos textos me he referido a que la forma en que hemos usado los hidrocarburos como una fuente de energía traslada su costo a las generaciones futuras y empobrece a una gran porción de la población actual. Existen muchos ejemplos del uso de recursos naturales o de procesos artificiales que trasladan el costo a las generaciones futuras.
Considero importante dar ejemplos para sustentar las afirmaciones anteriores.
Pensemos lo útil que ha sido el desarrollo del proceso Harber-Bosch para transformar el nitrógeno del aire en amoniaco para poder fabricar fertilizantes. Este proceso desarrollado a principios del siglo XX permitió fertilizar los suelos y con ello aumentar la producción de alimentos. Este vanagloriado desarrollo, ahora. después de algunas décadas mostró que su uso indiscriminado produjo cuantiosos daños en muchos ecosistemas al cambiar la composición química de los suelos y de las aguas en los ríos que finalmente cambian el entorno marino. Efectivamente este proceso que permitió dar alimentos más baratos y en mayor cantidad, ahora presenta daños que tendrán que remediar nuestra y las futuras generaciones. Sin mencionar que los peces que ven disminuidas sus probabilidad de sobrevivir al tener sobre ellos algas que aprovechan el exceso de nitrógeno en algunas regiones de los océanos bloqueando el sol y con ellos el desarrollo de la vida marina. Así la solución a la problemática de la alimentación cuando solamente se observa una de las dimensiones de la sustentabilidad, la económica (la meta eran precios bajos) en este caso, puede atentar contra otra de las dimensiones, digamos la natural y la social. Pero muchos de ustedes dirán que cómo se podría anticipar el resultado de la eutrofización de los océanos por el uso de los fertilizantes químicos en la zonas agrícolas, y eso es verdad, pero ahora ya lo sabemos. Hoy en día se están buscando alternativas para la fertilización y la producción de alimentos que no causen daño al entorno. Así, lo que parecía una forma barata de producir alimentos ahora genera costos no contemplados que deben ser pagados por quienes no fueron alimentados con los fertilizantes vertidos en décadas pasadas.
Esta situación es muy similar a lo que ha sucedido con el uso indiscriminado de los hidrocarburos como fuente de energía. Nadie puede negar que la densidad energética de ellos ha permitido el desarrollo que hoy observamos en el planeta; pero también la forma en la que los hemos utilizado ha causado el cambio climático antropogénico que deberá ser pagado por las generaciones futuras. En nuestros días el uso de las fuentes renovables de energía es una alternativa que debemos promover. Los costos de mitigación y de adaptación al cambio climático no fueron, ni han sido, contemplados en los costos de los hidrocarburos como energéticos; es decir, el uso de los hidrocarburos tiene un costo mucho mayor al que estamos pagando en la actualidad. Estos costos serán pagados por quienes no usaron los hidrocarburos como fuente de energía.
El desarrollo de los plásticos es otro de los ejemplos donde la forma indiscriminada en que los usamos y su posterior desecho, sin reciclarlos, ha causado daños en regiones alejadas de los sitios de su uso primario. Los plásticos en la década de los sesentas del siglo pasado parecían indicar bienestar para la sociedad al disminuir el peso de los envases y diversificar los utensilios y sus formas, etc. Nadie puede negar que los plásticos han simplificado y posibilitado un sin fin de utensilios en la vida cotidiana: desde la bolsa que nos dan en la tiendas, sean de barrio o supermercados, hasta las sillas o respaldos de ellas donde nos sentamos, pasando por muchos otras desarrollos. Así el costo de los plásticos no contempla su posterior reciclado o disposición final sin alterar los ecosistemas.
Con estos ejemplos quiero ilustrar que la sociedad actual ha propiciado un rápido desarrollo basado en el consumismo que pretende aumentar el flujo de dinero en forma interminable; pero nuestro planeta es finito. Esta forma de obtener los mayores beneficios lo más rápido posible, sin contemplar los costos reales de lo que hacemos, propicia que se agoten los recursos y que los costos de mantener la vida, por un largo plazo, en el planeta no sea considerado.
Por esta razón, ahora es necesario que realicemos análisis de ciclo de vida de los productos y procesos que desarrollamos. Este tipo de análisis es una herramienta que investiga y evalúa los impactos ambientales, sociales, económicos de un producto o servicio durante todas las etapas de su existencia: extracción, producción, distribución, uso y fin de vida (reutilización, reciclaje, valorización y eliminación/disposición de los residuos/desecho. Ahora este tipo de estudios se están realizando y cada vez hay más información sobre los productos o servicios,, etc. En el pasado no sabíamos que tan finito era nuestro planeta. Hoy en día, con el conocimiento que hemos generado, nos hemos percatado de la necesidad de realizar estos estudios para saber los límites de las nuevas o antiguas formas de producir utensilios o energía o cualquier nuevo producto y podemos asociar costos reales.
Hace un siglo la humanidad desconocía muchas de las cosas que ahora sabe, ya no podemos argumentar desconocimiento; pero es urgente que divulguemos ese conocimiento científico para que tomemos decisiones basadas él.
Una versión previa de este artículo fue publicado el día 7 de Diciembre en el periódico la Unión de Morelos
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