Durante cuatro meses me he movilizado mediante transporte público o caminando por diferentes ciudades. Lo que he podido constatar durante este tiempo, es que mi condición física ha mejorado, he asistido a trabajar cotidianamente, me he divertido y asistido a actividades recreativas y culturales. Lamentablemente para hacer esto he tenido que salir de mi ciudad habitual, he salido por una temporada de Cuernavaca y he estado este tiempo en ciudades europeas. Aunque algunas muy pobladas y con un movimiento casi frenético de la población. He estado en Londres, donde realizo la mayoría de mis actividades usando el tren subterráneo (Tube) o el sistema de autobuses. Aunque tengo que decir que también he pasado situaciones aparentemente complicadas cuando he encontrado huelga en el servicio. Situación que se activa intermitentemente, pero que se avisa con antelación, permitiendo que se tomen las medidas pertinentes. En la mayoría de las ocasiones con una caminata de entre 30 a 45 minutos se ha solucionado el problema.
Con esta experiencia, me queda cada vez más claro, que debemos modificar los sistemas de movilidad de nuestras ciudades. Mientras en la Ciudad de México los cambios se realizan paulatinamente y es probable que no se noten rápidamente, en las ciudades medianas o pequeñas la transición a una movilidad sustentable puede realizarse más rápido acelerando su visibilidad y, con ello, incrementando la transición siendo ejemplo a seguir.
En los últimos meses he escrito acerca de que transitar hacia la electrificación en el sistema de transporte público es benéfico para la salud y para el bolsillo de las personas, al bajar los costos a largo plazo.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) [1], el papel central del transporte en la generación de emisiones de carbono tiene que ser atendido de inmediato. Adicionalmente el hecho de que las energías renovables representan solo una muy pequeña parte de la energía consumida en el sector del transporte hace que las modificaciones en este sector sean prioritarias para modificar un sector altamente petrolizado, que emite gases de efecto invernadero y contaminantes muy cerca de la población citadina.
IRENA invita así a las autoridades de las ciudades a establecer una combinación de políticas que evitan las emisiones de carbono promoviendo un cambio en los modos de transporte, pasando por la electrificación de los vehículos del transporte público con el desarrollo de infraestructura para la movilidad no motorizada. También es posible pasar de los automóviles privados a modos de transporte más eficientes, como caminar, andar en bicicleta y el transporte público, lo que reduce el consumo de energía y las emisiones por cada kilómetro de viaje de los pasajeros. En este apartado, la infraestructura de seguridad para las bicicletas y para el peatón conjuntan una caja de herramientas muy valiosa para las autoridades urbanas interesadas en transformar su ciudad a una de bajo impacto en carbono. En particular, estas transformaciones fomentan e impulsan actividades turísticas, al propiciar un ambiente sano en las ciudades.
IRENA continúa enfatizando que una forma clave de evitar las emisiones de carbono es mediante políticas de uso de la tierra urbana. El rediseño de las ciudades para reducir la necesidad de viajes largos es fundamental. Las ciudades que persiguen un desarrollo denso y priorizan el acceso al transporte esencialmente reestructuran la vida urbana, de modo que los viajes largos a través de la ciudad se vuelven menos necesarios.
Transporte público en Praga,
usando electricidad para no contaminar a su paso (foto JAdRP 2022).
Se puede alentar un cambio mediante esquemas de incentivos, proporcionando infraestructura de carga, estableciendo mandatos para mezclar combustibles para quemar de manera más limpia e incluso prohibiendo el transporte impulsado por combustibles fósiles.
Es fundamental mejorar los sistemas de transporte haciéndolos más limpios, más accesibles y más asequibles, y por lo tanto más atractivos para el público. Los coches eléctricos son más limpios que los que funcionan con gas, especialmente si su electricidad proviene de fuentes renovables.
La electrificación de las flotas de autobuses municipales y el uso de estos vehículos eléctricos en los sistemas rápidos de transporte (BRT) pueden ser una combinación poderosa. El despliegue de esas alternativas se puede acelerar proporcionando infraestructura de carga en las terminales, como lo hemos mencionado. En los actuales paraderos o con mayor amplitud en los lugares de guarda de las rutas se pueden establecer sistemas fotovoltaicos que carguen las baterías de los vehículos. En particular, se pueden requerir vehículos con intercambio de baterías para cargarlas mientras ellos se movilizan con otro juego de batería.
También es posible implementar medidas extremas, como con el establecimiento de mandatos para mezclar combustibles provenientes del tratamiento de los residuos orgánicos e incluso prohibiendo el transporte impulsado por combustibles fósiles en un futuro cercano.
Todas estas medidas las he visto implementarse en diversas ciudades europeas y en otras estadounidenses.
En mi opinión, en México nos merecemos un transporte que no nos dañe y que evite el deterioro de nuestro entorno y que no atente contra nuestra salud.
Por esta razón, insisto e invito a las autoridades de las ciudades pequeñas y medianas, por ejemplo, Cuernavaca, para que impulsen los cambios que se requieren para poder contar con un sistema de transporte sustentable en nuestras poblaciones.
[1] IRENA (2021), Renewable Energy Policies for Cities: Transport, International Renewable Energy Agency, Abu Dhabi