El día de hoy quiero insistir en la importancia de construir esquemas organizativos que permitan contender con la problemática compleja a la que nos enfrentamos en nuestro planeta. A lo largo de la historia las organizaciones humanas han sido fundamentalmente jerárquicas. Incluso en las democracias los elegidos se invisten de títulos que recuerdan a los títulos nobiliarios. Por ejemplo, la forma de dirigirnos a los miembros del congreso en los países democráticos tiene una carga cortesana: nos referimos al Sr. Senador Menganito, al Sr, Diputado Sutanito, al Sr. Presidente Municipal Perenganito, lo mismo hacemos con los presidentes y gobernadores. Para mi es claro que todos estos puestos fueron otorgados por el voto directo de los electores y el nombramiento no siempre confiere distinción a las personas diferente a la de haber sido electos. Claramente esto no es así para los reyes y emperadores que por “derecho divino” les fue conferido el cargo o título. Aquí no me voy a referir a lo justo de ese nombramiento divino, me concretaré a comentar los aspectos de las democracias o de las designaciones.
Desde mi punto de vista hay organizaciones y más concretamente actividades y tareas sociales que deben ser realizadas por entes jerárquicos, mencionemos, por ejemplo, la aplicación de la ley en sanciones a faltas. Sin embargo, hay muchas otras tareas que requieren del concurso del acuerdo social. Pongamos como ejemplo: la convivencia social en un parque de cualquier ciudad, si el parque fuera muy grande y con una gran diversidad de lugares, atractores y entornos, quizá no se requiriera el concurso del acuerdo; pero generalmente son pequeños, así que un buen parque tiene áreas para practicar deportes, otras para juegos infantiles y otra para estar. La definición de estas áreas y su distribución puede ser motivo de conflicto entre la comunidad, pero seguramente se puede llegar a un acuerdo si se busca una buena administración de esta área de uso y disfrute común. Otro ejemplo puede ser el propio instituto donde trabajo, o cualquier otra entidad de investigación. Ahí comparto instalaciones con 67 académicos y más de 300 estudiantes y 80 trabajadores administrativos para desarrollar nuestras labores todos estamos de acuerdo en que se requieren aulas y laboratorios, pero también para contribuir un desarrollo integral de toda la comunidad se requieren instalaciones recreativas y deportivas. Esto último ya entra en conflicto con lo primero. Se requiere de mantenimiento tanto para los laboratorios como de las aulas; pero también es necesario prestar atención a las otras instalaciones. Es más déjenme exponer un tema mucho más específico. Para hacer investigación los académicos del instituto solicitan donativos a muchas instituciones y todos recibimos dinero para desarrollar proyectos de investigación. Cabe decir que la mayor parte del presupuesto operativo de los institutos de la UNAM proviene de fuentes externas a la misma UNAM, es decir, los académicos necesitamos concursar por apoyo de muy diversas organizaciones. Con estos apoyos compramos equipos, algunos muy costosos que pasan a formar parte de la infraestructura del instituto. Dada esta situación tenemos al menos dos posibles conflictos. Los académicos de mayor antigüedad pueden tener más espacio para colocar más equipos, por otro lado estos equipos requieren de mantenimiento y la mayoría de los proyectos tienen una vigencia menor a la vida útil de los equipos; por lo tanto se requiere el pago de mantenimientos con cargo al presupuesto del instituto, que en principio es para todos los académicos. Este tipo de conflictos es conocido como la administración o gobernanza de los comunes. La premio nobel de economía Elionor Ostrom escribió un libro titulado “Governing the Commons” muy interesante donde analiza la gobernanza de los comunes y concluye, al igual que Donella Meadows en el libro, que ya he comentado, “Thinking in Systems”,que este tipo de conflictos pueden ser solucionados desde la teoría de sistemas. En particular, la solución involucra definir reglas claras de uso, mantenimiento y equidad de largo plazo, así como cuotas de recuperación para mantenimiento y reparto de áreas de uso. Todo esto con la finalidad de obtener beneficio social maximizado en lugar de extraer beneficio individual con marginación para muchos. En otras ocasiones he propuesto organizaciones horizontales que promuevan la participación de las personas involucradas.
Fundamentalmente la educación y exhortación a los usuarios para que ellos entiendan las consecuencias del abuso de los recursos son las herramientas que proponen. También la implementación de acciones de retroalimentación para enfatizar mediante la concientización del uso de los recursos y para que colectivamente se sancione los posibles abusos. Una acción también importante es alinear a los actores hacia una meta común de largo plazo en lugar de seguir las metas individuales, generalmente de corto aliento. Señalan como opciones la auto-organización y auto-gobierno como alternativas una vez que se cuente con credibilidad, compromiso y mutua vigilancia de los recursos compartidos. Todo esto apunta en dirección opuesta a mis frases del principio donde anotaba la costumbre que tenemos de otorgar títulos nobiliarios a las personas encargadas de defender los intereses de las comunidades y sugerir acciones verticales que no siempre son adecuadas ni comprendidas por la comunidad.
Debemos construir organizaciones con personas capaces de aportar al bien social. Espero estas líneas nos indiquen que los problemas sociales no se resuelven con tomas de decisiones autoritarias o democráticas, sino mediante el concurso, compromiso, participación, convencimiento y educación sobre las diferentes formas de resolver el conflicto que nos ocasiona compartir el la calle, la colonia, la ciudad, la región, el estado, el país y finalmente nuestro planeta, ya que todos son finitos. Quizá el Universo no lo sea.
Una versión resumida de este artículo fue publicado el día 4 de Febrero en la Unión de Morelos
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