En esta ocasión deseo comentar una historia citadina que ocurrió el pasado 26 de septiembre. La historia fue videograbada y compartida en Twitter por “Es tiempo de cambiar” @candylejas26 y sucedió pasadas las 11:20 horas. Por supuesto, en este texto, voy a describir lo que se observa en las imágenes y en la narración del video; aunque se puede consultar directamente el tuit en la URL . En el video se observa un automovilista tirando desechos sólidos en la calle, atrás de él, un repartidor en motocicleta con una mochila distintiva lo observa. El motociclista se baja de la moto y levanta la bolsa con los desechos y se las da al automovilista. Unos segundos después el automovilista vuelve a tirar las bolsas a la calle; nuevamente el repartidor las levanta y las devuelve al generador de los desechos.
En estos momentos yo estaba esperando una inminente pelea callejera. De hecho, las personas que estaban grabando lo sucedido, también lo esperaban; pero no fue así. Los dos personajes se suben a sus vehículos; pero momentos antes de partir el automovilista vuelve a arrojar a la calle los desechos.
Para esto, ya las personas que estamos de espectadoras pensamos que el motociclista va a ir tras el automovilista, lo mismo pensaron los videograbadores y así fue.
A los pocos minutos se observa al automovilista bajando en una tienda. El motociclista espera, a que se baje y entre a la tienda, para ir al automóvil y devolver, nuevamente, los desechos a la persona que los generó. En esto entra a escena un empleado de la tienda que me pareció dialoga con el motociclista (aunque en la narración no se informa), ya que seguro le pareció totalmente inusual que alguien abra un automóvil y arroje desechos al interior, y decide quedarse por ahí. Regresa el automovilista al auto e intercambia algunas palabras a lo lejos con el motociclista. Seguramente le dijo algo como: “ahí te dejo tus desechos”; el automovilista busca los desechos, los encuentra y vuelve a arrojarlos a la calle. En eso entra nuevamente a escena el empleado de la tienda e invita al automovilista a tirar los desechos en los botes adecuados. Finalmente, el automovilista decide comportarse de acuerdo con los criterios de civilidad y conduce los desechos a los botes adecuados.
Esta es una historia donde el motociclista tiene un comportamiento insistente en que se cumplan las reglas de convivencia. Las personas que graban comparten la historia, se mantienen al margen y son quienes nos dan material para reflexionar sobre este insignificante, pero relevante y ejemplar suceso. El empleado de la tienda, escucha, razona y decide actuar para aumentar la civilidad entre la diversidad de actores. Finalmente, hay que reconocer que el automovilista a pesar de todos sus enojos por haber sido sorprendido realizando una acción antisocial, que desde mi perspectiva él también la considera así, acepta la regla y se marcha con al menos la conciencia tranquila de haber dejado sus desechos en el lugar designado.
En una sociedad como la nuestra donde las desigualdades imperan y los abusos campean, es muy fácil insultar a las personas como el automovilista que actúan rompiendo las normas de convivencia. En esta ocasión quiero destacar que todos los actores finalmente adoptaron actitudes que contribuyen a una convivencia sana. Tanto el motociclista como el empleado de la tienda se mostraron firmes y exigieron se adoptaran las reglas. Las personas que videograbaron decidieron compartir y felicitar a los dos anteriores.
La empatía y tolerancia junto con la insistencia en el respeto a las reglas puede cambiar la conducta hacia el respeto a lo común (imagen de freepik.com).
Para mi queda decir que el automovilista, aunque mostró muchísima resistencia y manifestó tendencia a abusar, al mero final, aceptó las reglas y se comportó siguiéndolas contribuyendo a la convivencia sana.
Desde mi punto de vista, el quemar en leña verde, exhibir, a personas con conductas antisociales no siempre es lo más adecuado para conseguir la aceptación y comportamiento en concordancia con las reglas de convivencia. Otro desenlace hubiera sido que en el primer momento cuando el automovilista tira los desechos, llegara un policía y lo infraccionara. Por supuesto, esta multa también hubiera resuelto el problema de las normas; pero el desenlace verdadero permite un aprendizaje por las personas participantes y, también relevante, el permitir que una persona pueda concluir una primera conducta reprobable con una acción de reparación del daño y con la conciencia tranquila de comportarse adecuadamente.
La insistencia de diferentes personas es fundamental, los diálogos, aunque fuertes entre los actores, la empatía y aceptación de pagar por utilizar los bienes comunes pueden conducir a construir una sociedad con menores diferencias, tolerante y que respete las normas para un buen convivir.