En estos días los comentarios son sobre la transformación de nuestro país están a la orden del día, en la mayoría de los medios de comunicación la palabras sobre la cuarta transformación son cotidianas. Así que hablemos de transformación aquí también.
La semana pasada en estos comentarios tocamos las contribuciones que dieron origen a los premios Nobel de este año en economía, enfatizando que los galardonados hicieron contribuciones que involucran los aspectos limitantes del cambio climático y el empuje de la innovación tecnológica en los ámbitos del análisis macroeconómico. Hoy quiero continuar comentando uno de los aspectos que mencioné tangencialmente la semana pasada: La urgente necesidad de cambiar nuestro comportamiento respecto al uso de la energía para conseguir contender con el cambio climático antropogénico.
Para ello quiero seguir la líneas que planteó hace algunos meses la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) en la propuesta de mapa de ruta para las energías renovables con miras al 2050.
En este estudio se concluye que las tendencias actuales de las emisiones apuntan a que no se cumplirá el objetivo de mantener el incremento de la temperatura en menos de 2°C con respecto a la temperatura de la época preindustrial a menos que cambiemos estas tendencias. Por lo tanto tenemos que hacer algo.
En ese estudio, se enfatiza que los planes gubernamentales siguen muy lejos de satisfacer las necesidades de reducción de las emisiones. Claramente, no es cuestión de encontrar más yacimientos de petróleo, sino de la necesidad de no quemarlo, dado que existen otras fuentes de energía.
Con las políticas actuales, el mundo agotaría en menos de 20 años su “presupuesto de carbono” (CO2). Es decir, mientras que los combustibles fósiles como el petróleo, el gas natural y el carbón sigan siendo predominantes en el conjunto de las fuentes de energía, las emisiones de CO2 causarán más estragos en el ambiente, cambiando el clima y las consecuencias de este cambio climático global serán catastróficas para la mayoría de los seres vivos en nuestro planeta.
Para contender con esta tendencia, IRENA propone actuar y define acciones en seis ámbitos:
1. Aprovechar las potentes sinergias entre la eficiencia energética y las energías renovables. El efecto de estrategias dirigidas a utilizar la eficiencia energética y las fuentes renovables de energía pueden satisfacer rentablemente la mayoría de las necesidades de descarbonización relacionadas con la energía para 2050.
2. Planificar un sector eléctrico en el que una elevada proporción de la energía sea renovable. Modificar los aspectos normativos del sector eléctrico para contemplar a la energía solar y eólica como las columnas vertebrales de las redes eléctricas. Esto implica una planificación del sector eléctrico enfocado hacia la generación distribuida.
3. Aumentar el uso de la electricidad en el transporte, los edificios y la industria. Deben establecerse las normas de ordenación urbana y construcción para hacer posible una descarbonización exhaustiva y rentable de los sectores de transporte, doméstico e industrial mediante electricidad. También es muy importante considerar la bioenergía moderna, la energía solar térmica y la geotermia como parte fundamental de la mezcla de fuentes renovables de acuerdo con el entorno del uso específico de la energía.
4. Fomentar la innovación en todo el sistema. Las iniciativas de innovación deben abarcar todo el ciclo de vida de una tecnología, incluyendo las fases de demostración, implantación, comercialización y adopción social. Esta innovación debe considerar los enfoques de gestión de los sistemas energéticos y de los mercados, así como los modelos de negocio y concienciación de los usuarios sobre los impactos de sus diversos usos de energía. Para conseguir las innovaciones que necesita la transición energética, los gobiernos nacionales, los actores internacionales, el sector privado y el social deberán actuar de forma intensiva, enfocada y coordinada.
5. Armonizar las estructuras socioeconómicas y la inversión con la transición hacia las renovables. Cuanto más rápido se materialice la transición energética, menores serán los costos de adaptación al cambio climático y el trastorno socioeconómico. El sistema financiero debe armonizarse con mayores requisitos de sustentabilidad y transición energética. Es indispensable que los costos económicos reflejen debidamente los costos ambientales y sociales del uso de los combustibles fósiles y, con ello contribuyan a eliminar los obstáculos para acelerar la implantación de soluciones basadas en las renovables. Es fundamental proponer estrategias que fomenten las inversiones distribuidas (eficiencia energética y generación distribuida), muchas de ellas pueden ser sociales.
6. Velar por que los costos y beneficios de la transición se repartan de forma equitativa. El alcance de la transición necesaria es tal que solo se podrá conseguir por medio de un proceso colaborativo en el que se involucre toda la sociedad. Recordemos que la energía se puede ver como un bien común y su uso debe ser pagado en forma equitativa por todos los miembros de la comunidad. El acceso universal a la energía es un componente esencial de una transición justa y equitativa. Se debe promover un sistema de contabilidad social que visualice las contribuciones a la transición y las obligaciones que conlleva para ciudadanos, comunidades, países y regiones. Hay que avanzar en la definición y establecimiento de un contexto equitativo para compartir los costos de la transición, al tiempo que se promueven y facilitan estructuras que permitan un reparto equitativo de sus beneficios.
Por supuesto, que estas líneas son solamente el resumen de la propuesta, pero considero importante mencionarlas y apoyarlas. Hoy que en nuestro país se están definiendo las políticas para los próximos años que afectarán por el resto de nuestras vidas; es imperioso tener una visión de largo plazo que seguramente evidenciará que el único futuro posible está basado en las energías renovables. Quiero concluir: Hay que cuidar al petróleo, no lo quememos. Por un México basado en energías renovables en el 2050, recordemos que ese futuro no está lejos para la mayoría de las personas que habitan hoy este planeta.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 17 de Octubre en el periódico La Unión de Morelos.
En esta bitácora hay escritos que versan sobre ciencia, innovación, opinión política y divertimentos que quiero compartir
miércoles, 17 de octubre de 2018
miércoles, 10 de octubre de 2018
Mirar en el largo plazo para el desarrollo económico
Aunque decidí titular este comentario mencionando el desarrollo económico, estoy pensando en el bienestar social. Sin embargo, la nota es el Premio Noble de Economía y este premio se otorgó en la economía. Si bien es cierto que fue en la macroeconomía. Quiero comentar que en la jerga de los versados en economía al hablar de desarrollo económico se está invocando a frases cargadas de ideología que evitan la discusión y los acuerdos cuando otros invocamos el desarrollo sustentable y algunos más radicales evitan la palabra desarrollo. Pero, no me voy a detener en estas sutilezas, sino trataré de explicar en términos cotidianos la importancia de que la Academia Sueca haya decidido otorgar el Premio Nobel de Economía a: William D. Nordhaus (Yale University) por la integración del concepto de cambio climático con una perspectiva de largo plazo en el análisis macroeconómico y Paul M. Romer (NYU Stern School of Business) por integrar la innovación tecnológica en el análisis macroeconómico con una perspectiva de largo plazo. En síntesis la Academia Sueca premia a dos destacados economistas por realizar trabajo con miras en el largo plazo y con dos aspectos fundamentales de nuestros días: el cambio climático y la innovación tecnológica.
En palabras de la Academia Sueca: William D. Nordhaus y Paul M. Romer han diseñado métodos para abordar algunas de las preguntas más básicas y apremiantes de nuestro tiempo acerca de cómo creamos un crecimiento económico sostenido y sustentable en el largo plazo. A continuación la propia Academia abunda en la información aclarando que han ampliado significativamente el alcance del análisis económico al construir modelos que explican cómo la economía de mercado interacciona con la naturaleza y el conocimiento.
Por supuesto, estamos de acuerdo con la importancia de estos tópicos. De hecho en estos comentarios hemos abordado varias veces la necesidad de enfocar los estudios en las interacciones entre los ámbitos económicos, ambientales, sociales y organizacionales de la sustentabilidad. Los lectores no nos dejarán mentir, al recordar nuestras frases dirigidas a estudios en el largo plazo para contender con las contradicciones entre estos ámbitos que debemos dirimir para conseguir la sustentabilidad.
Paul Romer modeló cómo las decisiones económicas determinaban la creación de la tecnología y no solo la tecnología era el motor de la economía. Consideró los efectos en ambos sentidos y para ello necesitó una visión de largo plazo. De esta manera, sus modelos han generado nuevas investigaciones sobre las regulaciones y políticas que fomentan nuevas ideas y bienestar en el largo plazo. Para nosotros, lo importante es contemplar que las políticas definidas para fomentar la innovación tecnológica tiene repercusiones en el bienestar de las personas, sí se analizan en el largo plazo.
Entre tanto, William Nordhaus se convirtió en la primera persona en crear un modelo de evaluación integrado de la economía y el ambiente, es decir, un modelo cuantitativo que describe la interacción global entre la economía y el clima. Su modelo considera teorías y resultados empíricos de la física, la química y la economía. El modelo de Nordhaus ahora está ampliamente difundido y se utiliza para simular cómo la economía y el clima coevolucionan en una forma entrelazada. Sus herramientas nos permiten simular cómo la economía y el clima co-evolucionan bajo supuestos alternativos sobre el funcionamiento de la naturaleza y la economía de mercado, incluidas las políticas. Así, su modelo se está utilizando para examinar las consecuencias de las intervenciones de política climática, por ejemplo, los impuestos al carbono en el desarrollo económico y se está ampliando para considerar el bienestar social. Por supuesto, él ha iniciado la tarea y es una opción para nosotros continuar con los estudios para determinar qué políticas sn las adecuadas en el largo plazo.
Es importante mencionar que en las primeras entrevistas después de conocerse la noticia de otorgamiento del Premio Nobel, Romer enfatizó que si es posible atender las medidas urgentes para disminuir la aceleración del cambio climático. Estas medidas han sido señaladas brevemente por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas, y con ello no incrementar más de 1.5 grados la temperatura en el futuro cercano. En la opinión de Romer, las personas tenemos una gran capacidad para resolver los problemas; y que lo importante es evitar apreciar como catastrófico e irresoluble la problemática de cambio climático, ya que sí tiene solución y podemos implementarla. Nordhaus señaló que debemos pensar en el largo plazo y lo global para poder contender con este cambio climático antopogénico. Con estas frase debemos enfatizar que nada está lejos y que todo tiempo nos llega.
Quiero recordar que en estos comentarios he mencionado varias veces a otra persona ganadora del premio Noble de Economía en 2009, Elinor Ostrom, quien con sus contribuciones en el entendimiento de la gobernanza de lo común también nos brinda herramientas para construir un bienestar social. Analicemos las propuestas que hacen
Los invito a leer y difundir estos logros científicos en el área de la economía que apuntan más bien a una generación multidisciplinaria de conocimiento, donde debemos enfocarnos más a la compresión de las ideas que a la definición de conceptos o vocablos propios de las jergas disciplinarias.
Finalizo, comentando que las ciencias sociales y económicas deben redoblar los esfuerzos, al igual que las exactas y naturales, para que las personas que tomamos las decisiones votando tengamos conocimiento adecuado para elegir a otras personas que puedan con conocimiento resolver nuestros graves problemas locales y globales en el largo plazo.
Este artículo fue publicado el día 10 de Octubre
En palabras de la Academia Sueca: William D. Nordhaus y Paul M. Romer han diseñado métodos para abordar algunas de las preguntas más básicas y apremiantes de nuestro tiempo acerca de cómo creamos un crecimiento económico sostenido y sustentable en el largo plazo. A continuación la propia Academia abunda en la información aclarando que han ampliado significativamente el alcance del análisis económico al construir modelos que explican cómo la economía de mercado interacciona con la naturaleza y el conocimiento.
Por supuesto, estamos de acuerdo con la importancia de estos tópicos. De hecho en estos comentarios hemos abordado varias veces la necesidad de enfocar los estudios en las interacciones entre los ámbitos económicos, ambientales, sociales y organizacionales de la sustentabilidad. Los lectores no nos dejarán mentir, al recordar nuestras frases dirigidas a estudios en el largo plazo para contender con las contradicciones entre estos ámbitos que debemos dirimir para conseguir la sustentabilidad.
Paul Romer modeló cómo las decisiones económicas determinaban la creación de la tecnología y no solo la tecnología era el motor de la economía. Consideró los efectos en ambos sentidos y para ello necesitó una visión de largo plazo. De esta manera, sus modelos han generado nuevas investigaciones sobre las regulaciones y políticas que fomentan nuevas ideas y bienestar en el largo plazo. Para nosotros, lo importante es contemplar que las políticas definidas para fomentar la innovación tecnológica tiene repercusiones en el bienestar de las personas, sí se analizan en el largo plazo.
Entre tanto, William Nordhaus se convirtió en la primera persona en crear un modelo de evaluación integrado de la economía y el ambiente, es decir, un modelo cuantitativo que describe la interacción global entre la economía y el clima. Su modelo considera teorías y resultados empíricos de la física, la química y la economía. El modelo de Nordhaus ahora está ampliamente difundido y se utiliza para simular cómo la economía y el clima coevolucionan en una forma entrelazada. Sus herramientas nos permiten simular cómo la economía y el clima co-evolucionan bajo supuestos alternativos sobre el funcionamiento de la naturaleza y la economía de mercado, incluidas las políticas. Así, su modelo se está utilizando para examinar las consecuencias de las intervenciones de política climática, por ejemplo, los impuestos al carbono en el desarrollo económico y se está ampliando para considerar el bienestar social. Por supuesto, él ha iniciado la tarea y es una opción para nosotros continuar con los estudios para determinar qué políticas sn las adecuadas en el largo plazo.
Es importante mencionar que en las primeras entrevistas después de conocerse la noticia de otorgamiento del Premio Nobel, Romer enfatizó que si es posible atender las medidas urgentes para disminuir la aceleración del cambio climático. Estas medidas han sido señaladas brevemente por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas, y con ello no incrementar más de 1.5 grados la temperatura en el futuro cercano. En la opinión de Romer, las personas tenemos una gran capacidad para resolver los problemas; y que lo importante es evitar apreciar como catastrófico e irresoluble la problemática de cambio climático, ya que sí tiene solución y podemos implementarla. Nordhaus señaló que debemos pensar en el largo plazo y lo global para poder contender con este cambio climático antopogénico. Con estas frase debemos enfatizar que nada está lejos y que todo tiempo nos llega.
Quiero recordar que en estos comentarios he mencionado varias veces a otra persona ganadora del premio Noble de Economía en 2009, Elinor Ostrom, quien con sus contribuciones en el entendimiento de la gobernanza de lo común también nos brinda herramientas para construir un bienestar social. Analicemos las propuestas que hacen
Los invito a leer y difundir estos logros científicos en el área de la economía que apuntan más bien a una generación multidisciplinaria de conocimiento, donde debemos enfocarnos más a la compresión de las ideas que a la definición de conceptos o vocablos propios de las jergas disciplinarias.
Finalizo, comentando que las ciencias sociales y económicas deben redoblar los esfuerzos, al igual que las exactas y naturales, para que las personas que tomamos las decisiones votando tengamos conocimiento adecuado para elegir a otras personas que puedan con conocimiento resolver nuestros graves problemas locales y globales en el largo plazo.
Este artículo fue publicado el día 10 de Octubre
Etiquetas:
bienestar social,
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economía,
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utopía
miércoles, 3 de octubre de 2018
De magnos edificios
Se han preguntado ¿cuál es la altura máxima que puede alcanzar un edificio? Esta pregunta surge dado que cada año o más frecuentemente podemos ver, leer o escuchar que se está construyendo un edificio más alto. Recuerdo mi niñez cuando se decía que la Torre Latinoamericana en la Ciudad de México era la más alta del país. Por supuesto, que en esa época al pasar a su lado la veía enorme, aunque la verdad es que también los edificios de Tlatelolco me parecía muy grandes. En las películas de aquellas épocas el Empire State era un edificio emblemático por su altura. La misma idea surgió al construir el Hotel de México en el entonces Distrito Federal. Así podemos observar en diferentes latitudes cómo los edificios han sido construidos para mostrar que se puede hacer uno más alto.
Esta desmedida ambición por construir edificios altos puede ser una características de las personas que buscan dejar algo para la posteridad. Esta ambición data desde los palacios chinos o las pirámides de Egipto o las pirámides de los antiguos mexicanos. Como ejemplo citemos la pirámide del Sol y la Luna en Teotihuacán o la pirámide de Cholula o las construcciones en Chichen Itza y Uxmal, me restrinjo a nuestro entorno cercano; pero en cada civilización encontramos algún ejemplo.
Desde mi perspectiva, la idea de construir edificios, puentes, centrales eléctricas, presas, trenes, aeropuertos cada vez más grandes o altos parecería un reto interesante; pero hoy en día con el conocimiento que tenemos de las consecuencias de nuestras acciones merece detenernos a reflexionar sobre la pertinencia de abordar este desafío. Claramente, el reto de construir algo más grande es tentador y merece estudiarlo dado que ahora que conocemos el impacto de lo que construimos, debemos reflexionar sobre las consecuencias de poder vencer este desafío.
Primeramente, la construcción de una edificación tiene un fin y debemos preguntarnos si ese fin requiere del tamaño planificado para satisfacer la necesidad planteada. El edificio ¿alojará oficinas, escuelas, empresas, industrias? Claramente, su destino definirá la necesidad de construirlo y su tamaño. La definición de su tamaño implica que pudiera cumplir con sus objetivos en cuanto a funcionalidad y debemos también considerar la forma en que satisfará esos objetivos.
Hoy en día en la mayoría de las ciudades cuando se planea una edificación se demanda a la compañía encargada de la electricidad el suministro de la energía para el funcionamiento de la edificación. Lo mismo sucede con la demanda de agua, gas o desalojo de las aguas residuales o de los residuos sólidos originados por su funcionamiento. Sin embargo, considero que hoy tenemos la posibilidad de cambiar esta forma de proceder y, en este pequeño escrito, quiero llamar la atención para modificar la manera en la que las personas simulamos resolver los problemas que ocasiona nuestro vivir.
Quiero con un sencillo ejemplo ilustrar esta aparente solución al problema. Consideren que compro una sencilla bolsa de cacahuates en la tienda para que en el transcurso del día satisfaga ligeramente el apetito que pudiera tener, ya que sé que no podré comer y para poder soportar la larga jornada (sea laboral o de paseo) compro esa bolsita de cacahuates. Por supuesto, esta acción es realmente minúscula; pero analicemos lo que cotidianamente hacemos. Durante mi jornada, trabajo o disfruto del día y al momento que deseo ingerir algún alimento: abro mu bolsita de cacahuates y los ingiero. Como persona responsable con el entorno, no tiro la bolsita inmediatamente y busco de un depósito para arrojarla. Primero la guardo en mi pantalón o en mi bolsa de mano; pero en el momento que puedo la arrojo en un bote de reciclado. Noten por favor que no la arrojé en un bote de basura; porque considero que se puede reciclar y la deposito en el bote adecuado y me libero de ella. Con este acto que parece responsable a la luz de la situación actual; lo único que he hecho es trasladar mi problema de contender con esa bolsita, que me fue útil, a otra persona y organización para su reciclado o disposición final. Es más cuando decimos disposición final lo que realmente hacemos es desentendernos del problema y abandonarla en la naturaleza para que los procesos naturales contiendan con lo que hemos ocasionado.
Desde mi perspectiva, el hecho de saber que el uso de las gasolinas, los envases de plástico y muchas otras cosas que utilizamos en nuestra vida cotidiana causan problemas en el corto y largo plazo debe llevarnos a tomar conciencia de nuestros actos afectan positiva o negativamente el bienestar de otras personas que comparten nuestro tiempo o que vivirán en el futuro, y a reflexionar antes de actuar.
Espero con este sencillísimo ejemplo de la bolsita pueda ejemplificar lo problemático que puede ser el construir un edificio muy grande. Las construcciones majestuosas implican una demanda de servicios igualmente majestuosa y debemos preguntarnos cuál sería el límite a esa demanda.
En el caso de los edificios, podría ser que el tamaño fuera limitado por la disponibilidad de los recursos para su funcionamiento. Déjenme ilustrarlo con la energía.
El tamaño de un edificio pudiera estar limitado en su altura por la disponibilidad de la energía que pudiera ser generada en su techo. Es decir, las autoridades, o más bien los ciudadanos podríamos exigir que las autoridades limitaran el tamaño de los edificios de acuerdo a la energía que demanden para su funcionamiento. En la ciudad de México podríamos decir que por cada metro cuadrado se podría generar 0.5 kWh al día de energía y así determinar, de acuerdo al uso del edificio su altura. Por ejemplo, un consultorio dental debería ser construido con una superficie mínima de 32 metros cuadrados para que un sistema fotovoltaico con esa superficie pudiera proveerlo de su energía. Una casa habitación podría necesitar del orden de los 16 metros cuadrados para satisfacer su demanda de energía con paneles fotovoltaicos.
La argumentación anterior apunta a que desde nuestro cotidiano actuar reflexionemos en los impactos que tendrán nuestras pequeñas acciones y limitemos los posibles daños a nuestro entorno o a nuestros semejantes.
Hoy más que nunca quisiera que los políticos que hoy están tomando sus posiciones en diferentes lugares del país pudieran evitar construir obras faraónicas que efímeramente serán recordadas como obras que alimentaron sus egos; pero que no resolvieron los problemas que nos aquejan en el largo plazo.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 3 de Octubre en el periódico La Unión de Morelos.
Esta desmedida ambición por construir edificios altos puede ser una características de las personas que buscan dejar algo para la posteridad. Esta ambición data desde los palacios chinos o las pirámides de Egipto o las pirámides de los antiguos mexicanos. Como ejemplo citemos la pirámide del Sol y la Luna en Teotihuacán o la pirámide de Cholula o las construcciones en Chichen Itza y Uxmal, me restrinjo a nuestro entorno cercano; pero en cada civilización encontramos algún ejemplo.
Desde mi perspectiva, la idea de construir edificios, puentes, centrales eléctricas, presas, trenes, aeropuertos cada vez más grandes o altos parecería un reto interesante; pero hoy en día con el conocimiento que tenemos de las consecuencias de nuestras acciones merece detenernos a reflexionar sobre la pertinencia de abordar este desafío. Claramente, el reto de construir algo más grande es tentador y merece estudiarlo dado que ahora que conocemos el impacto de lo que construimos, debemos reflexionar sobre las consecuencias de poder vencer este desafío.
Primeramente, la construcción de una edificación tiene un fin y debemos preguntarnos si ese fin requiere del tamaño planificado para satisfacer la necesidad planteada. El edificio ¿alojará oficinas, escuelas, empresas, industrias? Claramente, su destino definirá la necesidad de construirlo y su tamaño. La definición de su tamaño implica que pudiera cumplir con sus objetivos en cuanto a funcionalidad y debemos también considerar la forma en que satisfará esos objetivos.
Hoy en día en la mayoría de las ciudades cuando se planea una edificación se demanda a la compañía encargada de la electricidad el suministro de la energía para el funcionamiento de la edificación. Lo mismo sucede con la demanda de agua, gas o desalojo de las aguas residuales o de los residuos sólidos originados por su funcionamiento. Sin embargo, considero que hoy tenemos la posibilidad de cambiar esta forma de proceder y, en este pequeño escrito, quiero llamar la atención para modificar la manera en la que las personas simulamos resolver los problemas que ocasiona nuestro vivir.
Quiero con un sencillo ejemplo ilustrar esta aparente solución al problema. Consideren que compro una sencilla bolsa de cacahuates en la tienda para que en el transcurso del día satisfaga ligeramente el apetito que pudiera tener, ya que sé que no podré comer y para poder soportar la larga jornada (sea laboral o de paseo) compro esa bolsita de cacahuates. Por supuesto, esta acción es realmente minúscula; pero analicemos lo que cotidianamente hacemos. Durante mi jornada, trabajo o disfruto del día y al momento que deseo ingerir algún alimento: abro mu bolsita de cacahuates y los ingiero. Como persona responsable con el entorno, no tiro la bolsita inmediatamente y busco de un depósito para arrojarla. Primero la guardo en mi pantalón o en mi bolsa de mano; pero en el momento que puedo la arrojo en un bote de reciclado. Noten por favor que no la arrojé en un bote de basura; porque considero que se puede reciclar y la deposito en el bote adecuado y me libero de ella. Con este acto que parece responsable a la luz de la situación actual; lo único que he hecho es trasladar mi problema de contender con esa bolsita, que me fue útil, a otra persona y organización para su reciclado o disposición final. Es más cuando decimos disposición final lo que realmente hacemos es desentendernos del problema y abandonarla en la naturaleza para que los procesos naturales contiendan con lo que hemos ocasionado.
Desde mi perspectiva, el hecho de saber que el uso de las gasolinas, los envases de plástico y muchas otras cosas que utilizamos en nuestra vida cotidiana causan problemas en el corto y largo plazo debe llevarnos a tomar conciencia de nuestros actos afectan positiva o negativamente el bienestar de otras personas que comparten nuestro tiempo o que vivirán en el futuro, y a reflexionar antes de actuar.
Espero con este sencillísimo ejemplo de la bolsita pueda ejemplificar lo problemático que puede ser el construir un edificio muy grande. Las construcciones majestuosas implican una demanda de servicios igualmente majestuosa y debemos preguntarnos cuál sería el límite a esa demanda.
En el caso de los edificios, podría ser que el tamaño fuera limitado por la disponibilidad de los recursos para su funcionamiento. Déjenme ilustrarlo con la energía.
El tamaño de un edificio pudiera estar limitado en su altura por la disponibilidad de la energía que pudiera ser generada en su techo. Es decir, las autoridades, o más bien los ciudadanos podríamos exigir que las autoridades limitaran el tamaño de los edificios de acuerdo a la energía que demanden para su funcionamiento. En la ciudad de México podríamos decir que por cada metro cuadrado se podría generar 0.5 kWh al día de energía y así determinar, de acuerdo al uso del edificio su altura. Por ejemplo, un consultorio dental debería ser construido con una superficie mínima de 32 metros cuadrados para que un sistema fotovoltaico con esa superficie pudiera proveerlo de su energía. Una casa habitación podría necesitar del orden de los 16 metros cuadrados para satisfacer su demanda de energía con paneles fotovoltaicos.
La argumentación anterior apunta a que desde nuestro cotidiano actuar reflexionemos en los impactos que tendrán nuestras pequeñas acciones y limitemos los posibles daños a nuestro entorno o a nuestros semejantes.
Hoy más que nunca quisiera que los políticos que hoy están tomando sus posiciones en diferentes lugares del país pudieran evitar construir obras faraónicas que efímeramente serán recordadas como obras que alimentaron sus egos; pero que no resolvieron los problemas que nos aquejan en el largo plazo.
Una versión previa de este artículo fue publicada el día 3 de Octubre en el periódico La Unión de Morelos.
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