miércoles, 25 de mayo de 2016

Transporte y bienestar social

Estoy convencido que la problemática a la que enfrentamos en el día a día debe ser resuelta desde lo local con una perspectiva global. La complejidad de los problemas de nuestra civilización requiere de una visión integral y de sistema para poder proponer alternativas de solución y posteriormente monitorizar lo propuesto. Por esta razón cuando la ICLEI-Gobiernos locales por la Sustentabilidad y, en particular, su Secretariado para México Centroamérica y el Caribe me invitaron a participar en el VI Congreso Nacional de Obras y Servicios Públicos y platicar sobre las energías renovables y el desarrollo sustentable, desde la perspectiva de los gobiernos locales, busqué la forma de asistir. Mi idea era poder dialogar con los tomadores de decisión en el ámbito de los municipios o de los estados para informarlos de las posibilidades que existen hoy en día en estos temas.
Así fue como la semana pasada, en un viaje relámpago, estuve en Saltillo, Coahuila escuché con atención la mesa de “Movilidad y Transporte” y participé en la mesa de “Energias Renovables y Biomasa”. La verdad es que me fue muy interesante escuchar las propuestas de movilidad donde los ponentes en el ámbito local tienen muy claro que hay que movilizar a las personas y no a los vehículos. Las problemáticas y las ideas de solución que hemos discutido en estos textos son compartidas por los técnicos en diferentes ciudades de nuestro México. En muchas de las soluciones se pueden observar la aplicación de los modelos de flujo máximo, propuestos por Adrian Bejan hace algunos años, que proponen la construcción de un sistema de transporte basado en una red de movilidad masiva para las grandes distancias con disminución progresiva en los ramales de menor flujo hasta poder llevar a las personas a sus diferentes destinos. Lo he mencionado antes: es la idea de maximizar el flujo de personas en el tiempo y propiciar que el tiempo de traslado de un lugar a otro sea lo menor posible. En estas propuestas aparecían naturalmente los BRT, (autobuses de tránsito rápido) para ciudades medianas, ya que para las ciudades grandes, además de los BRT, se requiere la implantación de los trenes urbanos o “metros”.
Por supuesto que surgió el ejemplo del metrobús en el Ciudad de México, que ha contribuido positivamente en la disminución de CO2 a la atmósfera por el transporte, y que puede ser una solución en muchas ciudades medianas como Cuernavaca o Cuautla. Es más para algunas zonas metropolitanas de nuestro país es una alternativa que debemos impulsar en lugar de continuar con el transporte basado en pequeños autobuses.
No existe sistema de transporte basado en estos autobuses pequeños que resista el análisis en términos ambientales, es decir los autobuses pequeños o rutas como se les dice en Morelos, emiten más CO2 por persona transportada y kilómetro recorrido que los sistemas de autobuses rápidos.
Digamos estos análisis apuntan a beneficios desde una perspectiva ambiental; pero debemos adecuar estas acciones desde el ámbito social donde los operadores de camiones actuales presentan puntos de interés individual que deben ser considerados en la toma de decisiones; además, el aspecto económico debe analizarse. Las ciudades que desean tener una población en un régimen de bienestar social contribuyen con el pago de parte del transporte de sus ciudadanos. Esta inversión por supuesto que redunda en un beneficio colectivo que impacta positivamente en toda la sociedad y principalmente en aquellas personas que usan el transporte público. Con esto último quiero enfatizar que dada la estructura actual de las ciudades en Morelos, donde las zonas habitacionales están alejadas de las zonas de trabajo, el transporte debe ser una contribución social. Para evitar esto las ciudades pequeñas pueden apuntar hacia su desarrollo o reconversión a una urbanización donde las habitaciones estén en las cercanías zonas comerciales o de servicios. Cuando menciono cercanías, me refiero a proponer que los lugares de vivienda, esparcimiento y trabajo cotidiano estén a una distancia con posibilidad de caminar o de tener una movilidad no motorizada para la mayoría de la población. Esto claramente disminuiría las emisiones de CO2. Este tipo de modelo distribuido se está desarrollando en muchas ciudades europeas, podemos intentar planearlas e implantarlas en nuestro entorno.
Para cerrar esta parte quiero hacer unas reflexiones. En la actualidad acostumbramos ir de compras a un supermercado con el pretexto de que es más barato en comparación con la tienda del barrio; pero en los precios en el supermercado nunca incorporamos el costo del transporte, ni el de las emisiones de CO2 (esto último casi nunca se hace), ni el desgaste del automóvil, ni la inversión que realizan los gobiernos en mantener en buen estado las calles o avenidas, etc. En resumen, no es claro que después de incorporar todos estos costos sociales y ambientales, que por supuesto deben incluir los costos causados por la desigual distribución de la riqueza y sus consecuencias en la seguridad, el balance pueda ser positivo para la sociedad. Quizá debamos empezar a reflexionar sobre estos aspectos para construir una sociedad con bienestar para todos.

Una versión previa de este artículo fue publicada el día 25 de Mayo en La Unión de Morelos.

miércoles, 11 de mayo de 2016

En lo cotidiano podemos actuar

Hace unas semanas comentaba sobre el fracaso del programa hoy no circula en la CDMX y también llamaba la atención de todos nosotros para contribuir con acciones dirigidas a conseguir una ciudad, estado, país, mundo menos agresivo para sus habitantes. Hoy en día nuestras acciones han provocado niveles de contaminación y agotamiento de los recursos naturales muy alarmantes y amenazadores. Hemos, con nuestros diario comportamiento, transformado a la CDMX en un lugar inhabitable; sí, la región más transparente ha sido transformada antropogénicamente para reducir la calidad de vida de sus habitantes.
El día 6 de mayo me sorprendí al leer en la revista Nature Energy (efectivamente, la revista más reciente del grupo Nature en ciencia) un artículo, en la misma línea de pensamiento, sobre las oportunidades que tenemos para reducir el consumo de combustibles fósiles en los hogares y las organizaciones. Por supuesto que estas oportunidades deben ser aprovechadas por todos nosotros y, desde mi punto de vista, las estamos dejando pasar. El artículo (Nature Energy 1, 16043 (2016)) comenta que los ambiciosos compromisos de la Conferencia del Clima de París 2015 (COP21) requerirán nuevas formas de satisfacer las necesidades humanas en comparación con las que hemos usado hasta hoy, mediante la quema de combustibles fósiles. Los autores reconocen que los avances tecnológicos serán fundamentales, pero tendrá que haber acciones diferentes a la actual para lograr una rápida adopción de tecnologías y prácticas de baja emisión. Solamente los compromisos nacionales serán alcanzables si las intervenciones tienen en cuenta los factores psicológicos, sociales, culturales y organizacionales que influyen en las decisiones energéticas, junto con los factores de carácter estructural, técnico y económico. Se necesita una intervención más amplia de las ciencias sociales y del comportamiento humano para identificar oportunidades de reducción del consumo de combustibles fósiles. Las oportunidades que muchos hemos señalado se refieren al cambio en los hogares y las organizaciones, principalmente en corto y mediano plazo, e identificar las oportunidades que han sido poco utilizadas en gran parte de la política energética. Sobre la base de este estudio, se sugiere principios de diseño para las intervenciones de los gobiernos y otras organizaciones, e identificar áreas de énfasis para el futuro de las ciencias sociales y la investigación interdisciplinaria. Desde mi perspectiva, claramente los científicos o tecnólogos (físicos, biólogos e ingenieros) nos hemos podido convencer a la sociedad de que las soluciones tecnológicas existen y son factibles para implantarlas en nuestros hogares. De aquí la necesidad de trabajar en colaboración con las ciencias sociales y del comportamiento para implantar acciones concretas ante el mayor reto que hemos enfrentado como humanidad, la transformación antropogénica de nuestro planta.
Este artículo claramente señala que la reducción del consumo de combustibles fósiles en las actividades domésticas puede influir significativamente en reducir el cambio climático antropogénico, ya que las personas somos los usuarios directos e indirectos de los combustibles fósiles. ¡Nuestras acciones cuentan!


En resumen propone una serie de sencillos y posibles cambios en la conducta en el uso de la energía, para el consumo de combustibles fósiles tanto en el ámbito doméstico como en las organizaciones.
Así en los hogares en el aspecto de consumo de energía en el corto plazo proponen: Alterar la temperatura interior de las casas cuando haya aire acondicionado, apagar las luces y los aparatos cuando no estén en uso. Conducir sin cambios bruscos de velocidad (por supuesto que no proponen disminuir la velocidad límite). Compartir el transporte. Cambiar los vehículos del transporte por unos de bajo consumo de hidrocarburos. En el mediano plazo proponen: Reemplazar los electrodomésticos, la calefacción, la ventilación y aire acondicionado y los vehículos de motor con modelos de bajo consumo o eléctricos. Definir estrategias de aislamiento adecuada para los diversos climas. Adoptar sistemas fotovoltaicos o fototérmicos o eólicos, cualquiera renovable dependiendo del lugar. Elegir unidades de vivienda pequeñas y eficientes, cercanas al transporte público, sector comercial y al trabajo. En el largo plazo: Transitar a una tasa de natalidad menor y hogares con generación de energía diversa.
Sobre el consumo de combustibles fósiles relacionados con la cadena de suministros proponen en el corto plazo: Comprar alimentos y servicios de baja huella de carbono. En el mediano plazo: Comprar productos duraderos con baja huella de carbono. En el largo plazo Cambiar las preferencias de casas grandes, suburbanas y coches lujosos y de gran tamaño como expresión de bienestar por otras que minimicen los daños ambientales.


Taxis eléctricos una alternativa para CDMX

A las organizaciones que proveen bienes y servicios les sugieren en el corto plazo: Encontrar fuentes de suministro de menor huella ecológica. Informar a los clientes sobre el uso eficiente de la energía en los productos y servicios ofrecidos. Reducir el consumo de combustibles fósiles en la cadena de producción. En el medio plazo: Reducir el uso de combustibles fósiles como una parte estratégica de la oferta de negocio. Formar al personal en el pensamiento sistémico y de la sustentabilidad, así como el rediseño de los productos con menores requerimientos de energía. En el largo plazo Desarrollar estándares bajos en carbono para toda la industria.
En fin desde el punto de vista de algunos hacer lo que es racional para propiciar el beneficio social. El estudio reconoce que sus conclusiones se basan en estudios realizados en los países desarrollados, pero invita a que realicemos estudios en las regiones donde le binestar social es más lacerante.
Los invito a leer el artículo y estoy convencido que estarán de acuerdo en cambiar paulatinamente nuestra forma de actuar en lo relacionado con la energía y el uso de los recursos naturales en el día a día para conseguir el bienestar social y olvidarnos de programas fallidos como el HoyNoCircula, que se basan en el síntoma, y atacar los problemas de raíz.

Una versión previa de este artículo fue publicada el día 11 de mayo