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miércoles, 23 de enero de 2013

Construir soluciones requiere generar conocimiento.

>semana comentaba que incluso en Haití la gente considera que la educación es una de las inversiones que posibilita la movilidad económica. Esta forma de ver las cosas es compartida por muchos y, desde mi punto de vista, es una apuesta certera. En todos los países que he visitado, éste es el caso: las personas con mayor preparación, en promedio, obtienen mayores ingresos. También comenté que en Haití el sistema educativo del estado no alcanza a cubrir la demanda; menos del 53% de los niños en edad escolar tienen acceso a la escuela y entonces un sistema privado es el que opera. En el centro de Puerto Príncipe casi hay una escuela cada manzana, pero son escuelas privadas que no siempre tienen reconocimiento oficial. La enseñanza en estas instituciones se centra en aspectos de culturales y no científicos o tecnológicos. De esta forma la sociedad haitiana no puede, fácilmente, construir las soluciones a la problemática que los aqueja.

Las instituciones de educación privadas en Haití

En México durante la primera década de este milenio la educación pública superior ha recibido un severo menosprecio por parte del gobierno federal y se ha dado impulso a la educación privada. Esta situación se mostró cuando se propuso un sistema de becas crédito para los estudiantes de escuelas privadas descuidando a los estudiantes de las instituciones públicas de educación superior. En si mismo este programa podría apoyar la formación de los jóvenes; pero esto no está haciendo así. Desde mi punto de vista, la educación superior requiere que las instituciones generen conocimiento y no solamente repitan lo que otros descubren o generan. Las instituciones de educación privada en México han renunciado a la generación del conocimiento, no así en otros países donde las instituciones privadas también fomentan la investigación científica y el desarrollo cultural, esta renuncia está en concordancia con el menosprecio de muchas empresas por la innovación tecnológica. Estas actitudes no ayudan a la sociedad en general y, en cambio, nos condenan a continuar seleccionando soluciones sin un conocimiento profundo de la problemática que nos aqueja.
Los países que están transitando hacia la sociedad del conocimiento tienen una población cada vez más instruida, con capacidad de analizar los problemas y generar sus soluciones. Esta capacidad requiere de un enfoque multidisciplinario, ya que los problemas reales suelen involucrar aspectos sociales, económicos, ambientales y tecnológicos que requieren de conocimientos básicos en todas las ramas del saber. De tal suerte que una sociedad necesita personal capacitado en todos los rubros posibles, es más, en un sentido estricto se requiere de personas que cultiven cada aspecto de la cultura en el sentido amplio, donde la ciencia también es cultura. Por esta razón, hace algunas semanas comentaba que la educación universitaria es algo que deberíamos propiciar para toda la población.
Desde una perspectiva muy sencilla, podemos ver que la vida promedio de la población está aumentando; ya en muchos países la edad de retiro ha aumentado. En mi opinión, esto indica que ahora podemos invertir más tiempo en la formación de las personas y con ello ganar todos. Por supuesto, que mientras más instrucción y conocimiento tenga una persona podrá seleccionar las soluciones a los problemas considerando un mayor número de posibles alternativas. Es importante enfatizar que la formación no debe restringirse solamente a los aspectos estrictamente laborales, ya que en una democracia las personas toman decisiones que afectan a todos. En este sentido, la educación universitaria para todos es una inversión de la sociedad para obtener un bienestar social.
Por estas razones, la propuesta de becas universales para todos los estudiantes de nivel medio y superior apunta en la dirección que hemos señalado y que consideramos acertada desde estos y otros puntos de vista. Ahora hace falta fortalecer a las instituciones de educación superior que generan conocimiento y convencer a las que no lo hagan de los beneficios de hacerlo.
En México hay del orden de una decena de instituciones de educación superior que generan conocimiento, en Morelos son un puñado, el reto es que todas las actuales instituciones de educación superior, públicas o privadas, lo hagan. Insisto en la sociedad del conocimiento no basta que preparar a las personas para el empleo actual, sino se requiere formar mujeres y hombres capaces de generar el conocimiento que no poseemos para que con él se analicen y construyan las soluciones a los problemas que nos aquejan. Es más, el fomento a la generación del conocimiento es una tarea que puede iniciarse desde la educación elemental, ése será el tópico a tratar en próximo escrito.
Una versión previa de artículo fue publicado el día 23 de Enero

miércoles, 16 de enero de 2013

Desde Haití, 2013

Como he mencionado en artículos anteriores, los problemas que tiene Haití son extremadamente complicados, su solución requiere un esfuerzo más allá de lo imaginado por muchos. La degradación ambiental, la voracidad e irresponsabilidad de las industrias, la falta de una educación de calidad, todos ellos aspectos, entre otros muchos, que hemos encontrado en Haití y que son ejemplos exacerbados de las cosas que se hacen en muchas partes del mundo y que conducen a catástrofes autodestructivas que cíclicamente practicamos los humanos. Aquí sugiero leer “Colapso” de Jared Diamond para abundar sobre este punto.

Estufa solar como material didáctico elaborada en Haití

Los académicos de la UNAM que participamos en esta escuela de ciencias e ingeniería, que durante dos semanas impartimos clases en la Universidad Estatal de Haití, tenemos las mejores intenciones para contribuir en la formación de los futuros científicos e ingenieros que ese país requiere y hacemos lo que está a nuestro alcance. Sin embargo, a veces la realidad nos apabulla y obliga a la reflexión y nos preguntamos ¿estamos haciendo lo adecuado?, ¿servirá para algo nuestro esfuerzo? No me cabe la menor duda que somos un grupo optimista y que lucha por lo que consideramos adecuado, a pesar de esto no dejamos de preguntarnos continuamente la pregunta ¿qué hacer? ante lo que observamos y que, desafortunadamente, nos refiere a a nuestros lugares de origen o donde vivimos. Claramente, al estar en Haití me acuerdo del mercado de Ocotlán en Oaxaca, de la frontera entre México y Estados Unidos en Tijuana, el tiradero a cielo abierto de Tetlama en Morelos, de la situación de las escuelas en Morelos, Tlaxcala, Michoacán, etc. En todos estos lugares la pobreza lacerante, el deterioro ambiental, junto con la poca o nula información sobre nuestras acciones, no hacen más que enfatizar la gran indiferencia e irresponsabilidad con la que muchas personas que vivimos en las ciudades usamos productos desechables, desperdiciamos energía, agua, alimentos y en particular contaminamos nuestro entorno. Todo esto en una sociedad basada en el consumo irracional que busca la máxima producción en el menor tiempo posible, con el menor costo y con la máxima tasa de retorno en la inversión. Esta premisa solamente puede ser satisfecha si se explotan los recursos naturales en el menor tiempo posible, si se pagan los menores salarios posibles, si se mantiene en un estado de enajenación extrema a la mayoría de la población y en un profundo desconocimiento del pasado y de lo que puede devenir. Esto es todo lo contrario a un desarrollo sustentable. Es lo contrario al proceso democrático participativo que algunos anhelamos y que consideramos dignos de vivir en él, donde nuestras acciones se basen en nuestro conocimiento.
Hace unos días leí en la bitácora de un amigo que era importante participar y actuar en consecuencia, dejar de criticar y premiar a los que sí contribuyen a cambiar la situación en la que vivimos. Comparto totalmente esta afirmación, aunque considero que el mejor premio para nuestros amigos o conocidos que actúan para transformar nuestro entorno es imitarlos. Las luchas estériles en el ámbito político solamente hace ganar en la rapidez para llegar al colapso de nuestra sociedad. La argumentación retórica no conduce a acciones concretas, la discusión basada en conocimiento impulsa los acuerdos y nos lleva a la implementación de propuestas de consenso.
Todo esto lo comento para afirmar que los científicos mexicanos hemos decidido, desde hace varios años, salir de nuestros cubículos para fomentar la cultura científica en nuestro país e impulsar la toma de decisiones con base en el conocimiento. Con estas acciones colaboramos con divulgadores, periodistas, voluntarios y otras personas en la búsqueda de información para decidir. Las instituciones de educación superior tienen dentro de sus objetivos implantar este tipo de acciones, pero los científicos han decidido hacer algo más. De hecho las Academias Mexicana de Ciencias y de Ciencias de Morelos son un ejemplo en estas acciones, para muestra consultar su páginas en la Internet o en Facebook o en Twitter.
En Morelos hace 19 años se fundó la Academia de Ciencias de Morelos y este viernes 18 a las 11:00 horas tiene cambio de su mesa directiva, que celebrará con una conferencia para todo público en el auditorio del Museo Cuauhnáuac en el Palacio de Cortés en Cuernavaca impartida por Arturo Álvarez Bullya con el tema "Células Madre y los Rehiletes del Cerebro". Todos estamos invitados.
Este tipo de acciones contribuyen a conformar una opinión informada en la sociedad. Así como veo difícil la situación que encuentro en Haití, también veo que requerimos muchos trabajo para conseguir una sociedad equitativa consigo misma y con el ambiente en nuestra ciudad, en nuestro estado, en nuestro país, en nuestro mundo.
Una primera versión de este artículo fue publicado el día 16 de Enero

miércoles, 9 de enero de 2013

Algunos caminos de la sustentabilidad

Esta semana como hace dos años estoy en Haití impartiendo clases a los estudiantes de los últimos semestres de las carreras de ciencias e ingeniería en la Universidad Estatal de Haití. Soy parte de un grupo de 14 académicos de la UNAM que estamos comprometidos con el impulso al desarrollo sustentable para Haití y participamos en la Escuela de Invierno de Ciencias Básicas e Ingeniería. Les comento que algunos de nosotros, que ya habíamos estado en Puerto Príncipe, nos mostrábamos desanimados durante el viaje por la noticias sobre que el dinero, que ha invertido la comunidad internacional, para la restauración de Haití no ha sido completamente utilizado. A pesar de esto y de que conocemos las dificultades que presenta uno de los países más pobres del continente, aun así, participamos activa y decididamente en la formación de los futuros profesores y científicos haitianos.

Los salones de clase en la Facultad de Ciencias en la Universidad Estatal de Haití. Estudiantes haitianos y académicos de la UNAM


Considero importante hacer algunos comentarios sobre lo que México ha hecho con el objeto de impulsar un desarrollo en Haití. Primero nuestro país en conjunto a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) ha apoyado con mas de 15 mil toneladas de ayuda general. Además durante la época más difícil, después del terremoto del 2010, repartió 16 mil raciones alimenticias diarias durante 45 días en diversas poblaciones haitianas. Esto es solamente una muestra de los diversos proyectos que tiene nuestro país como parte de la ayuda Sur-Sur que está implementando en su política exterior. La SRE ha coordinado proyectos en Haití donde se han construido centros de salud, escuelas y se ha ayudado a formar especialistas en diversas áreas. De esta manera, el esfuerzo que realizamos hace dos años 14 académicos de la UNAM formó parte de la cooperación que nuestro país ha realizado durante estos años y que se fundamenta en la transferencia de conocimiento, más que en la transferencia de recursos. Claramente, en la UNAM se comparte con la SRE el propósito de promover un desarrollo sustentable en el mundo. La escuela de Invierno de este 2013 fue sufragada tanto por la UNAM como por la Universidad Estatal de Haití, ya que no fue apoyada por la SRE argumentando un cambio de gobierno; estas universidades, en un trato de iguales que reconocen sus virtudes y apuestan por la colaboración, comparten la visión de que la educación es fundamental para conseguir el bienestar de la población. A pesar de estos esfuerzos, no se tienen a la mano los datos que permitan evaluar si estas acciones han generado una diferencia hacia la sustentabilidad. Los parámetros macroeconómicos no son suficientes para cuantificar el bienestar social y la sustentabilidad es uno de los aspectos que persigue.
Una vez más vemos que la necesidad de contar con indicadores para evaluar la sustentabilidad es imperiosa, estos mismos indicadores se requieren en México y aunque pueden ser diferentes para las distintas regiones es fundamental contar con ellos. Por esta razón, es necesario una mayor investigación para construir y alimentar las bases de datos que tengas estos indicadores. Con esta perspectiva es que el INEGI brinda al Instituto de Estadística de Haití asesoría en indicadores poblacionales y cartográficos; pero se requiere generar datos que sirvan para diseñar, implementar y posteriormente evaluar las acciones que se están desarrollando. La ausencia de datos para alimentar modelos es inmensa y no conduce a estrategias eficaces.
Tengo que comentar que he percibido un cambio interesante en la población haitiana, hace dos años los parques estaban abarrotados de refugiados y las personas deambulaban sin rumbo, sin motivo por las calles, con una necesidad de encontrar lo que no se busca, lo que no se quiere aceptar. Ahora con las misma cadencia se observan pasos firmes en las remozadas calles, que han sido limpiadas, barridas y escombradas, como quién vislumbra esperanza en un futuro. Las acciones para el cambio se empiezan por lo simple. Las casas están limpias y los niños, jóvenes y adultos caminan con ganas de hacer algo. Casi en cada manzana hay una escuela, la mayoría de ellas privadas de dudosa calidad; esto indica la esperanza de los padres en la educación de sus hijos como elemento promotor de su bienestar. La formación de profesores es urgente, estamos colaborando para ello.
Entre estas acciones hacia la sustentabilidad una que me dio mucho gusto es ver una glorieta con paneles fotovoltaicos para iluminarla en la noche. Lo mismo en el camino al Fuerte Jacques en uno de los cerros cercanos a Puerto Príncipe, encontramos muchos arbotantes con paneles fotovoltaicos y baterías que iluminan la calle en la noche. Sin embargo, me dio mucha tristeza el ver que esa energía eléctrica solamente se usa para alumbrar y, en mi opinión, se desperdicia parte de la capacidad de esos sistemas fotovoltaicos, ya que podrían haber sido conectados a las red eléctrica y aprovechar esa energía solar para producir riqueza para la población.
Estamos en México iniciando el camino hacia el uso de las fuentes renovables de energía, con estos hechos vemos que Haití lo está haciendo también, pero busquemos que esta energía redunde en la generación de riqueza de esta manera todos podremos alcanzar el bienestar social. Todas las regiones del mundo tienen conocimiento, productos, cultura, en fin muchas cosas materiales e inmateriales que compartir, impulsemos el desarrollo sustentable en todas las regiones, en mi opinión, es la única forma de conseguir el bienestar social.
Una versión resumida de este artículo fue publicado el día 9 de Enero

miércoles, 25 de julio de 2012

Difícil, incierto e inseguro

Aquella tarde del 11 de enero, 2011, día en que se celebró la ceremonia de cierre de nuestra estancia en Haití en el contexto de la Escuela de Invierno de Ciencias e Ingeniería que organizó la UNAM en la Universidad Estatal de Haití (UEH), Bárbara, Raúl, Hubermane y yo iniciamos nuestro caminar por las calles de Puerto Príncipe de la Ecole Normal, donde impartíamos clases, a la Facultad de Ciencias, ambas de la UEH, donde era la clausura.
Los cuatro caminábamos tranquilamente sobre el asfalto; las banquetas estaban ocupadas como siempre por vendedores, cuidándonos de las camionettes, singulares camionetas decoradas con imaginación y colorido que transportaban apretujados y sudorosos pasajeros. Cada vez que oíamos un claxon avisarnos que iban a pasar muy cerca de nosotros, que iban a echarnos la camionette encima, volteábamos para calcular cuántos centímetros nos quedaban para seguir caminando. Cuando, de repente, en el crucero Bárbara se encontró con una imagen que le pareció muy interesante y digna de capturarse, justo en la mera esquina: mujeres de piel de todos los matices que tiene el color negro con vestidos brillantes sentadas en la acera vendían frutas multicolores. Sin aviso, Bárbara se plantó en medio del crucero a capturar en una foto aquel colorido. No me dio tiempo de decir palabra, la motocicleta que venía a su lado también se sorprendió y dio un brusco giro para poder librarla invadiendo el otro carril. El motociclista gritó algo en creol que no comprendí, pero entendí perfectamente. Sin inmutarse y con toda calma, Bárbara continuó caminando al tiempo que fotografiaba a vendedores de medicinas que exponían sus mercancías en curiosas torres multicolores. Estas torres simulaban termiteros hechos con las pastillas en sus fundas de plástico aluminio, puestas con interesante gusto para llamar la atención sobre coloridas cubetas de plástico que aumentaba el festín multicolor a la escena de la vendimia.
A pesar de no conocer el idioma y de estar rodeados de basura (era viernes y la recolección se hace los sábados), además de escombros provocados por el terremoto del año pasado que todavía inundaban las aceras y aun el asfalto, caminábamos tranquilamente sintiéndonos seguros. Estábamos confiados en que las medidas de limpieza e higiene que seguíamos nos mantendrían alejados del cólera, que pululaba en la ciudad; seguros que la próxima semana estaríamos con nuestras familias y nuestros colegas alejados de la situación de desesperanza que nos rodeaba.
De repente, al no sentir más su compañía, volteé buscando a Raúl que hasta antes del crucero caminaba unos tres pasos atrás de nosotros. Me moví hacia media calle para avistar hasta el crucero. Me alarmé, Hubermane, el traductor de mi curso que después de catorce días me interpretaba, me comprendió con la mirada y también volteó en búsqueda de Raúl. Tardé solo unas fracciones de segundo en tranquilizarme, ya que al escudriñar la acera, Raúl era fácilmente reconocible por su piel. Raúl caminaba más seguro esquivando humanos y escombros sobre la acera, que toreando autos en la calle. Él también caminaba despreocupado tratando de guardar en su memoria las imágenes de cadencia y ritmo detrás del caos y el desorden.
Después de este injustificado sobresalto, ya tranquilo, continué admirando la belleza de las mujeres y los hombres haitianos, sus musculosos y contorneados cuerpos danzando, algunos cabizbajos, otros altivos, pero casi todos prestos a sonreír, es más... a reír, ante cualquier buen signo de la vida, con inmensos ojos esperanzadores, ávidos de conocimiento; pero al mismo tiempo, con una actitud de pesado escepticismo que conduce a la inactividad. Esta última de alguna manera provocada por la frustración que genera las horas de trabajo continuo con poco o ningún provecho. Veía muchas pieles negras con un hermoso brillo producto de las caricias diarias de los rayos del sol durante las largas caminatas para ir de la casa a las labores, regresar al medio día a casa para volver al trabajo en la tarde. Una cultura caribeña sin siesta, abrumada por un trabajo mal remunerado.
Continuamos la caminata ahora sobre los escombros de la Escuela de Artes que llegaban a un cuarto de la calle y formaban un pequeño montículo, cuyo principio escalábamos observando cómo crecía al adentrarse en lo que alguna vez fueron salones de clase. Nada quedaba en pie, es más, no había edificios provisionales, nadie laboraba en estas ruinas, sólo se acumulaba basura a su alrededor.
Unos pasos más adelante y después de algunas fotos adicionales, al fin llegamos a la Facultad de Ciencias donde nos esperaban nuestros colegas y otros alumnos para celebrar la clausura de los cursos de la Escuela de Invierno UNAM-UEH. Nosotros tres habíamos impartido por un período de 14 días cursos de matemáticas, química ambiental y energía solar, hubo cursos de manejo de residuos sólidos, ingeniería sísmica, física médica entre otros.
Nos instalamos en el salón de clases más grande y equipado: un galerón de madera con techo de lámina con algunos ventiladores que esparcían la tierra que entraba por las ventanas sin vidrios. Mientras se hacían los últimos arreglos para iniciar la ceremonia de clausura, la situación que percibí durante mi estancia en Haití trajo a mi mente el libro Colapso de Jared Diamond que explica que la situación de este país es producto del experimento inconsciente desarrollado por los franceses desde el siglo XVII, al acabar con el conocimiento local tradicional de las poblaciones autóctonas y la imposición de la forma de vida de dos poblaciones que no conocían el ambiente caribeño (europea y africana), en condiciones bióticas totalmente diferentes a las que habitaban, agotaron los recursos, terminaron con la biodiversidad y, por lo tanto, disminuyeron grandemente las posibilidades de un desarrollo sustentable de la isla. El mal manejo de los recursos naturales en Haití se debe a que la tecnología de los franceses no se amalgamó con el saber local, los nativos fueron exterminados, y por esta razón la población de África no tuvo tiempo de aprender el manejo de los recursos de los primeros habitantes. El saber local sobre el manejo de los recursos: ese conocimiento adquirido por las personas que habitaban la isla desde su colonización por los humanos (alrededor de hace unos 10 mil años), esa sabiduría sobre la forma de convivir con las especies autóctonas no llegó hasta nuestros días. Esos habitantes exterminados y esa biodiversidad aniquilada formaban un ecosistema interesante que había perdurado por algunos miles de años. Venían a mi mente nuevamente las bellas y escalofriantes imágenes de Home y de Historia de un viaje de Yann Arthus-Bertrand, donde se muestra la deforestación de Haití y los almacenamientos irracionales de carbón vegetal. En la actualidad la deforestación de la isla para producir carbón vegetal usado en la cocina ha acabado, no sólo con la vegetación sino con los ríos y los suelos fértiles. Además la introducción de tecnologías no adecuadas y de especies extrañas y agresivas ha provocado que las tierras pierdan su fertilidad. Las actuales condiciones ponen en riesgo la seguridad de supervivencia de todo un país. Recordaba que en México sufríamos de inseguridad del mismo tipo y de otros, con similares riesgos.
En la ceremonia de clausura dieron los discursos: Guerda, la artífice de la misión de la UNAM en Haití, de Fritz el organizador en Haití de la odisea por la construcción de una verdadera Universidad haitiana y los más elocuentes: las voces de los estudiantes que participaron en los cursos, agradeciendo a los profesores con palabras lanzadas con ritmo caribeño y esperanza urgida, anunciando un posible futuro: una colaboración con un igual, un país latino que ofrece respeto y trabajo conjunto. País conocedor de los efectos de la colonización de hace siglos y de la corrupción actual. La oferta: compartir conocimiento y trabajo. ¡Qué simple!, ¡qué fácil suena! ¡Qué difícil, incierto e inseguro camino nos espera!

martes, 10 de mayo de 2011

Es necesario conocer nuestro entorno

Como ya les conté en esta bitácora, el pasado mes de enero estuve en una estancia de 11 días en Haití, donde con 13 colegas más impartimos cursos en la Universidad Estatal de Haití. La pobreza que encontré en Haití es comparable con la que he observado en Oaxaca y Chiapas, durante mi andar por México impartiendo múltiples conferencias, coincidencia que no debe orgullecer ni a México ni a Haití, más bien debe despertar indignación en ambos países.
Para aquellos que preguntan como es la situación de los haitianos, les puedo comentar que es muy difícil, los recursos naturales de ese país han sido explotados de una manera irracional y por lo tanto se han agotado. Ya no encontré bosques tropicales en el viaje de Puerto Príncipe a Jacmel, del centro al sur. Jacmel es un pueblo con una playa en el caribe, enfrente de Venezuela y en la misma latitud que Zihuatanejo, por lo tanto debería haber selva, ya no la encontré. Estos bosques fueron talados y convertidos en carbón para cocinar. Las imágenes captadas por Yann Arthus Bertrand y divulgadas en sus dos películas Home



e Historia de un viaje



dan cuenta de la catástrofe en una forma contrastantemente bella, esta belleza que solamente se puede percibir desde los aires. Desde la carretera solamente percibí aridez. Parece que en el pasado había grandes ríos, ahora son grandes causes con pequeños flujos de agua serpenteando en lechos casi secos. Una central hidroeléctrica alimenta la mayor parte de la electricidad de Haití. Observé viento la mayor parte de los días que estuve ahí y dado que el manto freático en las regiones que visité está en el orden de los cinco metros esperaba encontrar algunas aerobombas, como en la península de Yucatán o en la región del Valle en Jalisco, por citar algunos ejemplos, pero no fue así. Es más, mi decepción fue mayúscula cuando en la Facultad de Ciencias e Ingeniería no sabían como funcionaban estas bombas eólicas. También fui informado de la existencia de aguas termales con temperaturas cercanas a los 50 grados centígrados, pero desconocían la temperatura del yacimiento geotérmico, esto mismo sucedía cuando preguntaba las velocidades de los vientos o el flujo de agua en los ríos, es decir había un desconocimiento pavoroso del entorno y eso que estaba en la Universidad Estatal de Haití.
Este tipo de desconocimiento me llevó a preguntar que hacía el sistema científico haitiano y la respuesta es que no existía. Esta respuesta me sorprendió. En mis adentros decía que seguramente Francia había ayudado al pueblo haitiano a generar cuadros tecnológicos que pudieran resolver la problemática del país. Así que realicé una búsqueda de artículos científicos en una base de datos internacional con al menos una dirección en Haití. El resultado me dejó estupefacto ... la base de datos solamente reportaba 540 artículos científicos desde 1900 hasta finales de 2010. Para tener puntos de comparación, Morelos tiene una producción de más de 600 artículos por año, los artículos científicos con dirección de Temixco son más de 500 desde 1980 a la fecha. Esta ínfima producción científica haitiana me llevó a preguntar en qué se preparaban los estudiantes haitianos que iban a Francia, la respuesta que se me dio fue: en letras y humanidades y que sistemáticamente el gobierno francés negaba o limitaba las becas en ciencia e ingeniería.
Cuando revisé los temas que abordaban los artículos donde aparecía un colaborador haitiano me dejó todavía un sabor de boca más amargo. Las palabras relevantes eran: HIV, aids, trimethoprim sulfamethoxazole, congenital syphilis, pulmonary tuberculosis, anthrax, seropositive. De aquí, en mi opinión, la pregunta obvia: ¿es Haití un laboratorio de enfermedades, fármacos y venenos?
Ninguna referencia a investigación en ingeniería sísmica, ¿acaso esto explica la deficiente reglamentación de construcción? Ningún artículo sobre la biodiversidad de la región haitiana, se han sembrado especies muy agresivas en la región que no permiten el crecimiento de la flora autóctona y, por lo tanto, los ecosistemas cambian y se desestabilizan. Ningún artículo sobre fuentes renovables de energía.
Sería tedioso escribir tantas y tantas cosas que el desconocimiento científico produce, los haitianos tienen que producir conocimiento de su entorno a marchas forzadas. De esto debemos aprender que necesitamos conocer a profundidad nuestro entorno para poder generar soluciones a nuestros problemas con fundamento.
En Morelos generamos conocimiento científico, es obligación de toda la sociedad aplicarlo y usarlo para su bienestar; no lo desperdiciemos. Lamentablemente, en Haití no lo tienen y menos lo generan; les costará mucho tiempo adquirirlo y luego poder generarlo. Esto es parte de la problemática mundial que todos padecemos y que sólo en conjunto podemos resolver.

Una primera versión de este texto fue publicada el 26 de enero de 2011.